La Vanguardia

“Benedicto XVI es un pensador moderno”

Peter Seewald, biógrafo del Papa emérito, autor del libro ‘Una vida’

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

El periodista alemán Peter Seewald, profundo conocedor de la vida y obra del emérito Benedicto XVI –que fue Papa desde abril del 2005 hasta febrero del 2013–, ha publicado este año una biografía definitiva de Joseph Ratzinger. Titulada Benedicto XVI. Una vida, salió en Alemania en mayo, y en español en otoño, editada por Mensajero (Grupo de Comunicaci­ón Loyola, GCL). Peter Seewald, de 66 años, reconocido autor de temática religiosa, había publicado ya cuatro libros-entrevista con Ratzinger –dos de ellos siendo este cardenal–, y para esta biografía mantuvo nuevas conversaci­ones con el Papa emérito en el 2018 y con decenas de testigos cercanos a él. Seewald trabajó en el pasado en las revistas Der Spiegel y Stern ,yenel magazine del Süddeutsch­e Zeitung.

¿Cómo pasará Benedicto XVI a la historia? Como Pontífice no lo hizo todo bien.

¿Quién hace bien todo? Por supuesto, el papa Benedicto también cometió errores, como por ejemplo algunos nombramien­tos de obispos. Pero también ha admitido abiertamen­te las deficienci­as, incluso aquellas, como en el caso Williamson [obispo lefebvrian­o revisionis­ta], que no pudo evitar. ¿Qué quedará de Joseph Ratzinger? La historia tiene que juzgar eso. Quizá se pueda limpiar su imagen de las muchas distorsion­es que en público le dibujaron como un partidario de la línea dura, cosa que él en realidad nunca fue. Además, su fama dependerá del propio desarrollo de la Iglesia católica, de lo que sea necesario para evitar que este barco se hunda. Seamos honestos: el cristianis­mo ya se ha convertido en un fenómeno marginal en casi todos los ámbitos de la vida social. La crisis de la Iglesia se intensific­ará, y con ella la crisis de la sociedad, que sin la ética de la religión está al borde. Por tanto, puedo imaginar que algún día se mirará con agradecimi­ento a obras como la de Ratzinger, que ayudan a recuperar valores y orientació­n. Dentro de la Iglesia, su legado podría convertirs­e en pilar fundamenta­l para una nueva evangeliza­ción. Ningún otro pontífice deja una obra sobre Jesús tan enorme como él, o incluso una cristologí­a como la que él ha escrito. Claro que tampoco podemos reducir a Benedicto XVI a sus ocho años en la cátedra de Pedro. Ratzinger ha estado en el ojo público durante más de medio siglo. Su teología ha abierto nuevas puertas. A medida que la doctrina cobraba vida, se convirtió en un renovador de la fe. Sin él como asesor conciliar, el concilio Vaticano II nunca habría existido en su forma abierta y progresist­a. Ciertament­e será recordado como alguien incómodo, pero también como alguien cuyas afirmacion­es correspond­en fielmente a la doctrina católica.

Usted ha dicho que Ratzinger es un pensador moderno, una afirmación que para algunos puede parecer una provocació­n.

Eso les puede parecer, pero quien aborde mínimament­e la biografía del Papa alemán no puede llegar a ninguna otra conclusión que la de que es un pensador moderno. No es casualidad que se le considere uno de los intelectua­les más importante­s de nuestro tiempo. El pensamient­o moderno era su marca registrada. Como profesor de 35 años, eso le convirtió en una estrella del firmamento de la teología. Como perito al lado del cardenal Josef Frings, se convirtió en el spin doctor

más importante del concilio Vaticano II. A diferencia de otros teólogos, él siempre trabajó sobre la base de las enseñanzas de la Iglesia, que no quería reconstrui­r ni desechar, sino desarrolla­r en el buen sentido. Las líneas básicas de su teología estaban ya completas a principios de los años sesenta. El gran punto de inflexión, el cambio de progresist­a a reaccionar­io que le atribuyero­n opositores como Hans Küng, no ocurrió nunca. Él siempre se ha mantenido fiel a un pensamient­o orientado hacia la razón, moldeado en las enseñanzas de los padres.

No siempre tuvo buena fama.

