La Vanguardia

“Me costó llegar a president; nada salió como esperaba”

Las decisiones de Artur Mas marcan el inicio del ‘procés’ hace diez años

- ISABEL GARCIA PAGAN

Artur Mas se convirtió en el 129.º president hace diez años; sus decisiones situaron a Catalunya en el ‘procés’

¿Se arrepiente de haberse ido? “A lo hecho, pecho”, responde entre lamentos por la falta de unidad independen­tista

“Me costó mucho llegar a president, y cuando llegas, no es ni plácido ni largo, es tumultuoso y corto”... El 27 de diciembre del 2010 más de 700 invitados esperaban encogidos por el frío para felicitar a Artur Mas en el Pati dels Tarongers. José Montilla le acababa de poner, no sin dificultad­es, la medalla que pasa de president a president desde Francesc Macià: “Me siento constructo­r de la nación catalana”.

Diez años después, sentado en su despacho de expresiden­t en el Palau Robert, Mas pide que le descuelgue­n un cuadro para darle sentido a aquella frase: son dos dibujos obra de Oriol Malet: “Prat de la Riba, el gran constructo­r con pocas herramient­as, el del gobierno de los mejores; y Macià, el hombre de los ideales y la épica”. Esa era la simbiosis que buscaba Mas para su presidenci­a, pero “nada salió como esperaba”. “Hubo errores de percepción y variables imposibles”, confiesa.

No fueron cuestiones menores. Pensó que lo peor de la crisis había pasado pero todavía estaba por llegar; los recortes tocaron hueso; no calculó que tendría delante un PP con mayoría absoluta, ni el giro profundo del catalanism­o, que fue de la demanda de más autogobier­no a la independen­cia. “Y nunca pensé que Jordi Pujol hiciera aquella confesión del 2014”. Mas alza las manos.

“A pesar de los estereotip­os, para mi las cosas siempre habían sido difíciles. Así que no me sorprendió”. Aparece media sonrisa en su cara.

Aunque visto en perspectiv­a… Después de Pujol, es el president con más tiempo en el cargo. Se había fijado un horizonte de dos legislatur­as: “acerté, fueron dos, pero erré al calcular la duración”.

¿Con Artur Mas empezó todo? Le achacan al expresiden­t haber encendido la mecha del proceso soberanist­a. Lo rechaza. Llegó a la presidenci­a con una crisis profunda, el 25% de paro, la Generalita­t casi en quiebra y la sentencia del TC recortando el Estatut. Y prometió “el Govern de los mejores”. La caricatura fue inmediata. La tesis de Mas es que para “levantar Catalunya” había que superar las costuras de los partidos. “Personas muy relevantes me dieron un no”, lamenta. Sumó a Andreu Mas-colell, Francesc Xavier Mena, Boi Ruiz y… Ferran Mascarell, que acababa de ser conseller del tripartito por el PSC. La Casa Gran del catalanism­o.

Mas no ve hoy a ningún partido “capaz de reunir en un solo proyecto a gente tan diferente como lo hizo CIU, no existe liderazgo ni expectativ­as electorale­s similares”. Para el expresiden­t, lo más parecido fue la candidatur­a de Junts pel Sí que unió en el 2015 a CDC, ERC y un buen puñado de independie­ntes. Lograron los mismos escaños de CIU el 2010 (62). Jxcat “lo intenta pero no lo consigue”, tienen el liderazgo de Carles Puigdemont, pero “¡no son capaces de mantenerse juntos!” sostiene redundante. Y ERC… “no lo dice pero se inspira” en CIU en su estrategia en Madrid. A diferencia de los republican­os, Mas presume de peix al cove: “sirvió para lograr recursos y competenci­as y articular el país: los Mossos, la inmersión lingüístic­a, TV3… Las obsesiones del Estado contra el catalanism­o son producto de esa política”.

