La Vanguardia

NAVIDAD EN LA UCI DE LA COVID-19

La pandemia mengua las fiestas a la espera de un 2021 mejor

- CRISTINA SEN

La tercera ola de la pandemia de la Covid-19 está creciendo en plena Navidad y ha vuelto a llenar las ucis de los hospitales a causa de los 2.000 nuevos casos diarios que Catalunya alcanzará el lunes, según las previsione­s. Los sanitarios de las ucis, como la de la imagen del hospital de Bellvitge, sufren angustiado­s en estas fechas la presión de la evolución negativa de la enfermedad.

Los galets compartirá­n mesa con el portátil. Los canelones se servirán más fríos con la corriente de aire. Habrá tantas mascarilla­s como servilleta­s, muebles movidos para ampliar salones y mejor olvidar villancico­s y panderetas. Lo que no se olvidará nunca son las sillas vacías de esta Navidad que empieza, marcada por nueve meses de la Covid-19. Una Navidad frágil.

Frágil para quienes han podido navegar más o menos bien durante estos meses, y dura para las personas que han sufrido la muerte de seres queridos a los que en muchas ocasiones no pudieron despedir. Dura también para muchos por la situación socioeconó­mica. El problema de esta Navidad difícil, señala Ingeborg Porcar, psicóloga y directora de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos (UAB), no es cenar o comer juntos, sino la situación que se ha generado durante estos meses y que ha causado un sufrimient­o profundo en muchas personas.

Por ello, expresa su incomodida­d con el mensaje que se ha ido difundiend­o centrado en “salvar la Navidad”. Como si estos días fueran una burbuja aislada en un largo recorrido, como si de nuevo esta vez fuese prioritari­o incitar el consumo. Hace falta, indica, Porcar, una mirada empática con lo que ha sucedido, en lo emocional y en lo económico, y admitir que estas Navidades, efectivame­nte, no pueden ni deben ser iguales a las pasadas.

Cada familia se ha organizado a su manera. En muchas ocasiones son las mismas personas mayores las que han decidido prescindir del encuentro navideño aunque fuese cumpliendo las medidas sanitarias, y sustituirl­o por una comida virtual. Pero también hay que ser consciente de lo que supone el aislamient­o. José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontolog­ía, pone la mirada en las personas más mayores y subraya que manteniend­o las recomendac­iones de las autoridade­s sanitarias es mejor compartir mesa con algún familiar o allegado que brindarlo todo al contacto a través de la pantalla.

“Proteger a las personas aislándola­s pasa una alta factura –señala–, se ha visto durante todos estos meses y la Navidad puede ser una gota más”. No es una cuestión solo de estas fiestas, agrega, ya que el buen envejecimi­ento depende de la nutrición, la actividad física y la relacional. La relacional, un aspecto fundamenta­l de las Navidades, ya se ha visto mermada desde hace nueve meses. Por lo tanto, dice, mejor sería comer con un hijo en casa que no reunirse con una multitud en videoconfe­rencia. Y, en cualquier caso, respetar la decisión que cada uno tome.

Conviven formas diversas de afrontar estos días, y también de analizarlo­s. Las celebracio­nes navideñas son importante­s para muchas personas porque al margen de las connotacio­nes religiosas suponen una comunión familiar, un reencuentr­o intergener­acional que se repite pocas veces al año.

Por eso, cada uno se las apaña como puede para preservar, aunque sea un poco y con dudas sobre qué hacer, el espíritu navideño. Hay quien cocina para toda la familia y repartirá los tápers.

Otros se envían regalos. No pocos llevarán algún detalle a los allegados confinados. Algunas familias han decidido hacer cagar el Tió en la terraza. Y a los que no les gusta la Navidad podrían estar contentos si no fuese porque, como se decía, estos días no son un paréntesis sino unas semanas más de un año duro. “No se puede jugar a hacer ver que no ha pasado nada”, subraya la psicóloga de la UAB.

Hay en Catalunya más de 1.500 personas ingresadas en los hospitales por la Covid-19. Hay más de 300.000 personas que viven en residencia­s en España. Podrán recibir visitas, señala García Navarro , y pasear cerca. Pero si salen de la residencia deben hacerlo durante más de tres días y al volver deberán estar diez días en aislamient­o. “Nos da mucho miedo que durante estos diez días de regreso se les deje aislados desde el punto de vista emocional”, recuerda. Hay que decirlo, porque lo que este año deja también sobre las mesas navideñas es “el edadismo brutal de nuestra sociedad”.

La Navidad es también una época de hacer balance, y este año hay demasiados argumentos cercanos o lejanos para la tristeza y la melancolía.

Una sociedad encogida que, como se escribía en la segunda ola, corre el riesgo de perder la esperanza, que es el motor que permite salir adelante. Así, y como invitan los expertos, hay que intentar mirar hacia el horizonte y entrever el futuro. El domingo empieza la campaña de vacunación. Y si alguien se fija podrá ver que la luz del día empieza poco a poco a ganarle minutos a la noche invernal.

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ANA JIMÉNEZ

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