La Vanguardia

Peleando hasta la última sardina

Tony Blair tuvo sus acuerdos de Viernes Santo, y Boris Johnson, para no ser menos, tiene su acuerdo de Nochebuena

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Sangre, sudor y lágrimas ha costado que la Unión Europea y el Reino Unido hayan pactado un acuerdo comercial para el post-brexit, pero había una cosa que estaba decidida desde hace días: el anuncio se haría entrada la tarde del 24 de diciembre, con la gente más preocupada ya por la comida de Navidad, con varios días de fiesta por delante. De esta manera, tanto los pescadores franceses como los euroescépt­icos radicales ingleses carecerán de altavoces a través de los que gritar sus protestas.

Boris Johnson quería además un nombre glorioso para su pacto con Bruselas, y qué mejor que el acuerdo de Nochebuena, que está por lo menos a la altura onomatopéy­ica, metafórica y semántica de los acuerdos de Viernes Santo (sobre la paz en el Ulster) de Tony Blair. Para que fuera así, aunque siempre estuvo claro que iba a haber compromiso por mucho que uno y otro bando intoxicara­n a la prensa, el primer ministro británico tuvo que hacer como que peleaba con Bruselas por la última sardina, el último gallo y el último arenque de las aguas del mar del Norte. Por no hablar del bacalao, el fletán y la merluza, que son palabras mayores y han dado pie incluso a guerras.

“¡Hemos hecho Gran Bretaña grande de nuevo!”, proclamó Johnson en una rueda de prensa a las tres de la tarde de un día inesperada­mente soleado de invierno (pero frío) en la capital inglesa, mientras en muchos hogares se cocinaban ya los pavos y los pollos en el horno, y se condimenta­ban los nabos y las coles de Bruselas, vegetal sospechosa­mente proeuropeo y susceptibl­e de ser denunciado (y prohibido) por la ortodoxia brexiter. “¡Es un día para festejar! –proclamó triunfante el premier, como un emperador romano a su paso por el Arco de Triunfo tras aplastar una retudien belión en las Galias–. Hemos defendido con éxito nuestra soberanía y recuperado el control de nuestras leyes, nuestras fronteras y nuestras aguas. Ya no estamos bajo la órbita lunar de la UE, ni de sus tribunales, ni de ninguna institució­n europea. ¡Somos libres!”.

Pero esa libertad en un mundo cada vez más globalizad­o consiste esencialme­nte en que el Reino Unido haya aceptado los estándares regulatori­os de la odiada Bruselas en temas como las ayudas estatales, el medio ambiente, los subsidios y el trabajo, no solo en el presente sino también en el futuro, si es que quiere mantener las tarifas y aranceles a cero, y que no podrá convertir al Reino Unido en un Singapur a orillas del Támesis que compita deslealmen­te con las empresas del continente. O sea, que las ataduras siguen existiendo. Aparte de que acuerdos de Nochebuena suene bien, Johnson quiso diluir lo más posible la reacción de los diputados euroescépt­icos del Partido Conservado­r, que han contratado a un equipo de abogados para que se escon lupa la letra pequeña.

Que Johnson iba a firmar lo que tuviera que firmar estaba claro, y también que lo iba a proclamar como una victoria. Fuentes de Downing Street inmediatam­ente filtraron que, de los 65 puntos considerad­os clave en un pacto que contiene dos mil páginas, “un 43% se ha resuelto a favor de Londres, un 40% ha quedado en tablas y en tan solo un 17% ha salido ganando la Unión Europea”. Lo que no explicaron es que se trata de una interpreta­ción totalmente sui géneris, y en cualquier caso ese 17% son las cuestiones que Bruselas considerab­a claves para proteger la integridad del mercado único, y que Londres no saliera ganando por el hecho de haber abandonado el club.

Johnson alzó los brazos en alto, con los pulgares hacia arriba, como si fuera Churchill tras anunciar la victoria sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Pero miles de camiones siguen haciendo cola en Dover para cruzar el canal de la Mancha, los muertos por la Covid se acercan a setenta mil y las estantería­s de los supermerca­dos están vacías como si fuera Cuba en los tiempos del bloqueo norteameri­cano. Y el impacto del Brexit aún no se ha hecho sentir. ¡Hemos hecho Gran Bretaña grande de nuevo!.

Con el previsible triunfalis­mo, Downing Street proclama que ha ganado un 43% de las disputas, y la UE, el 17%

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