La Vanguardia

La joya de Dalí, exhumada y restaurada

Científico­s de varias disciplina­s analizan y eliminan las bacterias y el ácido sulfúrico de ‘La cruz del ángel’

- JOSEP PLAYÀ MASET

Hace seis meses una de las conservado­ras del Teatremuse­u Dalí observó que el mineral que sostenía la joya La cruz del ángel, una de las más preciosas y valorada de la colección, se estaba desintegra­ndo. Se decidió entonces emprender una compleja restauraci­ón que ha requerido el trabajo de especialis­tas en diversas disciplina­s: joyería, química, gemología y mineralogí­a. Culminado ya el trabajo, ahora se está pendiente de los resultados de unos análisis de ADN que se realizan en Corea para determinar si la pieza ha sido invadida por bacterias.

Este proceso guarda cierto parecido con una exhumación, ADN incluido, aunque de muy distinto signo de la que se vivió hace un tiempo en este mismo museo con el cadáver del propio artista. La joya se ha extraído por primera vez de la vitrina donde se encontraba desde que entró en el museo en 1999 para ser restaurada. La pieza formaba parte, junto con otras 38 joyas y 21 dibujos, de la colección Owen Cheatham, creada entre 1941 y 1970 en Estados Unidos, pero comprada a una entidad japonesa por casi mil millones de pesetas –6 millones de euros– por la Fundació Gala-salvador Dalí.

Tras los primeros análisis se descubrió que el mineral de la base que sostenía la cruz hipercúbic­a, diseñada por Dalí y creada por el orfebre argentino Carlos Alemany en Nueva York en 1960, era marcasita y no esfalerita, tal como se creía hasta entonces. Así lo certificó el mineralogi­sta Joan Rosell y entonces se entendió el origen del problema: la marquesita sometida a un cierto grado de humedad se oxida y genera un ácido sulfúrico que lo descompone.

La pieza se desmontó y se separó la parte inferior de la cruz formada por una base de cuarcita, que en los bordes tiene una malla de oro y por encima la lámina de marcasita, de unos 5 milímetros. Y como si fuera un collage, Dalí situó por encima trozos de coral y de lapislázul­i. En la parte superior hizo colocar una bola maciza de lapislázul­i y una cruz formada por cinco cubos de oro, en cuyo interior hay otra cruz de coral rojo, de la que cuelga un ángel de ámbar pintado por Dalí. La pieza se completa con una piedra de citrino en la parte frontal, que se abre manualment­e como si fuese un portón, y de la base se levantan doce agujas de platino con diamantes que giran gracias a unos pequeños motores, de modo que recuerdan el movimiento de las púas de los erizos. La restauraci­ón ha permitido ver que dos de las agujas estualment­e tán fijas, lo que probableme­nte explica una restauraci­ón anterior a la compra por la Fundación, en la que se habrían eliminado dos de los motorcitos de la peana.

Dalí dijo en su momento que la escultura se había “construido sobre la matemática del número 12, que representa el número de la perfección”. Todo este ensamblaje se halla ya esbozado en el dibujo que el artista hizo previament­e (la firma está fechada en 1959) y que se expone en el museo junto a la joya. En el dibujo Dalí pintó un ángel andrógino y desnudo, pero cuando acabó pintando el definitivo cubrió sus partes con una tela, segurament­e pensando en el público americano al que iba dirigido. Irene Civil, conservado­ra del museo, recuerda las palabras del artista cuando afirmaba que esta obra representa “la transforma­ción desde el mundo mineral hasta el ángel”.

A la base de la cruz se le aplicaron en la restauraci­ón vapores de amoniaco para frenar la degradació­n y neutraliza­r la posible presencia de bacterias. Se introdujo luego en una campana de extracción de gases tóxicos para reducir la humedad. Tras limpiar la pieza y recolocar las partes disgregada­s, se envió una muestra de sulfuro a unos laboratori­os de tecnología puntera de Corea para realizar la secuenciac­ión del ADN y determinar la presencia de bacterias, tal como explica el geólogo Joan Gutiérrez.

Por su parte, la gemóloga Noa Florensa señala que se ha realizado también un estudio de la vitrina donde se halla expuesta habila joya para establecer cual deber ser la temperatur­a y humedad idónea “y asegurarle una larga vida”. Antes se someterá a una fluorescen­cia de rayos X para determinar con exactitud todos los componente­s que forman parte de la joya.

Dalí había afirmado que su objetivo era que “la joya se apreciase tal como es, y que el diseño y el trabajo artesanal se han de valorar, como en la época del Renacimien­to, por encima del valor material de las gemas”. La directora de los museos Dalí, Montse Aguer, considera que “este Dalí interdisci­plinar obliga a una conservaci­ón interdisci­plinar y el hecho de tener el museo semicerrad­o por la pandemia ha permitido culminar esta compleja operación”.

La restauraci­ón está pendiente de unos análisis de ADN en Corea sobre la posible presencia de bacterias

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. La cruz del ángel de Dalí con la base degradada antes de ser restaurada
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FGSD Dos expertos reconstruy­en la base de marcasita, coral y lapislázul­i

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