“También estaremos con los nuestros”
Médicos de guardia recuerdan que pacientes y compañeros son su otra familia
La Navidad, momento de celebración, encuentro y reflexión, llega este año tras nueve meses de una pandemia que ha dejado y sigue dejando un duro impacto no solo en el ámbito de la salud sino también en lo emocional, social y económico. En los hogares se afrontan estos días con prudencia y melancolía. En los hospitales, bastiones durante este año, muchos sanitarios no dudan en seguir trabajando en estas fechas, junto a su otra familia: sus colegas.
Laura Navarro, cirujana en el hospital Virgen del Rocío; el doctor Joan Sabater, responsable de medicina intensiva de Bellvitge; y Montserrat Lolo, supervisora de enfermería de críticos del hospital Vall d’hebron, son algunos de los muchísimos profesionales que pasaron la Nochebuena al pie del cañón porque así lo sienten y así debe ser. Si en la Navidad siempre pesan más las ausencias, este 2020 quedará más marcado por la huella de quienes se fueron. Las familias se han esmerado para preservar con nuevas formas el espíritu navideño con la esperanza de que en el 2021 los hogares estén más llenos, y los hospitales más vacíos.
La pediatra Laura Aso, que estudió en Barcelona y ejerce en el hospital Franziskus de Münster (Alemania), ha vuelto a trabajar esta Nochebuena. “Nada superará la guardia del 2019”, dice. Durante su turno en la uci pediátrica saltó la alarma de la babytür: la puerta habilitada para abandonar bebés con seguridad y anonimato.
Si alguien entra en esa habitación desde el exterior, suena una alarma en cuidados intensivos de neonatología y acuden al lugar un médico y una enfermera (un 1 de abril, Santos Inocentes en Alemania, les dejaron un pato vivo). El 24 de diciembre del año pasado no fue una broma. “Pensé que la alarma avisaba de una cesárea. ‘No, es la babytür’, me dijeron”.
La enfermera y ella se encontraron con un recién nacido. Tenía dos días de vida y estaba sano. “Imagínate: la uci, Nochebuena y un bebé. ¡Lo adoptamos entre todas! Era nuestro Franz, de Franziskus”. La semana siguiente fue entregado en adopción. Cuando sus padres vinieron a por él, dijeron: “Es el mejor regalo de Navidad de toda nuestra vida”.
La promoción de Laura Aso, la del 2009-2015, ejerce hoy en hospitales de toda España y de Europa. El día de su graduación y del juramento hipocrático sus profesores en el hospital de Bellvitge les dijeron: “Recordad que sois un producto de la enseñanza pública. Devolved siempre que podáis a la sociedad lo que la sociedad ha hecho por vosotros”. Quizá por eso muchos sanitarios niegan que trabajar en Nochebuena sea estar lejos de la familia.
No lo cree, por ejemplo, la pediatra Mireia Cid Ruiz, del CAP El Temple, de Tortosa, otra profesional de la salud que ha trabajado esta Nochebuena. Tampoco lo cree Laura Navarro, cirujana general en el hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, que sabe lo que le toca cada año en fechas como estas (el año pasado, una operación de urgencia para extraer la concha de una almeja de un paciente que se atragantó). “Mis colegas serán mis hermanos”, dice entre otras muchas cosas preciosas una popular versión del juramento de Hipócrates.
“Estamos con nuestra otra familia, la del hospital, con la que hemos pasado muchas horas y momentos muy duros. Ellos también son los nuestros”, dice Montserrat Lolo, supervisora de enfermería de críticos del hospital Vall d’hebron. “Nunca es como estar en casa, pero es verdad que cenaré, si ceno, con compañeros y compañeras de absoluta confianza, con los que llevo trabajando más de media vida”, explicaba antes de iniciar la guardia el doctor Joan Sabater, del servicio de Medicina Intensiva de Bellvitge. Entró a las 8,30 horas del jueves y tenía previsto salir a las 9 del viernes, pero ya sabe que eso es imposible porque al responsable del servicio siempre le quedan tareas pendientes.
Ha trabajado más Nocheviejas que Nochebuenas. En casa su mujer y sus tres hijas, de 10, 13 y 14 años, ya están resignadas. “La pregunta que más me han repetido mis niñas cuando eran pequeñas era: ‘Papá, ¿hoy también tienes guardia?’. Ahora ya están acostumbradas, aunque todavía hoy comprobar las cruces en mi calendario laboral crea tensión”.
Los profesionales consultados responden lo mismo cuando se les pregunta si recuerdan alguna guardia navideña especialmente movida en la uci. “Todas lo son”, afirma Montserrat Lolo. Por razones obvias, la pandemia de la Covid les ha afectado especialmente. Muchos hospitales, y Bellvitge y Vall d’hebron no son una excepción, luchan por humanizar las ucis, por permitir que familiares y personas hospitalizadas pasen un ratito juntos.
En Navidad era frecuente abrir más la mano, siempre que las circunstancias lo permitieran. Muchas familias se iban del hospital para cenar. Este año eso es imposible. El Covid ha tenido efectos devastadores y lo ha complicado todo mucho. “Es una enfermedad muy cruel”, recuerda la supervisora de enfermería de críticos de Vall d’hebron. La comunicación con las familias, no en Navidad, sino desde que estalló la pandemia, se hace por teléfono. “Cada día, 56 familias, las de los ocupantes de las camas uci de Bellvitge, esperan ansiosas que suene el teléfono”, añade el doctor Sabater.
Y lo mismo con los parientes del resto de hospitales. Aquí no pasa como en oncología o en servicios donde se puede establecer una larga relación de complicidad con las familias. “Llegan personas a la uci y hemos de informar por teléfono a sus madres, esposas, hijas. Somos una voz que no conocen. Y, por desgracia, muchas veces las noticias son muy tristes y llegan muy rápido. No me habléis de salvar la Navidad. Estamos aterrados con la tercera ola, Salvemos la Navidad, sí, pero la del 2021”, dice Joan Sabater. Y Montserrat Lolo añade: “Esto no ha terminado. Pero depende de nosotros. Por favor, sed cuidadosos. Sed muy cuidadosos”.