Una nueva biografía de Paquirri aporta material inédito sobre el torero
El fotoperiodista Alfredo Sánchez ha publicado un libro sobre el torero con material inédito
Francisco Rivera Paquirri fue el primer torero en morir en la plaza desde Manolete, en 1947. La España de 1984 recibió como un shock aquella cogida mortal retransmitida en directo. Buena parte de la leyenda de Paquirri se asienta en un final trágico y en el apoyo gráfico que tuvo su vida y su muerte. Y en este aspecto, apenas existen un par de nombres al nivel de Alfredo Sánchez. El fotoperiodista sevillano acaba de publicar Paquirri en primera persona, la historia de una herencia (Ed. Sevillapress) a los 36 años de la muerte del diestro, fallecido, precisamente, con 36 años. “Más que una biografía se trata de un álbum biográfico en el que incluyo fotos completamente inéditas, desde estampas familiares como la primera en público con su madre, haciendo la mili en San Fernando o la firma en el libro de vuelo la primera vez que toma una avión. Pretendo resaltar su figura, desde sus inicios hasta el controvertido final con el reparto de su herencia”, explica Alfredo Sánchez.
Sánchez entrevistó a Paquirri muchas veces en tiempos en que todo era distinto: “En aquella época teníamos un trato: los toreros no cobraban por dar entrevistas ni los periodistas por matar toros. Paco nació en Zahara de los Atunes (Cádiz), prácticamente en una choza, sin agua ni luz eléctrica, en una familia pobre que el padre sacaba adelante trabajando en el matadero. Por eso tiene más mérito que llegase a ser tal figura al morir y dejando tanto patrimonio”. Que un diestro de relumbrón pero de origen más que humilde se des
posase con una aristócrata de la tauromaquia como Carmen Ordóñez era un cuento de hadas al revés. ¿Por qué se truncó? “Carmina tenía 17 años al conocer a Paco. Ella había crecido Madrid y él en el campo. En el libro cuento que él se disgusta cuando llama a casa tras cada faena, como le prometió, y no la encuentra. No fue por celos, creo que a ella le gustaba salir con sus amigas, las fiestas de la capital y a él no, sino reunirse en Cantora, en el campo, en una capea… Eran jóvenes de mundos distintos. En broma, Paco dijo que le había dado a Telefónica diez millones de pesetas en conferencias”.
Y apareció Isabel. Se conocieron en una recepción tras torear en Jerez. La primera frase que se cruzaron fue “Así que tú eres la Pantoja”, a lo que ella respondió. “Me llamo Isabel”. Presentados por el fotógrafo Manolo Gallardo, surgió el flechazo. Volvieron a coincidir a los 20 días, una vez cuadradas agendas e iniciaron un noviazgo perfecto: la arrebatadora folklórica en auge y el torero más atractivo, número 1 del escalafón. “Creo que estuvieron enamorados hasta la muerte de Paco. Claro que hubo discusiones entre ellos, pero que a los 36 años vengan a decir que estaban prácticamente separados… Yo eso no lo viví”, revela Sánchez. Respecto a su última llamada telefónica, Alfredo tuvo acceso al registro del hotel: “Llamó a Isabel seis veces, pero no pudieron hablar. Luego hubo otros dos números y sí se estableció conexión. No se ha revelado a quién pudo llamar, aunque se ha especulado que a Lolita, Carmina o a Bárbara Rey”.
Llegamos a la herencia. En los 80, solo dos periodistas tuvieron acceso al contenido del testamento: el fallecido Alberto Matey y Alfredo Sánchez, que también estuvo en el momento de la firma, tres años después. “Carmen e Isabel no se fiaban la una de la otra y tuvieron que dividir el taco de documentos en dos despachos distintos. Primero firmaron una mitad una y luego, la otra. Isabel apretó mucho porque tenía claro que se quería quedar con Cantora. Si no llegan a firmar, el caso hubiese acabado en los tribunales y habría tardado más tiempo aún en resolverse, con el consiguiente gasto en abogados, que ya era mucho. Sobre los trastos de torear y los trajes de luces, no sé por qué no da el brazo a torcer pero se equivoca, pues son cosas sin valor económico y fíjate el juego que está dando”.
El autor tuvo acceso al testamento del diestro y afirma que Isabel Pantoja apretó mucho porque quería Cantora