Desde el principio, Ratzinger utilizó a fondo las posibilida­des de los medios modernos. Eso se debió sobre todo a su amiga Esther Betz, periodista e hija de un editor. Escribía artículos en tabloides y al tiempo concedía entrevista­s de la más alta calidad a la prensa seria. Como cardenal, era el eclesiásti­co más buscado del mundo. Los reporteros hacían cola, y los lectores se entusiasma­ban ante las sustancios­as conversaci­ones que se podían tener con él. Por otra parte, ningún otro líder de la Iglesia estuvo tan expuesto a ataques hostiles como Ratzinger. Él se había opuesto al espíritu de la época, a la dilución de la tradición, y debía pagar por ello. Nunca le abandonó el apelativo de Panzerkard­inal, que nada tiene que ver con la realidad. Su pontificad­o también sufrió una cobertura informativ­a agresiva y, no menos importante, manipulado­ra por parte de algunas importante­s empresas de medios. El filósofo francés Bernard-henri Lévy escribió que, en cuanto el debate gira en torno a Ratzinger, “el prejuicio, la falta de sinceridad e incluso la total desinforma­ción dominan todas las discusione­s”. En resumen: cualquiera que se aproxime realmente a la obra de Ratzinger, verá el espíritu fresco y vivo que hay en ella. Sus análisis no dependiero­n de la corriente principal, sino que surgieron del pensamient­o crítico, incluso a costa de la popularida­d. Él siempre estuvo dispuesto a cambiar cosas y a hacer cosas que nadie antes se había atrevido a hacer, y lo demuestra sobre todo su renuncia en el 2013 al cargo por razones de edad, con la que revolucion­ó el papado. Su renuncia fue el resultado de su pensamient­o razonado y de la toma de decisiones en oración.

Benedicto XVI tiene ahora 93 años; el pasado junio viajó a Ratisbona para visitar a su hermano Georg, que falleció poco después. ¿Cómo vive hoy el Papa emérito? ¿Habla usted con él por teléfono?

No. Creo que ya no usa el teléfono. Su voz es muy débil; es difícil entenderle. Cuando a fines de noviembre el papa Francisco le presentó personalme­nte a los recién creados cardenales, Benedicto XVI dijo en tono de broma: “El Señor me ha quitado la voz para que pueda apreciar mejor el silencio”. Pero está bien para su edad. Se ha recuperado por completo de la erisipela facial, que se había vuelto masiva y muy dolorosa tras el agotador viaje a Ratisbona al lecho de muerte de su hermano.

En esta época de coronaviru­s, ¿cómo transcurre­n sus días?

Celebra la santa misa cada día, medita, lee mucho, se ocupa de su correspond­encia, y recibe la revista de prensa diaria para mantenerse informado. Ratzinger siempre ha valorado la reclusión monástica y, como Papa emérito, eligió consciente­mente el pequeño monasterio en los jardines del Vaticano como su último lugar de residencia terrena. De hecho, debido a su extensa correspond­encia tiene aún mucho que hacer. En nuestro último encuentro, incluso dijo que bien podía imaginarse retomando la pluma cuando se encuentre mejor. Siempre ha sido un escritor notorio y está muy interesado en lo que está sucediendo en el mundo y en la Iglesia.

¿Cuál es la relación entre Benedicto XVI y el papa Francisco?

Parece que nadie puede imaginarse que su relación sea buena. Muchos periodista­s ven que Benedicto y Francisco son personas de diferente tipo, y de eso concluyen que los dos deben ser enemigos e intrigar el uno contra el otro. Pero no es el caso; no es que Francisco sea el que “lucha contra los lobos” y Benedicto sea una presencia oscura al fondo. No hay tal sombra, y ciertament­e no hay un ‘segundo Papa’, como algunos han hecho creer al público. En su renuncia, Benedicto XVI prometió obediencia a su sucesor, quienquier­a que fuese. Y se mantuvo firme. No hay una sola declaració­n pública suya dirigida contra su sucesor. Y hemos vuelto a ver en el encuentro con los nuevos cardenales que la relación entre Benedicto XVI y su sucesor es muy cordial. Francisco le venera; en una ocasión le definió como “un buen abuelo”, pero otra vez le señaló como “un gran Papa” cuya obra, según dijo, será mejor conocida de generación en generación. Y viceversa: a Benedicto XVI no le gusta aplaudir todo lo que hace el sudamerica­no Jorge Bergoglio, pero tampoco tiene por qué. El Papa es el Papa; y el Papa es Francisco. Ambos hombres fueron o son líderes profundame­nte religiosos de la Iglesia católica y tienen gran respeto el uno al otro. Solo eso ya merece respeto por el representa­nte de Cristo en la tierra elegido por los cardenales. El Papa emérito acaba de pedir a los nuevos cardenales que obedezcan y sean leales al Papa en ejercicio. Además, existe gran simpatía entre estos dos sucesores de Pedro y también por esta razón, como se ve una y otra vez, hay buena relación entre ellos. Incluso si eso sorprende a algunos.

SU MIRADA A LA TEOLOGÍA “Trabajó sobre la base doctrinal, que no quería reconstrui­r ni desechar, sino desarrolla­r”

RENUNCIA AL PAPADO EN 2013 “Fue el resultado de su pensamient­o razonado y de la toma de decisiones en oración”

TRATO CON EL PAPA FRANCISCO “Su relación es muy cordial; no hay un ‘segundo Papa’ como pretenden algunos”

VOLVER A ESCRIBIR QUIZÁ “En nuestro último encuentro, incluso dijo que podía imaginarse retomando la pluma”

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DIVISIONE PRODUZIONE FOTOGRAFIC­A / L'OSSERVATOR­E ROMANO Benedicto XVI con el periodista alemán Peter Seewald, el 1 de agosto del 2020 en el Vaticano, cuando este acudió a entregarle el nuevo libro

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