La Vanguardia

La inocentada tuvo predicamen­to

- FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Esta fotografía fue realizada para ser publicada el 28 de diciembre de 1906. Se trata del día de los Inocentes. Y Frederic Ballell, su autor, escribió al dorso: “No se sabe quién le ha dado tan mala idea, pero el hecho es palpable y evidente. Colón se ha escapado del monumento y ha preferido ser tapón de botella”.

Ignoro si manipuló la imagen, práctica socorrida, o bien se situó en un punto clave y acertado para que así la perspectiv­a auténtica le brindara esa curiosa superposic­ión real.

Aureli Capmany, mucho más solvente que Joan Amades, en su evocación sobre festejos, costumbres y leyendas pasa casi de puntillas sobre tan curioso día. Cuenta que la chiquiller­ía se divertía al colgar la llufa a las mujeres en la parte trasera del vestido, pues temían arriesgars­e con los hombres por una reacción violenta; consistía en un monigote de papel, también empleaban hojas de col o trapos. Si conseguían que no fuera advertida tal acción, escapaban entonces al grito de: ¡la llufa, la llufa!.

Los mayores se divertían con el engaño: encargar a un empleado o a la sirvienta que fuera a buscar en una tienda algo un poco absurdo, lo que provocaba entonces que se burlaran de ellos en público.

Capmany termina la informació­n al formularse una pregunta inquietant­e: ¿qué relación podía tener con el degüello de los Inocentes?

Para empezar, los historiado­res serios no renuncian a compromete­rse al calificar este episodio como una leyenda. Flavio Josefo ni lo menciona, pese a que denuncia la enorme crueldad de Herodes. Fue quizá un relato de la Iglesia católica para añadir un sucedido provocado por la necesidad de aumentar la hagiografí­a ante los fieles.

A este respecto no deja de ser significat­ivo que la catedral de Barcelona, desde el principio de la misa mayor y hasta el Kirie, se sumara a la celebració­n con el manejo de la cabezota del turco que había estado colgada bajo el órgano, al hacerle abrir y cerrar la boca sin parar.

Los teatros locales no dejaban de aprovechar la ocasión para introducir improvisac­iones o no durante la representa­ción, pues hacían las delicias del público que ya esperaba que sucediera algo novedoso, lo que ayudaba a incrementa­r la audiencia. Bajo la dictadura franquista, era sabida la tolerancia que observaba en tal día la policía, máxime en escenarios como los del Paral·lel. Un clásico muy celebrado era lo que se permitía en El Molino, al centrarse en “exhibir” los cuerpos con mayor generosida­d y atrevimien­to.

Los diarios cultivaron semejante oportunida­d. Y no solo los de signo popular, sino incluso los prestigios­os. Ni que decir tiene que el estilo de la inocentada era muy distinto en tales casos. Mientras aquéllos incluso se permitían alguna grosería, éstos trataban de publicar algo que no cayera ni en la exageració­n ni en la vulgaridad, sino que pudiera llegar a ser algo un poco creíble. Al día siguiente, se apresuraba­n a aclarar que se trataba de una broma.

La inocentada cobró singular fortuna en Latinoamér­ica. En algunos países europeos se celebra también esta jornada, como en Inglaterra o Francia, aunque en otro día distinto.

Los diarios también publicaban el engaño pero cada uno según el estilo que los caracteriz­aba

 ??  ?? El fotógrafo Ballell también se sumó con ingenio a esta costumbre festiva
El fotógrafo Ballell también se sumó con ingenio a esta costumbre festiva

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain