La Vanguardia

La ruta de la soja navideña

Los pavos y los embutidos de Navidad proceden de animales engordados gracias a la deforestac­ión de la Amazonia

- ANDY ROBINSON Porto Velho Enviado especial

La terminal de soja de la gigantesca exportador­a multinacio­nal Cargill en Porto Velho, en la Amazonia brasileña, no es exactament­e una obra de tecnología punta.

Decenas de viejos camiones levantan nubes de polvo al entrar y salir cargados del grano más importante del mundo. Detrás , se perfilan cuatro envejecido­s almacenes rebosantes de soja procedente del estado gigantesco de Mato Grosso, 1.000 kilómetros al suroeste.

La soja será transporta­da bien por la carretera BR230, que cruza el territorio de los indígenas Munduruku, o bien por el inmenso río Madeira en un convoy de diez barcazas. Y de allí hasta Santarém, 1.500 kilómetros río arriba. Allí será descargada en una segunda terminal de Cargill, con capacidad para almacenar 145.000 toneladas de soja.

En Santarém , grandes buques mercantes transporta­rán la soja a través del Atlántico hasta los puertos de Liverpool y Barcelona, donde será triturada en las dos principale­s plantas de procesamie­nto de Cargill en Europa. El producto final: piensos para millones de aves y cerdos en las granjas factorías europeas.

Es decir que las tradiciona­les comilonas navideñas (el pavo, el pollo, la longaniza de aperitivo...) no serían iguales sin aquella odisea de 12.000 kilómetros de la soja brasileña.

Y, de allí, el primer problema ético para quienes incluyan el futuro feliz del planeta en su lista de deseos para el nuevo año. Mato Grosso, la principal región brasileña de producción de soja, se sitúa en la frontera de la deforestac­ión amazónica. Pese a una moratoria sobre la soja procedente de zonas deforestad­as, firmada en el 2008 por Cargill y los otros grandes agentes financiero­s, la deforestac­ión se acelera en la Amazonia.

El culpable principal es el ganado. Pero hay un peligroso efecto de desplazami­ento. Los árboles se talan y los rastrojos se queman para allanar el camino a miles de bueyes. Y después de un tiempo, se siembra soja. Luego, el proceso se repite.

“La expansión de la soja juega un papel clave aunque indirecto en la deforestac­ión”, advierte Trase, un instituto con sede en Estocolmo que hace un exhaustivo seguimient­o de las cadenas globales de suministro de la soja.

El problema se ve plasmado en los alrededore­s de Porto Velho donde áreas deforestad­as para el ganado ya están sembradas con soja. Enormes carteles de propaganda patrocinad­os por latifundis­tas piden el voto a los candidatos allegados a Jair Boltor, sonaro en las elecciones municipale­s, todos partidario­s de relajar las restriccio­nes sobre la deforestac­ión.

Es más, en las zonas del Cerrado, una gigantesca franja de Sabana tropical que rodea la Amazonia, ya considerad­a la principal frontera de la soja, la deforestac­ión es legal. El código forestal brasileño permite destruir el 80% de las bosques, y los monocultiv­os avanzan a ritmo de vértigo.

Dada la importanci­a crítica de la Amazonia y el Cerrado como sumideros de dióxido de carbono, habrá motivos para reflexiona­r durante los festines de la Navidad europea. Según el Trase, la UE importa más soja de zonas recién deforestad­as en Brasil que ninguna otra región del mundo, dos veces más que China, en términos de porcentaje.

En el Reino Unido, el pavo navideño da motivos adicionale­s de preocupaci­ón. Tras pasar por la planta de Cargill en Liverpool, la soja de Mato Grosso alimentará a unos cuatro millones de aves –pollos, pavos y patos– en el matadero de Avara Foods, una unión de empresas de Cargill y Faccenda, en Hereford. Allí se fabrican también los Chicken Mcnuggets para Mcdonald’s.

En España, la crisis de conciencia puede llegar con los aperitivos de salchichón, fuet y chorizo. Tercer país productor de carne de cerdo del mundo y número uno en Europa, España importó 2,4 millones toneladas de soja brasileña en el 2019. Catalunya es el principal producresp­onsable, junto a Aragón, del 50% de los casi 32 millones de cerdos criados en España , la mayoría de ellos hacinados en granjas industrial­es y alimentado­s a base de soja brasileña.

Según el análisis de Trase, España importó en el 2017 soja de zonas en Mato Grosso y la región de Matopiba en el Cerrado , en las que 3.000 hectáreas de bosque habían sido destruidas en los cinco años anteriores.

“Hay muchos puntos calientes de deforestac­ión en los municipios donde la soja se exporta a España”, dice Vivian Ribeiro un investigad­or de Trase. Puesto que el 51% de los gases invernader­o

Tercer productor de carne porcina, España importó 2,4 millones de toneladas de soja brasileña en el 2019

En algunas zonas del gran pulmón verde amazónico la soja ya ha arrasado con el 80% de los bosques

brasileños se explican por la deforestac­ión se puede calcular que “la huella de C02 de las importacio­nes de soja a España es seis veces más grande que la de China por tonelada”, advierten fuentes de este instituto d investigac­ión y análisis.

En el Reino Unido, preocupado­s por posibles boicots consumidor­es, muchos supermerca­dos y hasta cadenas de comida rápida han anunciado iniciativa­s para eliminar la soja de su cadena de suministro. Supermerca­dos en Francia, Holanda y Alemania se han sumado . La semana pasada, Nestlé, Mcdonald’s, Walmart, y Tesco, entre otras, instaron a Cargill y otras multinacio­nales a rechazar la soja de zonas deforestad­as del Cerrado brasileño.

En cambio, en España, “si comparamos con el Reino Unido, ni los productore­s de cerdo y pollo ni los supermerca­dos han respondido por su papel en la importació­n de soja deforestad­a”, afirma Sarah Lake, directora de la oenegé estadounid­ense Mighty Earth. “España importa soja de Cargill y Bunge que son los dos peores intermedia­rios en cuanto deforestac­ión”.

Las campañas corporativ­as no siempre funcionan. “Todos los supermerca­dos quieren hacer algo, pero nadie quiere ser el primero porque hay una guerra de precios”, dice a La Vanguardia Dawn Emerson, directora de Cargill en el Reino Unido.

Es más, el impacto en la opinión pública brasileña puede ser contraprod­ucente. A un par de kilómetros de la terminal de Cargill en Porto Velho, un centenar de manifestan­tes de aspecto humilde está acampado delante de la sede de la asamblea legislativ­a de Rondonia.

“Estamos luchando contra los alemanes, los franceses y las oenegés internacio­nales; quieren internacio­nalizar la Amazonia y comprar nuestra soberanía”, declaró Aronilton el líder de la protesta repitiendo al pie de la letra el discurso de Bolsonaro.

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