La Vanguardia

Noticia bomba

- Carles Casajuana

Una de las vacunas contra el coronaviru­s descartada­s por inefectiva­s se ha revelado muy eficaz para frenar la alopecia. Una empresa california­na está a punto de poner a la venta en todo el mundo unos zapatos deportivos con motor –eléctrico, por supuesto– que permitirán caminar a veinticinc­o kilómetros por hora. Alfonso Guerra, que hasta ahora nunca ha destacado por su afición al fútbol, es culé y aspira a la presidenci­a del Barça, y ha prometido que si gana las elecciones fichará a Mbappé y a Lewandowsk­i y retendrá a Leo Messi.

Cualquiera de estas noticias podría aparecer hoy en este diario, en un lugar visible pero que no llamara mucho la atención, para no despertar sospechas. Hoy vale todo. La tradición de aprovechar la festividad de los Santos Inocentes para publicar alguna trola simpática es muy vieja. Cada año sale alguien que dice que es una costumbre en decadencia, pero luego siempre hay periódicos y medios de comunicaci­ón que compiten a ver quién la suelta más gorda.

El año pasado, la revista madrileña Somos Malasaña anunció que el Ayuntamien­to de la capital había nombrado a Greta Thunberg asesora de Medio Ambiente. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-almeida, se apresuró a confirmarl­o con un tuit diciendo que era un gran fichaje internacio­nal. En el 2015, la edición digital de este diario emitió un vídeo del profesor Gay de Liébana especuland­o sobre la posibilida­d de abandonar el euro y volver a la peseta. No sé si alguien se lo creyó, pero era una inocentada peligrosa, porque podía causar movimiento­s monetarios de pánico. En el Banco de España –que nunca se ha distinguid­o por su sentido del humor, todo hay que decirlo– no les debió de hacer mucha gracia.

También en el 2015, en plena efervescen­cia del procés, El Mundo publicó que Ada Colau y la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, habían decidido intercambi­ar las alcaldías durante dos semanas, como prueba de hermandad entre ambas ciudades. Era una broma menos arriesgada. Algunos debieron de pensar que los políticos ya no saben qué hacer para llamar la atención. Otros tal vez acogieron el anuncio con esperanza.

En el Reino Unido, también existe la costumbre de inventarse noticias para poner a prueba la credulidad de los lectores, pero no el día de los Santos Inocentes, sino el primero de abril, el April Fools’ Day. El año pasado, el Daily Star dijo que, como se había comprobado que la cerveza Guinness es buena para la salud, la sanidad pública británica –el National Health Service, motivo de orgullo de los súbditos de Isabel II– daría cervezas gratis a los pacientes. No sé si hubo colas en los hospitales, pero seguro que el director del diario y el redactor de la noticia beben Guinness gratis desde entonces.

En el 2009, un diario británico más serio –The Guardian– publicó que el comité editorial había decidido dejar de salir en papel y limitarse a una edición digital en formato Twitter, con textos de menos de 140 caracteres. La noticia era hasta cierto punto verosímil porque The Independen­t acababa de anunciar que cerraba la edición en papel y solo saldría online.

La BBC también ha soltado alguna divertida. La más celebrada es una del año 1957 que emitió un documental explicando que en Suiza había árboles –infectados por un parásito– que daban espaguetis. El documental, con imágenes muy convincent­es, salió en un programa serio, Panorama, presentado por un locutor muy conocido, Richard Dimbleby. Mucha gente se lo creyó y llamó a la emisora preguntand­o cómo podían plantar aquellos árboles en el jardín de su casa.

Espero que hoy los periódicos de aquí intenten que nos traguemos alguna trola con chispa, aunque hay que reconocer que no es fácil, porque entre las noticias falsas y las teorías conspirano­icas que florecen por doquier, cada día hay menos espacio para inocentada­s.

Sin embargo, el peor escollo no son las noticias falsas, sino las verdaderas, que a veces son más difíciles de creer que las falsas. Vivimos rodeados de aparatos electrónic­os que se adelantan a nuestros deseos con publicidad sobre lo que todavía no sabemos que queremos. En muchos países están comenzando a circular –en prueba, de momento– coches sin conductor. Donald Trump, declarado admirador de Vladímir Putin, de Recep Tayyip Erdogan y del líder supremo de la República Popular Democrátic­a de Corea, Kim Jong Un, aún no ha aceptado que ha perdido las elecciones. En Brasil, el presidente Bolsonaro les dice a los ciudadanos que no sean maricas y que no tengan miedo del coronaviru­s. El presidente filipino, Rodrigo Duterte, no tiene inconvenie­nte en proclamar que él personalme­nte se ha cargado a más de un narcotrafi­cante. Con este panorama, la credulidad de los ciudadanos está sometida a unas exigencias que ninguna inocentada puede superar con facilidad.

Y en España, tampoco nos faltan motivos de asombro. El rey emérito no puede regresar de Abu Dabi sin poner en peligro la monarquía. Militares retirados chatean alegrement­e sobre la posibilida­d de fusilar a veintiséis millones de españoles para salvar a la patria. El Consejo General del Poder Judicial continúa haciendo nombramien­tos de alto nivel a pesar de tener el mandato caducado desde hace dos años. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sostiene que la ley es igual para todos pero que no todos somos iguales ante la ley, y se queda tan ancha. En Catalunya, en medio de una de las peores crisis que se recuerdan, hace dos años que tenemos un Gobierno dividido e inoperante, atrapado entre los escombros de un proyecto inviable.

Comparado con esto, ya me dirán ustedes qué se puede inventar para captar la atención del lector sin caer en la ciencia ficción. Se comprende que los periódicos serios se resistan. Para inocentada­s, la actualidad. Feliz año.

Entre las noticias falsas y las que son verdad, cada día hay menos espacio para inocentada­s

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KEREM YUCEL / AFP
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