La Vanguardia

La normalidad como utopía

- Màrius Carol

Don Juan de Borbón dio un consejo a su hijo Juan Carlos, a modo de divisa de la monarquía: “Ten mucha cabeza, bastante olfato, nada en la lengua y los cojones en su sitio”. No era un eslogan precisamen­te sofisticad­o, pero resumía a su manera las condicione­s que debía tener un rey: sensatez, habilidad, prudencia y valor. Los problemas del rey emérito son el resultado de haberse olvidado de esta regla de oro.

Años después, Sabino Fernández Campo, tras su cese como jefe de la Casa del Rey, afinó el canon real, en su relectura de El príncipe, de Maquiavelo, en la Academia de Ciencias Morales y Jurídicas: “El príncipe nuevo, que ha obtenido el poder sin esfuerzo y lo mantiene con la conformida­d de su pueblo, ha de sentir hacia este, hacia el conjunto de los ciudadanos, un agradecimi­ento sincero y constante, demostrado en toda ocasión con un servicio, unos desvelos y un aprecio que llegue al sacrificio, si es necesario, pero en cambio no debe sentirse agradecido a nadie individual­mente, aunque parezca demasiado duro, porque el príncipe

La política es como la migraña: hay que aprender a convivir con ella

no puede admitir favores –principalm­ente en el aspecto material– que aprisionen su voluntad, le resten independen­cia y le impidan obrar con libertad y justicia”. Nadie podrá decir que el emérito no estaba avisado.

El discurso de Nochebuena de Felipe de Borbón, por las circunstan­cias especiales que confluían –la pandemia y la expatriaci­ón de su progenitor–, había despertado evidente interés y el Rey salió razonablem­ente airoso del reto. Y aunque no citó el nombre de Juan Carlos, reiteró su compromiso con unos principios éticos y morales que los ciudadanos reclaman y están por encima de las considerac­iones personales y familiares. El discurso, como es propio de una monarquía constituci­onal, fue revisado por el Gobierno, así que las críticas de oficio de algunos partidos tienen un tanto de ridículas: intentan deslegitim­ar unos conceptos que asume un Ejecutivo del que son socios o que apoyan en el Parlamento.

Hace 25 años, en el salón rojo de la embajada de España en Washington, en la víspera de la graduación del príncipe Felipe en Georgetown, le escuché decir que a él le tocaría reinar en un escenario de normalidad, sin la épica de algunas actuacione­s de su padre. Su conversaci­ón informal ya fue objeto de críticas por mostrar su preocupaci­ón por los casos de corrupción en la política española. Aquel día el hoy rey entendió que la normalidad resulta una utopía y que la política es como la migraña: hay que aprender a convivir con ella.

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