La Vanguardia

Bajo el ‘tió’

- Gemma Sardà

Hace ya tres años que los abuelos no están. Primero murió ella y al mes él la siguió. ¿Qué iba a hacer solo? En Navidad, la fuerza del recuerdo conjunto lograba que comparecie­ran. Ellos contemplab­an la escena de lejos. En la mesa se peleaban por el último bocado de pilota, aunque no conseguían que saliera tan rica como la de la abuela. Y ellos, como buenos espíritus, se dedicaban a sus travesuras. Escondían los polvorones y disparaban el tapón de champán hasta el río del belén. Se acomodaban a escuchar las mismas anécdotas de siempre con pequeñas variacione­s con el paso del tiempo. Tenían un repertorio sin fin, pero no podía faltar la de Paula y el tió. Un clásico.

De repente echaron en falta a la niña. La familia movilizada, buscando a Paula por todos los rincones. Pero si aún no anda, ¿dónde se habrá metido? Fueron minutos, horas o toda la noche según la verborrea del narrador. Al final fue el perro quien la olió. Tiró de la manta que cubría el tió yla chiquilla salió de allí debajo a gatas y con la cara manchada de chocolate o, según otras versiones, rodeada de todos los paquetes de golosinas abiertos y los turrones mordisquea­dos. Todas las Navidades aparece una nueva incorporac­ión en forma de noviete o novieta, la víctima perfecta para pegarle la paliza. Algunos ascienden a categoría de veteranos y otros pasan a la historia sin pena ni gloria.

–¿Y hoy adónde vamos? ¿En qué casa se juntan?

–Parece ser que no han quedado. Cada uno está en su casa.

–Pero, ¿cómo? ¿No celebran la Navidad? ¿Se han peleado?

–Los de París prefieren no tomar el avión. Los que tienen niños quieren ser prudentes. Maria tiene guardia en el hospital. Consol no quiere moverse de la residencia, porque es de riesgo. –¿Riesgo de qué?

–Dicen que hay un virus.

–¿Y por un gripazo tanto alboroto? –No es una gripe, es una pandemia mundial.

–Vaya, así se entiende. ¿Y qué Navidad vamos a celebrar si solo estamos los espíritus? Una vez leí que cuando llega el momento en que nadie te recuerda, entonces sí que estás muerto.

–Yo he oído decir que si te recuerdan de uno en uno, desde su casa, también vale.

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