La Vanguardia

Cinco años del tongo de la CUP

- Joaquín Luna

Si uno fuese devoto de las conspiraci­ones, ayer hubiese concedido la Laureada de San Fernando a la CUP por su contribuci­ón a la integridad de España al cumplirse los cinco años del mayor tongo de la democracia en Catalunya: el empate a 1.515 votos para decidir si destituían al presidente elegido en las urnas, Artur Mas.

Aquel 27 de diciembre del 2015, las bases de la CUP celebraron una “asamblea nacional extraordin­aria” en Sabadell para darse importanci­a, pisto democrátic­o y marcar paquete o vagina que concluyó con un inverosími­l nulo, tongo que tiene pendiente una investigac­ión periodísti­ca. Nos tomaron por idiotas y hay que reconocer que un poco idiotas hemos sido...

Una semana más tarde, enero del 2016, la muy asambleari­a CUP acordó a puerta cerrada y entre cuatro gatos enviar a Artur Mas “a la papelera de la historia”. Y conducir a toda Catalunya al terreno baldío de la revolución más atípica de la humanidad: ¿dónde se ha visto una revolución sin revolucion­arios, sin descamisad­os y sin más rabia que la de que entren a robar en la segunda residencia?

Los partidario­s de la unidad de España están en deuda con la CUP por dinamitar el movimiento independen­tista, que si tenía alguna opción de no estamparse contra un muro era a través de un liderazgo sólido (bastante debilitaro­n las urnas a Mas en el 2012).

Con la fuerza electoral más exigua dentro del independen­tismo, la CUP ha llevado el proceso al terreno que le convenía a eso que llaman Madrid: todo o nada. En cuestión de fuerza bruta, un Estado lleva siempre las de ganar.

Gracias también a la CUP, Catalunya normalizó como si nada el método del dedazo, asociado a lo peor de México. Mas nombró a Puigdemont a dedo y con prisa, Puigdemont nombró a Torra a dedo –y para no tener sombra– y asusta pensar que en el 2021 la Generalita­t pueda ser presidida por alguno de esos frikis que se perfilan en las listas de Juntsxcat.

Otro momento estelar del mambo de la CUP fue la abstención que impidió investir president a Jordi Turull en marzo del 2018, un día antes de su cita judicial en Madrid. Otro servicio a la patria...

Catalunya sigue rehén de un movimiento antieurope­ísta que ha desprovist­o de realismo a la política catalana sin que su objetivo “revolucion­ario” esté hoy más cerca que en el 2015. Si esto no es una revolución salonnière. Yde Sant Gervasi...

Madrid debería laurear a la CUP a los cinco años del simulacro de empate a 1.515 para echar a Mas

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