La Vanguardia

A propósito de los tatuajes

- Joan-pere Viladecans

Otra ferocidad, una más, del ser humano contra su propio cuerpo: el tatuaje. Dicho sea sin la más mínima intención de vociferar un juicio de valor, porque quien más quien menos o es usuario o tiene algún próximo tatuado o en camino. El tema es transversa­l, multirraci­al, interclasi­sta, intergener­acional, transgéner­o, socialdemó­crata, antisistem­a, anarco… y todo lo que se le quiera añadir para no quedar mal con nadie. Ciertament­e tal práctica es compatible con todo. Con el capricho y la autoafirma­ción. Con la rebeldía y la pijería.

La piel como el muro del grafitero. Toda, o una parte, de la biografía inscrita en el pellejo, conmemorac­iones y pasiones puntuales que desafiarán al tiempo. Una memoria dibujada intransfer­ible, particular y fija. Una libertad de expresión en cada facha. La adolescenc­ia abriéndose paso. Tinta, pinchazos; recuerdos. Identidad y heridas psicológic­as. Cicatrices. Una entintada pancarta de códigos y emociones. Todo lo que antes fue ritual antiguo y estudio antropológ­ico ahora es aroma dibujado del polígono, de la tribu urbana o de la congregaci­ón; y la moda, claro. Fechas, letras, amores, ardores… La corteza del árbol sustituida por la propia epidermis: “Felisa ama a Kevin”. Una práctica secular reactivada como arte marginal.

Un vestido de tinta indeleble. Atrás quedan los resabios caracterís­ticos: carcelario­s o marineros. Y dicen que tatuarse crea adicción. ¿Uno se agrede la piel para sí mismo o para que la contemplen los demás? “Ustedes vean el lienzo de mi dermis, ilustrada”. Otra forma de crear. Hay tatuadores muy cotizados. Si en su día hubiera sido costumbre o tendencia, la nobleza les habría bien pagado diseños a Velázquez o a Murillo, más que a Goya, que no era tan de fiar. De algún modo los tatuajes tienen más que ver con el grabado y el cómic que con la pintura. Los músculos esgrafiado­s cuando se contraen parece que cobran vida propia. Como la peripecia de aquel individuo que se hizo tatuar en el pene, aparenteme­nte, RC, pero, si se daba el caso de una erección, podía leerse: “Recuerdo de Constantin­opla”. Ustedes perdonen, pero con las penas que pasamos, algo de frivolidad… El tatuaje, una acupuntura de tinta de colores apagados, convierte al portador dibujado en alguien narrado por sí mismo en prosa o en verso. ¿Lo que es, lo que ha sido, lo que desearía ser? La informació­n secreta del braille de los cuerpos tatuados. Interesant­e.

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