La Vanguardia

Brexit, fumata blanca in extremis

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Cuatro años y medio después del referéndum británico del Brexit y tras diez meses de tensas y duras negociacio­nes para llegar a un acuerdo sobre la futura relación comercial entre el Reino Unido y la Unión Europea, ambas partes cerraron finalmente un pacto. Una fumata blanca que llega in extremis, con el tiempo reglamenta­rio superado, pero que demuestra, como ha ocurrido otras veces en la historia de la UE, que si hay voluntad política los acuerdos son posibles.

El Reino Unido dejó formalment­e el club comunitari­o el pasado 31 de enero y desde entonces vivía un periodo transitori­o, aún bajo las normas de la UE, que vencía el próximo día 31. Un no deal hubiera supuesto que Europa tratara a

Gran Bretaña como un país tercero, introducie­ndo cuotas y aranceles en el comercio. El acuerdo los evita al fijar la futura relación bilateral y llega en un momento especialme­nte difícil para las economías europeas pero todavía más para la británica. El aislamient­o vivido estos días por el Reino Unido al surgir nuevas cepas de la Covid-19, con el caos de los camiones en las fronteras, era un dramático ensayo de lo que hubiera podido ocurrir en el país de no llegarse a un acuerdo.

El último obstáculo por superar ha sido la pesca, el que menor impacto económico tenía, pero que representa­ba un gran simbolismo para Londres en concepto de soberanía marítima. Ha habido que negociar especie por especie las cuotas que la flota europea podrá pescar los próximos años en los caladeros británicos. Finalmente la UE renuncia al 25% del valor de sus capturas mientras que Londres desiste de prohibir el acceso a su zona marítima. Hace unos días ya se había logrado un consenso sobre el polémico tema de la gobernanza y la igualdad de condicione­s para evitar una competenci­a desleal.

El tratado bilateral garantiza que esa competenci­a será leal entre empresas británicas y europeas, sin la existencia de aranceles ni cuotas y sin restriccio­nes en el acceso a los respectivo­s mercados. La relación comercial bilateral, que mueve 700.000 millones de euros anuales, seguirá prácticame­nte intacta. Es un acuerdo integral que garantiza la cooperació­n en materia de seguridad y confirma que no habrá frontera física entre Irlanda y el Ulster y, por tanto, se mantendrán los acuerdos del Viernes Santo.

El tratado entrará en vigor el día 1 de enero de forma provisiona­l, porque sus 2.000 páginas deben ser aprobadas antes por todos los estados de la UE y por los parlamento­s europeo y británico. La Eurocámara no lo hará antes de fin de año y se reunirá las primeras semanas del 2021. Más fácil lo tendrá un Boris Johnson que el miércoles sacaba pecho –“hemos recuperado el control de nuestro destino”– en los Comunes, cuyo pleno podría convocar el día 30 y donde dispone de amplia mayoría. El problema para el premier será convencer a los radicales brexiters de su partido de que no ha hecho concesione­s, de que la soberanía británica sale fortalecid­a y de que el resultado final es una victoria, como proclamó.

Pero ese Johnson triunfalis­ta no ha tenido más remedio que ceder y hacer concesione­s viendo, tras el último cierre de fronteras, las nefastas consecuenc­ias que hubiera tenido para los británicos un post-brexit sin acuerdo.

Para la Unión Europea es el final de una pesadilla que ha durado años y ha consumido muchas energías –“Por fin podemos dejar el Brexit atrás”, dijo el miércoles Ursula von der Leyen–. Ahora puede pasar página y empezar una etapa con unas reglas de juego nuevas y bien definidas. No había euforia en Bruselas, sino alivio. El 1 de enero se cerrarán definitiva­mente 47 años de pertenenci­a del Reino Unido a la UE.

El acuerdo post-brexit es, sin duda, un buen regalo de Navidad para ambas partes, pues acaba con un interminab­le contencios­o y evidencia de que, con diálogo y paciencia, pero también con determinac­ión y unidad, la UE es capaz de cerrar acuerdos por muy complicado­s que parezcan y por muy enrocadas que estén las posiciones. Una buena noticia para acabar el año.

El histórico acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea evita

una separación caótica

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