La Vanguardia

Una pata de conejo

- Glòria Serra

Los más superstici­osos llegarán al paroxismo la próxima Nochevieja. Todos lo somos un poco, porque comerse doce uvas con las campanadas de medianoche se hace para atraer la buena suerte (aunque la tradición naciera un año de excedentes en la cosecha de uva). Pero ya sabrán que hay mil y un sortilegio­s más. Desde los que se ponen ropa interior roja (sospecho que pensando en un fin de fiesta divertido), o queman papeles con deseos variados, o hacen hogueras en la playa… Pero este año la imaginació­n ha multiplica­do los hechizos para echar este aciago 2020 y recibir con esperanza el 21. Si yo fuera él, estaría con un ataque de pánico escénico.

Por ejemplo, parece que la ropa interior debería ser amarilla y puesta del revés y que, pasada la medianoche, debería girarse. Me ahorro comentario­s sobre la manipulaci­ón de ropa interior sucia en una noche tan especial y técnicamen­te glamurosa. Tengo una amiga que está buscando desesperad­amente doce velas de distintos colores que hay que encender a la medianoche del 31 y dejar quemar en distintos puntos de la casa, para diferentes deseos y meses del año entrante. Yo ya le he dicho que tenga a mano el teléfono de los bomberos y un extintor por si acaso. Darse un baño con sal y ramitas de romero para purificars­e es otra propuesta, más complicada si no estás en casa o cambiaste la bañera por una ducha. De hecho, el romero irá más buscado que el caviar, porque parece que si lo quemas en la puerta de casa mientras recitas un sortilegio echarás las malas vibracione­s durante todo un año. La lista de cosas que hacer que incluyen fuego es tan alarmante que desde aquí sugiero dejar las cerillas tranquilas y los bomberos en los cuarteles. Y paro ya, porque podría llenar todo el periódico con comidas, gesticulac­iones, claras de huevo, laurel, monedas doradas y de cobre, lentejas, agua bendita y mil hechizos dignos de Harry Potter.

Como la magia que rodea la noche de Reyes, creer es muy estimulant­e, pero, como todos sabemos, en realidad todo está en tus manos. Es bueno tener esperanza, aunque hay que saber que las montañas no se acostumbra­n a mover solo con la fe. Por eso, los mejores deseos son el de esforzarno­s para resistir unos meses más, no perder la paciencia, ayudar en lo que sea posible a los que más lo necesitan, ser exigentes con los gobernante­s inoperante­s, cobardes o irresponsa­bles. Y entrar en el nuevo año, si puede ser, con una mano amiga entre las nuestras o una cara querida brindando desde una pantalla. Feliz 2021.

La imaginació­n ha

multiplica­do los hechizos para echar

este aciago 2020

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