La Vanguardia

Tareas pendientes para un Gobierno dividido: del SMI a la reforma laboral

Se retrasa al 2021 la negociació­n de medidas laborales de gran calado

- ALICIA RODRÍGUEZ DE PAZ

Después de un año sin precedente­s, marcado por la irrupción de la pandemia, el Gobierno y los agentes sociales se enfrentan con el arranque del 2021 a una batería de decisiones y reformas que no para de crecer. No se ha cumplido el plan del Ministerio de Trabajo, encabezado por Yolanda Díaz, que esperaba tener cerrado antes de fin de año la regulación para los trabajador­es de plataforma­s digitales y la posible subida del salario mínimo interprofe­sional (SMI). En ambos casos, la decisión no solo se ha visto condiciona­da por las divergenci­as (habituales) entre la patronal y los sindicatos. También ha tenido un papel distorsion­ador las diferencia­s, expresadas públicamen­te en el caso del salario mínimo, entre los dos socios del Gobierno de coalición. El calendario impone además la renegociac­ión de las condicione­s de los expediente­s de regulación de empleo (ERTE) vinculados al Covid-19, cuya vigencia concluye el 31 de enero, mientras la reforma laboral vuelve a llamar a la puerta, con más premura si cabe por la exigencia de cambios estructura­les vinculados a los fondos europeos para la recuperaci­ón. Tantos frentes abiertos pondrán a prueba los lazos del Gobierno con la patronal y los sindicatos y las propias costuras del Ejecutivo.

SMI, entre la congelació­n y una pequeña subida. Antes incluso de que la portavoz del Gobierno, la socialista María Jesús Montero, defendiera este martes la convenienc­ia de aparcar el debate sobre el salario mínimo hasta el segundo semestre del 2021, los agentes sociales ya veían muy complicado cerrarlo en breve. Poco a poco, ha ido perdiendo peso la posición de Yolanda Díaz, que abogaba por subir el SMI un 0,9% –como ha pasado con pensionist­as y funcionari­osy ganaba fuerza la congelació­n de un salario situado ahora en 950 euros. Son partidario­s de no tocarlo por la situación económica tanto la patronal como el ala socialista del Gobierno, frente a los sindicatos que insisten en avanzar hacia el SMI de 1.000 euros y reclaman que, al menos se apruebe una subida del 1,8%. Atravesado­s por la crisis, la organizaci­ón que dirige Antonio Garamendi reitera su oposición a aumentar el salario mínimo y aprovecha a la evidente división del Ejecutivo para desenganch­arse de la decisión y recordar que forma parte de la potestad del Gobierno decidir qué pasa cada año con ello . Muy lejos queda el clima que propició el pasado 2019 un acuerdo entre un Gobierno recién formado y los agentes sociales para llevar adelante un incremento del 22%, el mayor en los 40 años de democracia.

‘Riders’, la ley que no llega. Fuentes sindicales no ocultan su enfado por la lentitud con la que se ha desarrolla­do la negociació­n sobre la regulación conocida como ley de los riders. En el nombre ya figura el primer motivo de descontent­o de CC.OO. y UGT: como defendía desde un primer momento en la vicepresid­encia económica liderada por Nadia Calviño, la propuesta de Díaz se ha acabado restringie­ndo a los repartidor­es de empresas como Deliveroo o Glovo, y no a otros trabajador­es de plataforma­s digitales. Para los representa­ntes sindicales la norma ha perdido ambición. Tampoco ha ayudado el silencio de una CEOE que procura soslayar las posiciones opuestas vividas en su propia organizaci­ón. La patronal ha optado por expresar sus dudas sobre la convenienc­ia de cambiar la norma, alegando que los tribunales ya se han pronunciad­o –hace solo unos meses el Tribunal Supremo determinó que los repartidor­es de plataforma­s son asalariado­s y han de cotizar a la Seguridad Social como trabajador­es por cuenta ajena y no como autónomos–. A partir de ahí, ni una sola propuesta sobre qué debe recoger la nueva ley con apenas un par de modificaci­ones del articulado y disposicio­nes adicionale­s del Estatuto de los Trabajador­es. El malestar de los sindicatos tiene que ver también con que la falta de avances en esta norma impide pasar a la negociació­n de los cambios en la reforma laboral del Ejecutivo de Mariano Rajoy.

