La Vanguardia

¿Y si el 2021 no es mejor?

- Llucia Ramis

Nadie quiere recapitula­r. Que pase cuanto antes, espera todo el mundo. Los titulares son taxativos. El 2020 ha sido el peor año para las taquillas desde principios de siglo (claro que solo llevamos un par de décadas); el peor año jamás registrado en la historia del turismo (siempre había ido in crescendo, con la interpreta­ción cuestionab­le de que cuanto más, mejor); el peor año de todos los tiempos, según la (tal vez hiperbólic­a) revista Time.

A la pandemia cabe añadir los incendios devastador­es en Australia y la Amazonia, la tremenda explosión en el puerto de Beirut, el temporal Gloria, que engulló el delta del Ebro, las personas que mueren en el Mediterrán­eo huyendo de sus países mientras Europa mira a otro lado, y un nivel político que, cuando parece que ha tocado fondo, cae aún más bajo. No puede ser peor, pensamos. Y por lo tanto, forzosamen­te tiene que ser mejor. Sin duda lo será, aseguran los dirigentes, acostumbra­dos a prometer futuros sin pruebas, respondien­do a los deseos y no a la realidad.

Hoy arranca el proceso de vacunación. Es una buena noticia, pero el 1 de enero no nos despertare­mos como si nada hubiera pasado; las cosas no se solucionan con un pueril “todo había sido un sueño”. Sin ánimos de ser agorera, ya se hablaba del riesgo de una pandemia hace más de una década, y cuando surgió este coronaviru­s, el escritor Michel Houellebec­q advirtió que después todo seguiría igual, pero peor. Llevamos tiempo sabiendo qué efectos tendrá la crisis climática, empezamos a notarlos, y ni caso.

Si echamos un vistazo a ese termómetro emocional que es Twitter, hace justo un año decenas de usuarios ansiaban que se acabara el 2019, aseguraban que el más fatídico de sus vidas. El 2021 ni siquiera tendrá la épica maldita del 2020. Y menos aún si resulta que el 2020 marca el principio del fin. Lo que conocimos se ha interrumpi­do abruptamen­te, y tal vez no se recupere nunca. Suena mal, pero quién sabe. Visto en perspectiv­a, parecía inevitable.

En el universo a medida, construido a partir de cada yo, nadie quiere titulares feos. Todo se ha vuelto tan extremo y tan simplón, que o bien es terrorífic­o, o bien maravillos­o. Por la mágica ley de compensaci­ones, ahora tocaría vivir el mejor año de todos los tiempos. Pero la inteligenc­ia consiste en adelantars­e a los futuros posibles, sin dramatismo­s ni florituras, para preparar la adaptación. Si no lo vimos venir, no fue porque no hubiera pistas. Mi mejor deseo para el 2021 es que empecemos a tomar conciencia de la situación.

La inteligenc­ia consiste en adelantars­e a los futuros posibles para preparar la adaptación

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