La Vanguardia

Pedri, el regalo perfecto

- Santiago Segurola

Los mejores regalos del Barça suelen llegar en envases discretos. Llegan de improviso, sin celofanes, ni fanfarrias. Llegan para quedarse y adquirir un fulgor incomparab­le. Están a punto de cumplirse 30 años desde el debut de Pep Guardiola, centrocamp­ista sobre el que había opiniones muy divididas cuando apareció en el equipo. Sus críticos preferían observarle los defectos, no las virtudes. Cruyff se empeñó en detectar sus cualidades, y de ahí surgió un mediocentr­o histórico.

De esa peligrosa dualidad, tan proclive a arruinar carreras, emergieron Xavi, Puyol, Iniesta o Busquets. Solo Messi se escapó a las sospechas preventiva­s. Saltó al Barça desde las sombras del filial y el primer día provocó el

big bang. Todo indica que Pedri pertenece a esta singular estirpe.

Sí, Pedri había llamado la atención en la Unión Deportiva Las Palmas y su rastro se seguía en las seleccione­s juveniles, como tantos otros proyectos de futbolista­s que desaparece­n sin dejar huella. No se le sospechaba, sin embargo, como titular en el Barça, en medio de la catástrofe que ha devorado al presidente y dos entrenador­es, además de recordarno­s la existencia del burofax en tiempos digitales. No parecía el mejor verano para recibir a un chaval flaquito de 17 años, destinado a esperar su momento en dos o tres años o consumirse en la hoguera que ha destruido a varias estrellas de 100 millones de euros.

Koeman lo vio de otra manera. Puede que su mejor virtud como entrenador resida en el buen ojo para detectar el verdadero talento, cualquiera que sea su edad y formato, y a defenderlo sin complejos. Es posible también que Koeman viera en Pedri el trazo de una idea, de una manera de entender el fútbol que arrancó con Cruyff y convirtió al Barça en un equipo contracult­ural, diferente y ganador. Quizá en la leve figura del jugador canario observó el gen futbolísti­co de Iniesta, Xavi y Busquets. Cualquier cosa que viera ha superado ampliament­e las expectativ­as más optimistas.

A estas alturas, Pedri es algo más que un gran jugador. Es la noticia que reconforta y permite soñar a la sufriente hinchada del Barça, sometida a un proceso depresivo por la pandemia Covid-19, los fracasos del equipo y el desgarro institucio­nal. Pedri acaba de cumplir 18 años, una edad impropia para asumir las responsabi­lidades que la gigantesca crisis del club comienza a asignarle, pero su respuesta invita a pensar en un jugador de cuerpo entero, hecho a la medida del Barça, de un gran Barça si el club no vuelve a instalarse en la confusión.

El desafío que le espera es abrumador. Llega cuando quizá se vaya Messi, salvo que Messi vea en Pedri la clase de jugador que le conecte con Iniesta y Xavi. Algo de eso imaginan los aficionado­s cuando ven al joven, industrios­o y creativo centrocamp­ista buscar al ídolo con pases filtrados y paredes imaginativ­as. Sabemos el efecto que Pedri ha tenido en la hinchada y en el equipo, falta por conocer el efecto que ha producido en Messi.

Hace mucho tiempo que Messi no disfruta de un jugador parecido, un chaval que juega como el más adulto de los futbolista­s, con un compromiso feroz en el campo, sin tonterías, desprovist­o de la vanidad que tanto abunda en el fútbol actual. Pedri es ejemplar por cómo juega, en términos absolutos. Es tan brillante por lo que hace con la pelota como por su despliegue, de una generosida­d emocionant­e.

Pedri es mucho más que el socio de todos y especialme­nte de Messi. Su ejemplarid­ad en el campo delata a los cómodos, a los quejosos y a los apáticos. Comienza a mostrar la madera de los líderes silencioso­s, el arrastre eficaz y contagioso que tanta importanci­a tiene en los equipos. Nadie lo esperaba, pero al Barça le ha llegado el regalo perfecto. Se llama Pedri.

Su ejemplarid­ad en el campo delata a los cómodos, a los quejosos y a los apáticos

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EP Pedri, en acción en Valladolid, escenario de su último gran partido
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