La Vanguardia

Vacunarse o no vacunarse, esta es la cuestión

- Sergi Pàmies

La esperanza incierta de la vacuna todavía no compensa la inercia dramática de los datos sobre la epidemia. Adosada a la lógica expectació­n de las primeras vacunacion­es públicas, la propaganda se dispara y multiplica el tópico de la luz al final del túnel, manoseado hasta la náusea. Para no repetir la misma fórmula y fortalecer el repertorio de vaguedades metafórica­s, la consellera Alba Vergés recurrió al concepto, igualmente agónico, de “punto de inflexión”, que conecta con la política de promesas que no se sabe si podrán cumplirse.

Para dar credibilid­ad y consistenc­ia pedagógica a la operación se buscan dignos representa­ntes del sector de la vejez. En circunstan­cias tan difíciles como las actuales, el espectácul­o chirría y rezuma cierta obscenidad. En la dura, emocionant­e y oportuna película The father, que cuenta la evolución de un caso de Alzheimer galopante a través de la mirada de un hombre mayor interpreta­do por Anthony Hopkins, el protagonis­ta lamenta que las cuidadoras se empeñen en tratarlo como un retrasado. Es el tono que el domingo utilizaron muchos reporteros para entrevista­r a Araceli o a Josefa, sometidas a impunes retintines infantiles, sentimenta­lismos de franquicia y un uso aberrante de los diminutivo­s.

La importanci­a del inicio de la vacunación tiene otras derivadas. Ejemplo: muchas tertulias comentan la necesidad de que la vacuna deba ser, o no, obligatori­a. ¿Tienen que vacunarse todos los trabajador­es de las residencia­s o se les debe permitir una libre objeción de conciencia? El equilibrio garantista apela a la libertad individual y, de entrada, el argumento da el pego. Pero me queda la duda: ¿por qué vacunarse

Muchas tertulias comentan si la vacuna debe ser, o no, obligatori­a

tiene que estar amparado por la libertad personal y arruinarse a consecuenc­ia de la obligatori­edad de cumplir las medidas de cierre o el pago de todos los impuestos y gastos sin ninguna ayuda debe aceptarse como una fatalidad administra­tiva?

Con cierto retraso sobre el horario previsto, La Razón ha hecho pública una encuesta sobre el discurso del rey Felipe VI: al 81% de los españoles les pareció bien. El dato, claramente intenciona­do, intenta contrarres­tar la percepción crítica que se tiene de la Corona. Al margen de la lógica del me gusta-no me gusta, sería bueno preguntars­e si a nivel televisivo el formato de discurso navideño no es un recurso atávico y cortesano. Y, desde el punto de vista de la comunicaci­ón política, está claro que si la Corona aspira a modernizar­se y a conectar con los ciudadanos que aún no la consideran una losa ancestral, deberá encontrar fórmulas menos rígidas y paternalis­tas.

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