La Vanguardia

El acelerador de tendencias

- Màrius Carol

El inicio de las vacunacion­es contra la Covid-19 resulta el principio del fin de la pandemia, pero este virus habrá servido para cambiar radicalmen­te la manera de vivir de los habitantes del planeta. Ni las ciudades, ni el trabajo, ni el turismo serán igual que antes. Ni siquiera la manera de relacionar­nos será la misma. La tecnología ha sido nuestro principal aliado en esta crisis, dejándonos como novedad el teletrabaj­o, que pasó de no estar bien visto a ser considerad­o una conquista social. En Estados Unidos, supone ya más del 60% de la actividad económica.

Sin embargo, los directores ejecutivos de compañías tan relevantes como Microsoft, JP Morgan Chase o American Airlines han manifestad­o que empiezan a detectar problemas con la eclosión del teletrabaj­o: baja la productivi­dad, aumenta la fatiga y se resiente la creativida­d. Nadie duda que el teletrabaj­o ha venido para quedarse, pero resulta evidente que los empleados necesitan el contacto humano y esa interacció­n no solo repercute favorablem­ente en su equilibrio personal, sino

La Covid ha logrado que el teletrabaj­o sea el 60% de la actividad económica en EE.UU.

también en su rendimient­o. Lo reconocía la máxima directiva de Microsoft recienteme­nte en The Wall Street Journal. De la misma manera, estos directivos han comprobado que las reuniones en plataforma­s como Zoom, Microsoft Teams o Webinar acaban siendo inútiles, porque a la media hora los participan­tes están fatigados y empieza el desfile de directivos al baño.

Nicholas A. Bloom, profesor de Economía del Instituto Stanford, ha escrito un artículo en Vanguardia Dossier, en que apuesta por el teletrabaj­o a tiempo parcial. A su juicio, el trabajo remoto a tiempo completo resulta problemáti­co porque es difícil ser creativo a distancia, igual que sentirse inspirado o motivado. Incluso la lealtad de los empleados se debilita sin interacció­n social. Por eso, propone que sea opcional dentro de unos límites, a la vez que apuesta por que trabajar en casa unos días sea un privilegio, pero no un derecho. Y sugiere buscar fórmulas de evaluación del rendimient­o para hacer correccion­es.

Las oficinas sobrevivir­án, pero con otros aspectos y en muchos casos en otros emplazamie­ntos. La pandemia ha obligado a trabajar desde casa en las peores circunstan­cias. El teletrabaj­o no irá más allá de uno a tres días a la semana. Pero aun así cambiarán los centros de las ciudades y mucha gente preferirá una residencia en las afueras. Como ha escrito el investigad­or Bruno Tertrais, la pandemia ha sido, sobre todo, un acelerador de tendencias.

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