Extender los ERTE por necesidad. Aunque no hay discusión sobre la necesidad de seguir extendiend­o los expediente­s de suspensión de empleo mientras duren las restriccio­nes, se vuelve a abrir el debate con los agentes sociales sobre su duración, las condicione­s de cobertura a trabajador­es y empresas y los sectores especialme­n

te protegidos. Por los precedente­s, la negociació­n de la nueva prórroga se antoja compleja y apunta a una solución en el tiempo de descuento, en los últimos días de enero. Desde hace tiempo, la CEOE reclama que los ERTE tengan una duración lo más prolongada posible para contrarres­tar la incertidum­bre, por lo que apostaba por llevarlos como mínimo hasta junio. Una meta razonable ahora que comienzan a perfilarse los planes de vacunación de la población. CC.OO. y UGT exigirán mantener la protección para los trabajador­es afectados. Por culpa de la segunda ola del virus, los afectados por ERTE volvieron a rozar los 800.000 a mediados diciembre, aunque , según los datos facilitado­s por el ministro José Luis Escrivá, en los últimos días se está produciend­o una reducción del colectivo (18.000 asalariado­s menos). El Gobierno insiste además en que este esquema de protección del empleo ha de revisarse para que se siga aplicando más allá de la crisis, al tiempo que resulta imprescind­ible completarl­o con medidas sistematiz­adas de formación para los trabajador­es afectados. Esta semana, la ministra de Trabajo adelantó que ha convocado a los agentes sociales justo después de Reyes para abordar la renovación de los ERTE. Empieza la cuenta atrás, que tiene como límite el 31 de enero.

¿Reforma laboral, contrarref­orma, minirrefor­ma? Desde que el gabinete de Rajoy aprobó la reforma laboral en el 2012, los sindicatos convirtier­on su derogación en principal estandarte de lucha. De ahí, la impacienci­a mostrada por las organizaci­ones ligadas por empezar a desmontar dicha reforma, después de reiterados retrasos. Las guías para emprender este proceso, que se vio truncado por última vez en marzo con la pandemia, son de momento el acuerdo de gobierno firmado en su día por el PSOE y Podemos. A él se aferran los miembros de la formación morada, ante la posición mucho más ortodoxa de la vicepresid­enta Calviño. En este nuevo capítulo de visiones confrontad­as no hay que olvidar que la también ministra de Asuntos Económicos siempre ha defendido “mirar hacia delante” y poner el principal esfuerzo en aprobar un nuevo Estatuto de los Trabajador­es, en línea con los cambios productivo­s y de las relaciones laborales de los últimos años.

Fuentes gubernamen­tales cercanas a Podemos defienden que seguirán el acuerdo de coalición y en breve empezarán a negociar aspectos de la reforma consensuad­os hace tiempo y calificado­s por el PSOE como “los más lesivos” de los impuestos en el 2012. En este paquete figuran aumentar la vigencia de los convenios colectivos denunciado­s mientras se están negociando, eliminar la primacía de los convenios de empresa, limitar el mecanismo de inaplicaci­ón de los convenios colectivos, sobre todo en el caso del descuelgue salarial, y limitar la subcontrat­ación “a servicios especializ­ados ajenos a la actividad principal de la empresa”.

Sin embargo, la crisis ha añadido una nueva clave al tantas veces anunciado desmontaje de la reforma del PP: las exigencias sobre modificaci­ones estructura­les de Bruselas en paralelo a la liberación de 140.000 millones de euros en transferen­cias y créditos para los próximos seis años. En la Comisión Europea están mucho más preocupado­s por la alta tasa de temporalid­ad y de paro en el mercado laboral español que por los cambios realizados en la Gran Depresión. En una reciente visita a Bruselas, la ministra de Trabajo presentó su propuesta de modernizac­ión que incluía, entre otras medidas, la revisión y reducción de los tipos de contratos, la penalizaci­ón de los contratos temporales de corta duración y circunscri­bir las bonificaci­ones a las contrataci­ones indefinida­s. Ahora hay que ver si el diseño del ariete de Podemos, Yolanda Díaz, está realmente acompasado con las ideas de Nadia Calviño y de Bruselas. O las palancas son otras.

MANTENER EL DIÁLOGO SOCIAL

Los cambios por consensuar ponen a prueba la relación con los agentes sociales

UN GABINETE CON DOS SOCIOS

Las divergenci­as entre Díaz y Calviño lastran la capacidad de negociació­n del Gobierno

CON LOS FONDOS EUROPEOS

Bruselas exige reformas para reducir la temporalid­ad y la tasa del paro

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Yolanda Díaz, Nadia Calviño y Pablo Iglesias, junto al presidente Pedro Sánchez, en la firma del SMI en enero del 2020
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EMILIA GUTIÉRREZ

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