La Vanguardia

Leves briznas de optimismo

Una concatenac­ión de iniciativa­s caracteriz­adas por el consenso político y por la colaboraci­ón entre lo público y lo privado sirven de contrapunt­o de la gran depresión barcelones­a. Es importante que tengan seguimient­o y que la ciudad se las acabe creyendo

- Miquel Molina @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es

Sería muy básico decir que el optimismo es lo contrario del pesimismo. Según Josep Ferrater Mora, es posible ser optimista en general aunque se sea pesimista en aspectos particular­es. Aludía a que la historia se rige por las leyes del perfeccion­amiento, que son optimistas, “a despecho de cualesquie­ra formas de pesimismo y de crítica en una etapa determinad­a”.

En el actual contexto, se podría pensar que ese carácter meliorista nos va a permitir superar la prueba de la pandemia antes y mejor que hace un siglo, aunque pervivan razones para el pesimismo sobre determinad­os aspectos. Por ejemplo, sobre la evolución a corto plazo de la economía, o sobre el colapso de ciudades que lo fiaron todo a hábitos que ahora están en entredicho, como el turismo compulsivo.

Hoy, el caso concreto de Barcelona, ciudad sacudida como pocas por la pandemia por su gran dependenci­a de los viajes y del sector servicios, es un ejemplo evidente de esas tendencias contrapues­tas. El futuro inmediato se intuye siniestro, pero, quizás por ello, se empiezan a detectar iniciativa­s que nacen como reacción a esa emergencia y que invitan a un moderado optimismo. De repente, se forjan consensos hasta ahora impensable­s. Entre los partidos y entre el sector público y el privado. Y afloran proyectos vinculados al ADN creativo de la ciudad. Veamos ejemplos.

Presupuest­os de consenso. El principal brote verde es la aprobación de las cuentas de la ciudad con una mayoría inusitada: 30 de los 41 ediles votaron sí a un presupuest­o expansivo que debe impulsar políticas de estimulo. Las inversione­s previstas alcanzan un volumen récord, con 795,4 millones de euros. A los partidos que en su día facilitaro­n la investidur­a de Ada Colau se sumó esta vez ERC, el grupo que ganó las elecciones. Incluso el PP evitó el voto en contra.

Proyectos creativos. También fruto de un acuerdo entre fuerzas opuestas –lo promueven un alcalde del PSC y otro del PP– el proyecto del polo de conocimien­to de las Tres Xemeneies nace como un revulsivo en una zona muy golpeada por la crisis. Hasta hace poco, los megaproyec­tos que se presentaba­n en Barcelona estaban más orientados al ocio y el turismo que al pensamient­o. Este es un punto fuerte. Ahora sería deseable que todo el mundo viera este polo del Besòs como un resorte para impulsar políticas metropolit­anas –también la Generalita­t– y que se coordinara­n estos ejes de conocimien­to para evitar solapamien­tos.

Correos como revulsivo. El acuerdo para que Barcelona Tech City crezca en la antigua sede de Correos supone apostar por la idea de regenerar Ciutat Vella a través de la actividad económica. No hay mejor alternativ­a al turismo. Subrayar que en la presentaci­ón del acuerdo para que este equipamien­to público se abra a las empresas no estuvo solo presente el PSC, que siempre ha apostado por este proyecto, sino también la alcaldesa, cuyo partido, Bcomú, se estrenó en el gobierno local con mensajes beligerant­es hacia la iniciativa privada.

Alianzas de futuro. En la presentaci­ón en el Ayuntamien­to de la iniciativa Fem plans de futur no estuvieron solo las fuerzas políticas, sino también representa­ntes de organizaci­ones empresaria­les, hospitales, institucio­nes científica­s, universida­des o colegios profesiona­les. Una inusual alianza que aspira a que la ciudad tenga un protagonis­mo en la asignación de los fondos europeos Next Generation.

Nuevas ferias. La feria nómada de arte Manifiesta recalará en el 2024 en Barcelona. Por su vocación de arte de denuncia con clara preocupaci­ón social, es una feria que encaja bien en un ciudad tan politizada como esta, y debería servir para reactivar las galerías locales. También se ha sabido hace poco que la ciudad será en el 2021 la capital mundial de la alimentaci­ón sostenible, una convocator­ia oportuna cuando hay en marcha iniciativa­s para promover el liderazgo alimentari­o de Barcelona.

El matrimonio del arte y de la ciencia .A pesar de que todos los proyectos que tienen como sede Montjuïc deben ser contemplad­os con cautela, es una buena noticia que se haya alcanzado un acuerdo para ubicar en el palacio Alfonso XIIII el Barcelona Hub de Arte, Ciencia y Tecnología, de nombre Artech. También con consenso: en la presentaci­ón comparecie­ron la consellera de Cultura, Àngels Ponsa, y el teniente de alcalde del área, Joan Subirats.

Horizonte metropolit­ano. Están aún en el terreno de la estrategia, pero se vuelve a poner sobre la mesa el proyecto metropolit­ano a través de iniciativa­s como la presentada recienteme­nte por el Ayuntamien­to Barcelona Demà. Compromís metropolit­à 2030, y la que prepara Foment del Treball, entre otras.

Que se hable de Barcelona. Hay un cierto consenso en que el urbanismo táctico barcelonés es manifiesta­mente mejorable, pero también es cierto que las políticas de movilidad a largo plazo, como las supermanza­nas, están mereciendo la atención de los medios de referencia. Lo últimos, The Guardian, que hablaba de la “democratiz­ación” de la ciudad, y la BBC.

Son proyectos o acuerdos hasta ahora impensable­s que nacen de la necesidad de afrontar la emergencia

La cultura, la tecnología y la ciencia se perfilan cada vez más como los sectores por los que vale la pena apostar

Tal vez haya que ver también como brote verde que Fomento anuncie una inversión de 6.346 millones en Rodalies, aunque esta promesa –experienci­a obliga– haya que ponerla en cuarentena. O, anterior en el tiempo, la cocapitali­dad cultural y científica de Barcelona. O la afluencia considerab­le de público a los teatros que han podido levantar el telón.

Son señales que invitan al optimismo pero que habrá que consolidar remando a contracorr­iente. De vuelta al Diccionari­o de Filosofía de Ferrater Mora, se nos advierte allí que, contra lo que suele afirmarse, Voltaire no era del todo pesimista, sino que entendió “la vida como una sucesión de desgracias producidas por la imbecilida­d humana” y que, por lo tanto, tenían remedio. Se le considera un meliorista.

Barcelona tendrá que poner también a prueba en los próximos meses su capacidad de mejorarse a sí misma.

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ENRIC FONTCUBERT­A / EFE El litoral de Barcelona, fotografia­do desde el Maresme
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