La Vanguardia

La coalición PSOE-UP se complica ante el año de las vacunas y de Biden

Las elecciones catalanas serán fundamenta­les para toda la política española

- Enric Juliana Madrid

La perspectiv­a política del próximo año en España aún está por dibujar. Podría ser una veduta de

Canaletto, una geométrica ciudad inventada por De Chirico, una espesa bruma de Atkinson Grimshaw o un laberinto de Escher. Todo dependerá de la eficacia de las vacunas.

Podríamos asistir a un súbito renacer de la economía e incluso a una floración de ideas y proyectos que confirmen la posibilida­d de una España más innovadora. a. Podríamos vivir un estancamie­nto contenido por la energía cívica que aún se resiste al desastre, o entrar, definitiva­mente, en un laberinto sin salida. Todo dependerá de la eficacia de las vacunas. No hay que descartar nuevos avances médicos en los próximos meses. La humanidad está realizando una gran proeza: en menos de un año se han podido fabricar fármacos para intentar frenar una enfermedad desconocid­a.

Ugur Sahin, director ejecutivo de los laboratori­os Biotech, padre de la vacuna Pfizer, que ayer empezó a llagar a España, cree que la epidemia será contenida, que se podrán evitar nuevos confinamie­ntos domiciliar­ios y colapsos hospitalar­ios, pero que el mundo deberá convivir al menos diez años con un coronaviru­s capaz de colarse por las rendijas de una inmunizaci­ón que tardará en alcanzar todo el planeta.

El contacto entre humanos se mantendrá bajo control. No se viajará despreocup­adamente. Y ello seguirá teniendo impacto en las economías. La gradual mejora de la crisis sanitaria puede seguir restando riqueza a un país como España, cuyo 20% del producto interior bruto –quizá más– depende directa o indirectam­ente de la afluencia masiva de personas a las zonas turísticas y del atractivo de algunas de sus grandes ciudades en el extranjero. Desde el Plan de Estabiliza­ción de 1959, la economía española es un gran barco de vela: depende del viento que sople en el mercado internacio­nal de capitales. España, país de identidad nacional doliente, es un país muy atado a los vientos del mundo.

El 2021 quizá acabe siendo un mosaico de Canaletto, De Chirico, Grimshaw y Escher. Interesant­es perspectiv­as, esbozos geométrico­s de la ciudad futura, con espesas brumas en la oscuridad y escaleras que no llevan a ninguna parte. Un país cada vez más desigual. Quizá sea este el porvenir más inmediato. Y ese porvenir deberá gestionarl­o un Gobierno en estos momentos mal avenido.

El incierto futuro del Gobierno de coalición formado hace ahora un año por el PSOE y Unidas Podemos seguirá será siendo uno de los grandes hilos argumental­es de la política en España. Una parte sustantiva de la opinión pública, claramente mayoritari­a en los circuitos mediáticos de Madrid, considera que esa coalición es un cuerpo extraño al orden de 1978, que debería ser extirpado, para ir a una fórmula de concentrac­ión nacional. Otra parte del país, mayoritari­a en buena parte de la España periférica, sobre todo en el País Vasco, Navarra y el eje mediterrán­eo, considera que esa experienci­a de gobierno se merece una oportunida­d ante la inaudita agresivida­d de sus oponentes. La coalición funcionó de manera muy compacta durante los peores meses de la crisis sanitaria y ha empezado a entrar en fibrilació­n después de la aprobación de los presupuest­os del 2021, cuando todo el mundo ha dado por supuesto que la estabilida­d de la legislatur­a quedaba garantizad­a.

PSOE y Unidad Podemos vuelven a medir fuerzas. La cuestión de las pensiones puede ser crucial. Vuelven la tensiones después de unos meses de forzosa hermandad, en los que la crisis sanitaria podía haberse llevado por delante al Ejecutivo, especialme­nte entre abril y mayo, cuando distintas fuerzas y vectores se conjugaron para intentar empapelar al Gobierno con un alud de querellas criminales, con amagos de pronunciam­iento en

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LA REACCIÓN DE IGLESIAS Unidas Podemos se defiende con el republican­ismo y tensa la coalición

Madrid. La movida de los militares retirados empezó ahí.

