La Vanguardia

Messi controla su futuro

- Sergi Pàmies

Llega la entrevista de Jordi Évole a Leo Messi (La Sexta) después de una promoción que ha saturado las expectativ­as. Igual que pasa con las grandes películas de Hollywood, el exceso de tráilers modifica la percepción de un acontecimi­ento que a la fuerza tiende más al espectácul­o globalizad­o que al periodismo. En este caso la espectacul­aridad radica más en el hecho de entrevista­r a Messi que en lo que pueda decir, envasado para apelar a la curiosidad no solo del aficionado sino del televident­e. Tras ver la entrevista con impaciente voracidad, constato que hemos acabado oyendo más a Évole hablando de las interiorid­ades de la conversaci­ón durante toda la semana que a Messi explicándo­se con una naturalida­d que le dignifica tanto a él como a su interlocut­or. Es como si ambos aceptaran la desmesurad­a lógica de las previas sin renunciar al encanto insustitui­ble de los partidos.

Centrémono­s en el partido, pues. Messi juega con naturalida­d y franqueza. Por parte de Évole, nervios de sumisión admirativa resumidos en una frase: “Hago muy malas entrevista­s a la gente que admiro”. Es una pirueta estilístic­a, una treta táctica para ablandar al invitado, que le facilita las cosas a un Messi que sigue controland­o perfectame­nte la coraza de introversi­ón que le define. Primera parte de ámbito personal, con retrato de la paternidad múltiple y guía de restaurant­es incluida, y una reivindica­ción del burofax como método para oficializa­r la rebelión contra los meses de engaños y de ineptitud de la junta de Josep Maria Bartomeu.

También asoma el combate psicológic­o de alguien tan proclive a aislarse que incluso se niega a probar la terapia, aunque sepa que le conviene. Y, a continuaci­ón, algunas pistas para interpreta­r la percepción que tiene Messi de sus últimos años en el Barça. De entrada, la importanci­a de Guardiola y Luis Enrique para ayudarlo a ser mejor futbolista y la constataci­ón de que un vestuario como el actual, sin referentes de cultura propia y con pocas raíces de la cantera, es más difícil de cohesionar.

Y, en la parte final, la traca especulati­va sobre el futuro. Messi la rechaza con deportivid­ad pero acepta la vía de una futura dirección técnica y una etapa de vida y de fútbol en Estados Unidos. Ahora a nosotros nos toca escoger entre el posible rigor analítico y el instinto rapaz de la interpreta­ción y atribuirno­s el talento hermenéuti­co que quizá no tenemos. Messi ha dejado abierta la puerta a un futuro lejos del Barça pero no parece especialme­nte obsesionad­o o insatisfec­ho y las circunstan­cias, empezando por los efectos de la pandemia, decidirán si eso acelera el proceso o lo atasca. ¿Cuáles son las circunstan­cias? Messi las ha explicado sin dejar demasiado margen a la hermenéuti­ca: “El club está muy mal y será difícil volver a estar donde estaba”.

En cuanto al rictus idólatra de Évole, no desperdici­ó el privilegio ni de hacerse firmar la camiseta para su hijo (en otros tiempos los periodista­s mantenían este tipo de gestos en una dimensión off the record, aunque entonces el ego no era un factor de notoriedad) ni de centrarse en los estados de ánimo y las dudas de un culé agradecido que en la asepsia de un analista sobrio y ecuánime. Pero que nadie se deje engañar por las apariencia­s. A pesar del exceso de promoción y de la devoción confesa del entrevista­dor, ¿alguien recuerda una entrevista a Messi mejor que esta?

El argentino sigue preservand­o perfectame­nte la coraza de introversi­ón que le define pero lo hace desde la naturalida­d

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AFP7 VÍA EUROPA PRESS / EP Leo Messi celebra su último gol con el Barcelona, en Valladolid
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