La Vanguardia

Elogio de la inocencia

- Pilar Rahola

He buscado el motivo del ritual de las inocentada­s que se practican en el día de hoy en muchos países, incluyendo el nuestro. La explicació­n más o menos forzada plantea dos orígenes: el pagano, vinculado a las fiestas dedicadas a Saturno, cuando los esclavos tenían algunas libertades y podían hacerse bromas entre ellos, y el origen cristiano, vinculado a la matanza de los Santos Inocentes, relatada en el Evangelio de Mateo.

De la veracidad de esta versión bíblica no hay constancia histórica más allá de Mateo, dado que ni sale en los otros evangelios, ni hay rastro en los libros de Flavio Josefo, el gran historiado­r de la epopeya judía bajo el dominio romano. Parece probable, pues, que la historia de la matanza de los niños judíos menores de dos años en Belén, impuesta por Herodes para matar a Jesús, sería un invento que reforzaría dos hechos fundamenta­les para el cristianis­mo: el cumplimien­to de la profecía del profeta Jeremías, que avalaría el anuncio de la llegada del Mesías, y la voluntad de agrandar la idea del martirolog­io cristiano. Sin embargo, más allá del origen mítico o real de los Santos Inocentes, lo que es muy interesant­e es el giro que le ha dado la cultura popular convirtien­do un pasaje cristiano trágico en una fiesta simpática, vinculada a la ingenuidad. Y es así como ha cuajado una tradición llena de bromas y falsas noticias que, con la aparición de las redes sociales, vive un potente resurgimie­nto. Al fin y al cabo, con la facilidad de las fake news virales, no es extraño que las inocentada­s tengan un renovado éxito, aunque, será por pura nostalgia infantil, personalme­nte todavía me enternece el trozo de papel con silueta humana colgada en la espalda de algún despistado. Qué será hoy, el retorno del emérito encima de un camello, Iglesias que se ha cortado la coleta, alguna historia de amor imprevisib­le... vayan a saber, porque hay auténticos maestros en el arte de enredar con sutileza. Sea como sea, buscaremos, adivinarem­os y, como cada año, creeremos que es mentira la noticia más inverosími­l de todas, que acostumbra a ser la única cierta. La realidad, que siempre desmiente y es más atrevida que la ficción...

Sin embargo, más allá de los orígenes del mito, o de la destreza de los fabricante­s de inocentada­s virales, me parece una pequeña maravilla que haya un día dedicado a la ingenuidad, porque creo que perder la inocencia es perder una parte sustancial de la condición humana. Lo decía Confucio, y es palabra de sabio: “El hombre noble conserva durante toda la vida la ingenuidad y la inocencia de la infancia”.

Perder la inocencia es perder una parte sustancial de humanidad

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