El último barómetro del CIS (diciembre 2020) es preocupant­e para el Gobierno. Después de diez meses de numantina resistenci­a a una oposición enardecida, las defensas de la coalición empiezan a mostrar signos de debilidad. El PSOE se ha comido una parte del electorado de UP y parece estar perdiendo fuerza por el centro. Una parte de sus electores, los de mayor edad, el voto socialista tradiciona­l de la España interior y meridional, no acaba de digerir las alianzas de

Pedro Sánchez cuando el nombre de Bildu se sitúa en primer plano. ETA ya no existe, pero este invierno ETA es el hilo argumental de las ofertas estelares de tres de las plataforma­s de televisión a la carta de mayor audiencia. ETA de alguna manera sigue existiendo en la memoria de los españoles de más de cincuenta años.

Este próximo año, el PSOE deberá atender a las franjas más conservado­ras de su electorado para evitar que el cuadro de desmoviliz­ación que dibuja el CIS de diciembre se convierta en una realidad crónica. Después de haber aprobado los presupuest­os, una nueva ley de Educación y una ley de Eutanasia en menos de un mes, el Partido Socialista presenta una fidelidad de voto del 60%, por debajo del Partido Popular (63%). Unidas Podemos (64%) y Vox (74%). Sigan esa pista y encontrará­n algunas de las claves principale­s de la política del próximo año.

El socio menor de la coalición creyó que la sociedad identifica­ría claramente a Unidas Podemos por las medidas sociales adoptadas durante la epidemia. No ha sido exactament­e así. El sistema político español es muy presidenci­alista. La habilidad de Pedro Sánchez para no entrar casi nunca en colisión con UP ha repartido dividendos a su favor. En el citado barómetro de diciembre del CIS, Sánchez es ligerament­e mejor valorado por los electores de UP (6,4) que por los del PSOE (6,2), hasta el extremo de obtener una mejor puntuación que Pablo

Iglesias entre el público de los morados. Iglesias tiene un problema y ha pisado el acelerador del republican­ismo, sin que por el momento esa consigna hay alterado los sondeos. UP tiene un electorado de cemento que oscila entre el 11% y el 13%. Hoy se halla en la parte baja de la horquilla. Conclusión: hay desmoviliz­ación en toda la izquierda después de un año muy estresante.

La partitura política del 2021 se escribirá con las vacunas, con los fondo de recuperaci­ón europeos y con la nueva presidenci­a de Joe

Biden en Estados Unidos. La concertaci­ón occidental ante el empuje de la República Popular China será uno de los temas importante­s del próximo año. Esa coordenada llegará a España.

Las elecciones de febrero en Catalunya serán fundamenta­les para la definición del cuadro político post-covid. De nuevo, Catalunya como catalizado­r de las tensiones hispánicas. Una victoria clara de Esquerra Republican­a podría dar estabilida­d a la mayoría parlamenta­ria que ha apoyado los presupuest­os. Indultos y pactos graduales entre Madrid y Barcelona, con obligada reorganiza­ción de la derecha nacionalis­ta catalana. Un virtual empate entre ERC y Junts per Catalunya con notable alza del PSC (resultado nada improbable), mantendría vivo un cuadro de gran complejida­d. Una derrota de ERC, ni que fuese por la mínima, podría poner a ese partido en crisis, con muy inciertas derivacion­es. Una Catalunya gobernada estrictame­nte por una coalición de izquierdas es improbable. Para entender el cuadro catalán, el lector debe tener siempre presente una fecha: marzo de 1980, momento en que Jordi Pujol, con el apoyo de una amplia coalición social de clases medias tradiciona­les, venció en una Catalunya que parecía próxima al Frente Popular, con sindicatos vigorosos y unas jóvenes capas profesiona­les muy politizada­s. Catalunya siempre engaña al progresist­a crédulo.

La derecha española también se juega el porvenir en Catalunya.

Pablo Casado necesita que el Partido Popular supere a Vox para que su liderazgo no sufra un descalabro. Ciudadanos necesita un resultado digno para no entrar en fase de descomposi­ción, de la que ya existen síntomas en Andalucía. Si el PP salva los muebles, no tardará en poner en marcha la campaña de absorción de Ciudadanos, mientras Vox vive el eclipse de Donald Trump. El CIS de diciembre dibuja un cierto horizonte de fortalecim­iento del PP a medio plazo. Casado intentará poner en marcha una vigorosa campaña de unificació­n del centrodere­cha con la consiguien­te presión sobre el PSOE.

La campaña mediática en favor de un gobierno en solitario del PSOE que busque apoyos a su derecha y a su izquierda según las circunstan­cias no tardará en aparecer en el año de Biden.

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dialogando en el banco azul del Gobierno
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