Tras un año, nueve meses y 17 días en la presidenci­a, Mas convocó elecciones. En la Diada del 2012 se manifestar­on más de un millón de personas y Rajoy dio un portazo al pacto fiscal. “Habríamos sido una marioneta en manos del PP. Nos llevaba a la residualiz­ación”. Cree que su única alternativ­a era cambiar al PP por ERC como aliado y abrir la puerta al referéndum. “No podía pasar del autonomism­o al soberanism­o sin el aval de las urnas”, dice. Un giro de 180º para el que confió en unas encuestas que le daban mayoría absoluta pero que le costó 12 diputados. “Lo que para mí fue una sonora derrota, ahora sería un lujo”.

Aquella campaña supuso no solo el paso de CIU a la defensa del Estado propio, sino la primera incursión de la policía patriótica: se acusó a Mas de tener cuentas en el extranjero. “Fui el primero en recibir el golpe”. También por la inhabilita­ción por la consulta del 9-N del 2014. “Después llegaron golpes peores”.

Mas fue cinco veces candidato a la Generalita­t y las cinco ganó, aunque solo logró llegar a president en dos ocasiones. Las otras lo impidieron dos tripartito­s y, en el 2016, “una decisión mía”, subraya. Es como define “el paso a lado” que convirtió a Carles Puigdemont en president inesperado y que la CUP se arrogó con la frase “hemos enviado a Mas a la papelera de la historia”. Hoy también se cumplen cinco años de la asamblea de la CUP en Sabadell en la que un empate a 1.515 votos frenó la tercera investidur­a de Mas. En su casa hubo “sensación de injusticia pero no se derramó ni una lágrima”. “Fue una liberación”, asegura.

No hay lugar para el arrepentim­iento “personal ni político”. “A lo hecho, pecho”, dice. Mas defiende que se fue para “garantizar la continuida­d del proceso soberanist­a” y mantener la unidad del independen­tismo. Pesaba el veto de la CUP pero sabía que, “si no me iba y se repetían las elecciones, ERC no repetiría Junts pel Sí”. Y añade, “el gran absurdo es que Junts pel Sí se hizo cuando la represión no era tan fuerte y la unidad se rompe justo cuando más se necesita”. “Hoy no hay unidad de acción, ni estratégic­a, ni confianza”, lamenta.

Se siente “máximo responsabl­e” de lo que ocurre hasta enero del 2016, “correspons­able” hasta el 1 de octubre del 2017 y “nada responsabl­e” a partir de entonces. “Habría hecho las cosas de otra manera”, sentencia. Aunque también admite que “me podría haber encontrado en la misma situación que Puigdemont. La orquesta la dirigía el Estado y no sé qué habría pasado”.

Hace un par de meses que no habla con su sucesor, la ruptura del espacio posconverg­ente le ha hecho escoger y Mas ha optado por quedarse en el PDECAT. Sus estilos son diferentes, pero insiste en resaltar su “lealtad personal” al expresiden­t y la “sintonía política en muchas cosas”. Mas no reniega de nadie, tampoco de Jordi Pujol. “Tiene mi afecto, mi amistad y mi reconocimi­ento por su gran obra de gobierno. Hay que saber separar las cosas”, zanja.

La confesión de Pujol acaba con CDC, el paso al PDECAT “no se hace con la fuerza necesaria” y la causa del 3% amenaza su futuro. Tampoco se arrepiente de ese paso al lado. “Tenía que dejar paso a nuevos liderazgos”. Ahora el PDECAT lo necesita en la campaña del 14-F para subsistir. Él prefiere un perfil bajo y no enfrentars­e a Junts.

“No hay lugar para la nostalgia”. Y el tiempo de la ambición pasó.

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Mas, fotografia­do en la playa de El Bogatell de
Barcelona, ha cerrado definitiva­mente su paso por la política activa
PEDRO MADUEÑO Sin nostalgia Mas, fotografia­do en la playa de El Bogatell de Barcelona, ha cerrado definitiva­mente su paso por la política activa

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