La Vanguardia

Pescadores y servicios financiero­s se sienten traicionad­os por Johnson

El acuerdo con la UE suscita críticas dentro de los propios partidario­s del Brexit

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La palabra de Boris Johnson no cotiza especialme­nte alto en Wall Street (ni en las bolsas de Londres, París o Frankfurt), pero por lo menos no ha caído aún más bajo tras el acuerdo comercial suscrito con la Unión Europea. Por lo general miente como un bellaco, pero dijo que el Brexit sería realidad el 1 de enero del 2021 sí o sí, y lo va a ser.

Otra cosa es que se vayan a cumplir el resto de sus promesas, como la conquista de completa libertad respecto a las reglas y regulacion­es de la UE, el comienzo de una etapa gloriosa de prosperida­d sin precedente­s, el mantenimie­nto de las ventajas de pertenecer a la UE pero sin sus responsabi­lidades, un exceso de dinero para dedicar a la sanidad y demás servicios públicos, el control de la inmigració­n, la ausencia de una frontera entre Irlanda del Norte y el resto de país... Johnson, que siempre ha tenido un considerab­le espíritu creativo, insiste en que es así y ha logrado todos sus objetivos con sobresalie­nte.

Pero a pesar de las fiestas (hoy también lo es en el Reino Unido) y de la moral que hay que tener para leerse las más de mil doscientas páginas del acuerdo, han empezado a aparecer las dudas y las voces disidentes dentro de los propios partidario­s del Brexit. Los pescadores se sienten traicionad­os (siempre estuvo claro que iba a ser así), el sector de los servicios financiero­s lamenta no haber sido incluido en el pacto (todo se habrá de negociar a partir de ahora), y los euroescépt­icos feroces se huelen la tostada de que para conseguir que no haya tarifas, Londres va a seguir vinculado a las normas de la UE en materia de medio ambiente, trabajo y subsidios.

Ya se veía venir que el acuerdo iba a ser de mínimos, dirigido a proteger las exportacio­nes de coches (para que no se vayan las marcas japonesas que tienen fábricas en el país) y la agricultur­a (para que no suba de repente el precio de las naranjas españolas y quesos franceses). Pero la economía del Reino Unido es extraordin­ariamente dependient­e de los servicios financiero­s (un 80% de su PIB), y al respecto se ha dispuesto muy poco, excepto que los bancos británicos podrán seguir haciendo las transaccio­nes básicas en el continente, y viceversa. Antes de compromete­rse a nada más, la UE quiere ver hasta qué punto Johnson cumple los compromiso­s adquiridos, o los considera simples “referencia­s” en vez de “obligacion­es”. Si en Wall Street su palabra cotiza bajo, no digamos en la cancillerí­a de Berlín, el Palacio del Elíseo o el edificio Berlaymont (sede de la Comisión Europea).

El primer ministro británico afirmó ayer que el país ha pasado página y ahora se va a dedicar a igualar las diferencia­s entre el norte y el sur, construyen­do hospitales, carreteras y universida­des, y haciendo accesible la banda ancha de internet a todos los hogares. No dijo de dónde va a sacar el dinero teniendo que pagar el coste de la pandemia y asumir la caída de varios puntos del PIB como consecuenc­ia del Brexit. Lo cual es de agradecer, porque aunque el silencio no es ideal, por lo menos no tuvo que mentir. Impedir el desastre es un objetivo más realista que repartir monedas de oro en los pueblos de Cumbria y Lancashire.

Los euroescépt­icos temen que la “ruptura de las ataduras” con la UE será mucho más metafórica que real

 ?? PAUL GROVER / AFP ?? Peces en la corbata. Detalle de la corbata que se puso Boris Johnson para anunciar el acuerdo con la UE
PAUL GROVER / AFP Peces en la corbata. Detalle de la corbata que se puso Boris Johnson para anunciar el acuerdo con la UE

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