El retorno de los jedis... con machetes y en Colombia
Juan Cárdenas narra la odisea de dos macheteros en busca de una técnica perdida
Don Sando y Miguel son lo más parecido a unos jedis que podemos encontrar en América Latina. Son macheteros colombianos. Es decir, maestros de un antiguo arte marcial afroamericano, una esgrima, un combate con arma blanca fronterizo con la danza. Emprenden un viaje de perfeccionamiento de su técnica, en busca de los llamados juegos de sombras y, en especial, de un legendario arte, el elástico de sombra, que permite a los contendientes que lo dominan luchar en la más absoluta oscuridad.
Ese es el planteamiento inicial de Elástico de sombra (Sexto Piso), la nueva novela de Juan Cárdenas (Popayán, 1978), quien habla con este diario por videoconferencia desde Bogotá. “De niño los había visto actuar –dice– pero sin vislumbrar toda su riqueza. Hace seis años, empecé a leer, y había muchas referencias a los formidables ejércitos de macheteros en las guerras civiles, muy vinculados a la lucha contra la esclavitud y por la democracia. Recordé mitos de los abuelos sobre negros que llegaban a los pueblos llevándose a los caballos”. Así que inició una investigación, con el apoyo del Instituto Caro y Cuervo, se recorrió los pueblos del departamento del Cauca, los encontró y se puso a conversar, durante horas, semanas, meses... hasta más de un año se pasó, y en algunas charlas finales le abrieron el cofre de sus secretos. “Al principio solo querían hablar de la esgrima, la cosa más técnica. Con el tiempo, me contaron las historias más fantásticas que les rodean”. Así, “proezas de maestros que desaparecían, por ejemplo, debajo del sombrero para huir de la policía”. Y le hacían partícipe de una tradición que incluye diálogos con seres de otra dimensión, como el Duende o el mismo Diablo, también presentes en la novela.
Le explicaron el culto a los cruces de caminos, un remanente de la creencia en la deidad yoruba de Ogún. Cárdenas, confiesa, se siente “un autor no blanco, aunque desde luego no sea negro. A las personas latinoamericanas, como a las del sur de Europa y la cuenca del Mediterráneo, se nos ha vendido el cuento de que somos blancos, y para nada, yo lo cuestiono”.
Este arte marcial se encuentra hoy en situación vulnerable, pues “se han muerto muchos maestros, casi todos son ancianos, se llevan a la tumba muchas cosas porque funcionan a través del secreto”. Con un toque de novela de caballerías, con su hermandad, sus armas y su código de honor, o de historia de samuráis, el autor ve “una diferencia: los macheteros del Cauca no sirven a ningún señor feudal, son una colectividad democrática”.
Admite que “el machete está mal visto, arrastra una simbología negativa, porque se asocia a la violencia que hubo aquí en los años 50. Pero es como si los negros tuvieran otro machete, no es el arma blancoide de las guerras”.
Y ¿qué nos dice sobre el elástico de sombras, ese grial que buscan los dos protagonistas? “Miguel y Don Sando son personas reales, preocupados por los juegos que se pierden; trabajan con unas cartillas o manuales, algunos hechos a mano por ellos mismos. Los juegos de sombras existen pero se están perdiendo, se juegan muy cerca del oponente, totalmente a oscuras y con un machete más corto”.