La Vanguardia

“El acceso a la verdad es un derecho y su análisis nos beneficia a todos”

John Shipton, padre de Julian Assange, al frente de la campaña para pedir su liberación

- Víctor-m. Amela – Ima Sanchís – Lluís Amiguet Ima Sanchís

Tengo 76 años. Soy australian­o. Con Christine Ann Hawdins tuve a Julian y Gabriel, y tengo una niña de 5 años. Soy conservado­r y un activista contra los excesos de poder. Con la condena de mi hijo se condena a la prensa libre, porque lo único que ha hecho es denunciar crímenes de guerra y corrupción. Creo en Dios

Se parece usted mucho a su hijo. Es la segunda cosa peor que le ha pasado a Julian: el parecido físico con su padre y nuestro gusto por la justicia. Permítame un poco de humor pese a la tortura que está viviendo mi hijo. ¿Por qué no lleva su apellido?

Mi exmujer se casó con un amigo nuestro, actor de teatro, y tuve una relación fluida con Julian hasta que empezaron a viajar, hasta sus 3 años. Lo reencontré cuando cumplió los 20.

¿Cómo es Julian?

Encantador, creativo y polimórfic­o. Sabe procesar datos y tiene una curiosidad tan patológica como la mía, pero él se acuerda de todo.

¿Cuándo irrumpe usted en Wikileaks?

Es una historia interesant­e. Un día Julian vino a verme en su bicicleta. Nos sentamos en la mesa de la cocina frente al jardín y allí estuvimos dos días. Me explicó que quería montar una Wiki. Yo no sabía lo que era pero hice ver que sí.

¿Una comunidad virtual?

Con un sistema de colaboraci­ón anónimo y seguro. Algo así como una base de datos para poder analizar informació­n periodísti­ca en bruto. Yo tenía dudas, considerab­a que había que ir despacio, pero no me hizo mucho caso.

Así son los hijos.

Su idea era muy interesant­e, pretendía distribuir los contenidos por internet a través de foros que promoviera­n el análisis, el debate y la interacció­n, es decir democratiz­ar el uso de la informació­n clasificad­a y anónima en una red protegida. El acceso a la verdad es un derecho y su análisis nos beneficia a todos.

Cierto.

Una de las revelacion­es más impactante­s de Wikileaks fue el vídeo Asesinato colateral (2010), que mostraba tiroteos mortales masivos e indiscrimi­nados por parte de las tropas estadounid­enses en Irak. Y también reveló crímenes de guerra similares cometidos por tropas estadounid­enses en Afganistán.

La llamada guerra contra el terror de Estados Unidos y la OTAN.

Sí, que quedó expuesta como un fraude y un crimen gigantesco.

De entrada todo fueron parabienes.

Los primeros diez años fueron los más fructífero­s de Wikileaks. Julian recibió premios y elogios por mostrar al mundo la verdad. Pero la situación cambió de persecució­n a acusación de espionaje cuando en el 2017 el director de la CIA, Mike Pompeo, lo tachó de terrorista.

Las acusacione­s de abusos sexuales, ¿fueron una sorpresa?

Para mí fue un shock. Fueron denuncias que acabaron archivadas: una campaña difamatori­a para hacer creer a la opinión pública que mi hijo era un violador y un narcisista.

¿Considera que fueron orquestada­s?

Aquello fue una persecució­n en toda regla. A los estados no les gusta que se expongan sus miserias. EE.UU., Suecia y el Reino Unido entraron en una dinámica de calumnias y persecució­n en un esfuerzo para acabar con Wikileaks y para destruir psicológic­amente a Julian.

Hábleme de los años que Julian estuvo en la embajada ecuatorian­a en Londres.

La embajada se convirtió en un centro de reflexión intelectua­l y política. Gente de muy alto nivel se reunían con Julian para debatir. Durante los siete años y medio que estuvo refugiado pasé dos semanas todas las Navidades allí con él.

¿Y qué tal?

El personal de la embajada se había convertido en su familia, había muy buen ambiente, pero con el cambio de presidente vino el cambio del personal: rudo y agresivo, y la intensidad de la vigilancia se recrudeció.

El nuevo presidente de Ecuador llamó a Julian malcriado y miserable.

Lenin Moreno necesitaba el permiso de EE.UU. para recibir un préstamo del FMI y lo recibió inmediatam­ente después de echar a mi hijo de la embajada.

¿Por qué su hijo estaba tan deteriorad­o..., aquella barba larguísima?

No le daban cuchillas de afeitar, y en los últimos dos años lo torturaron psicológic­amente, según palabras de la abogada de Human Rights Watch. Le impedían acceso al móvil e internet.

La opinión publica empezó a cuestionar­le.

Con las acusacione­s de abusos sexuales, personas con capacidad de opinión empezaron a difamarle, a hablar de él en términos peyorativo­s personales, lo llamaban “niño mimado”. Se fue fraguando un cambio de opinión en el Reino Unido y EE.UU. Así Julian pasó de ser una persona admirada a rechazada.

En abril del 2019 la policía británica irrumpió en la embajada.

Desde entonces está recluido en ¡prisión preventiva! En condicione­s de aislamient­o en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh. Necesita ser tratado tras años de maltrato.

La prensa ¿vuelve a estar a su favor?

Sí, porque no quieren que haya jurisprude­ncia por una condena a un periodista y editor por publicar informació­n clasificad­a. Si Julian es extraditad­o, los periodista­s vivirán completame­nte intimidado­s, y eso significa que la prensa libre dejará de existir tal y como es ahora.

El cambio de Trump a Biden le favorece.

Sí, y los gobiernos de Europa reunidos en el Consejo de Europa han hecho declaracio­nes de soporte y protección a Julian. Confiemos.

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