“Hay que hacer humor sobre el Holocausto”
Etgar Keret, escritor
En el nuevo volumen de cuentos de Etgar Keret (Tel Aviv, 1967), Avería en los confines de la galaxia (Siruela), aparecen hombres bala, padres frustrados, jóvenes fumetas, madres posesivas, escritores alquilados como Cyranos para que sus amigos puedan tener sexo y hasta un clon de Hitler... Desde su casa en Tel Aviv, Keret nos atiende por videoconferencia, con su conejo Hanzo en el regazo.
En un cuento hay otro conejo, encarnación de alguien...
Este es mi padre. No me recuerda a mi padre, es mi padre. Cuando él murió, lo compré. Le hablo como si fuera papá, le cuento cosas que teníamos pendientes. Él me escucha atentamente aunque le hable durante horas. A veces, viene y se sienta a mi lado.
Usted hace humor sobre los campos de concentración...
Mis padres son supervivientes del Holocausto. Ellos me inculcaron que era muy importante no victimizarse. Mi padre, a los 14, vivió encerrado dos años en un agujero que mis abuelos cavaron en el suelo, en las afueras de un pueblo, para esconderse de los nazis. Él dividía la vida en momentos fáciles y difíciles, y decía que en estos últimos es cuando más aprendes de ti mismo. No veían las cosas de modo binario, tuvieron amigos que servían en el ejército alemán, por ejemplo, los veían como buena gente que luchaba por su país aunque de modo equivocado. Si respetas tu vida, necesitas explicarla con narrativas complejas, y ver lo luminoso en la oscuridad. Mis padres me enseñaron la fuerza del humor y la imaginación, que usaron en las situaciones más difíciles. Un chiste puede ayudarte a sobrevivir en medio de la guerra. Eso es el humor: una herramienta de supervivencia, algo necesario.
Hay e-mails en medio, que dan título al libro...
Busco el zeitgeist de mi tiempo, gente que intenta romper su aislamiento en un mundo que no ayuda. Esos mails son de un hombre que quiere visitar una escape room con su madre el día del Holocausto, festivo, e insiste al encargado. Es una historia autobiográfica: de niño, todo cerraba ese día, las teles y radios solo daban cosas del Holocausto, no había cines, teatros, deportes ni tiendas. Mi madre, superviviente que vio cómo mataban a su madre y su hermano delante de ella, sufría un montón. Era imposible escapar, yo lo vivía como si la sociedad volviera a quemar a mis padres. La razón de ese día es recordar el Holocausto a gente que no sabe demasiado pero a mi familia le resultaba opresivo.
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“Respetar nuestra vida es explicarla con una narrativa compleja, no binaria”
Era un día que hacía sufrir muchísimo a los supervivientes. Mi narrativa responde a sensaciones reales que tengo: hambre, sed, cabreo, sentirme estúpido... Empecé a escribir tras el suicidio de un amigo. Escribes porque te sientes mal. Este libro lo empecé tras un grave accidente de coche.
Hay hasta ciencia-ficción...
Sí, como esos clones que son exactamente igual a nosotros pero no tienen derechos. Los puedes incluso matar y no vas a la cárcel.
Muy gracioso, aunque inverosímil, el cuento que explica cómo un personaje hace el amor por primera vez...
¿Eso le parece? Bueno, es el único cuento en el que no inventé nada. Es, literalmente, mi primera vez. En Israel no puedo confesarlo, pero con usted...