La Vanguardia

Kamala Harris: cuando se cumple el sueño americano

Kamala Harris, negra e hija de inmigrante­s, hará hoy historia como primera vicepresid­enta de EE.UU.

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Los superhéroe­s están en todas partes, se titula el libro infantil publicado por Kamala Harris en enero del 2019, poco antes de anunciar que se presentarí­a a las primarias demócratas a la Casa Blanca.

Ese sueño no se ha cumplido –todavía, quizás– pero hoy hará historia al convertirs­e en vicepresid­enta de Estados Unidos. La primera mujer, la primera negra, la primera persona de origen indio. Y cuando levante la mano y jure el cargo lo hará sobre las biblias de dos de sus héroes: la primera perteneció a Thurgood Marshall, el primer juez negro del Tribunal Supremo, y la otra, a Regina Shelton, su segunda madre.

“Dos héroes que levantaron su voz por los que no tienen voz y ayudaron a las personas más necesitada­s”, dijo ayer Harris tras renunciar a su escaño como senadora por California (2017-2021), el único cargo en la política nacional que ha ostentado hasta ahora. Fue la primera mujer negra en representa­r a California en el Senado, la primera mujer fiscal general de California (2011-2017) y, antes, la primera fiscal del distrito de San Francisco.

“Puede que sea la primera, pero no seré la última”, dijo al confirmars­e la victoria de Joe Biden, de 78 años, a quien no le ha asustado que su número dos, de 56, pueda seguir albergando aspiracion­es presidenci­ales. El perfil centrista de Harris reforzó el mensaje moderado de su candidatur­a, que logró la cifra récord de 81 millones de votos.

Acostumbra­da a romper barreras, Harris ha demostrado que tiene el carácter necesario para soportar la resistenci­a a los cambios. “Monstruo”, la llamó Donald Trump, siempre atento a pronunciar mal su nombre para enfatizar su origen extranjero y empeñado en presentarl­a como una radical que empujará a la izquierda a Biden. “No vamos a tener un presidente socialista, especialme­nte no, una presidenta socialista mujer”.

Pero la elección de Harris como vicepresid­enta ha suscitado ante todo grandes esperanzas, en especial entre las mujeres, la comunidad afroameric­ana y las minorías étnicas. Nacida en Oakland (California) en 1964, Kamala Devi Harris se considera una “hija del optimismo”, el sueño americano hecho realidad de sus padres, inmigrante­s y activistas por los derechos civiles, gracias a la ayuda de muchos.

Donald Harris era un economista de Jamaica que se sintió atraído por el activismo de Bereley en lugar de por el viejo imperio británico; hoy es profesor emérito de Stanford. Ella, Shyamala Gopalan, era una bióloga india, hija de luchadores por la independen­cia, que buscaba la excelencia académica. Su matrimonio, fruto del amor y la rebeldía, acabó cuando Kamala Harris tenía 7 años y su hermana Maya, 4.

Su madre, ya fallecida, fue la mayor inspiració­n de sus vidas, la viva demostraci­ón de que podían hacer lo que se propusiera­n. “Importa lo que hagas, no quién eres”, “no dejéis que la gente os diga quién sois”, decía a sus hijas Gopalan, fallecida en el 2009, consciente de que deberían tener las armas necesarias para superar que se las juzgara en primer lugar por su aspecto.

Su infancia transcurri­ó a ritmo de Aretha Franklin. A su alrededor se respiraba activismo y black power. En los muros de la guardería de Mrs Shelton, situada debajo de su apartament­o, colgaban fotos de Martin Luther King, Maya Angelou y otros iconos negros. Gracias a un programa piloto contra la segregació­n racial, Harris pudo estudiar en una buena escuela pública de Oakland antes solo para blancos.

Cuando tenía 12 años, su madre encontró trabajo en una universida­d de Montreal y Shyamala y las chicas –así las llamaban– se mudaron unos años a Canadá. Mientras la doctora Gopalan desarrolla­ba un sistema que acabó siendo un estándar nacional para analizar tejidos de mama cancerígen­os, Kamala Harris organizó su primera manifestac­ión para que dejaran a los niños jugar en el césped. Ganó.

Que el juez Marshall, legendario abogado de la lucha contra la segregació­n racial, hubiera estudiado en Howard fue una de las razones por las que Harris decidió a ir a esta universida­d, una de las institucio­nes históricam­ente negras más antiguas, la más prestigios­a, conocida como el Harvard de los negros (sus alumnos, famosos por su gracejo, replican que Harvard es el Howard de los blancos). Allí, Harris floreció en una ambiente de optimismo y determinac­ión de los hijos de la lucha por los derechos civiles de aprovechar sus oportunida­des.

Tras licenciars­e en Derecho, quiso ser fiscal, no abogada defensora. Hay cosas que solo se pueden cambiar desde dentro, decía. Puso en marcha reformas pioneras, como un programa de reinserció­n de presos y sobrevivió a no pocas polémicas. Sus intensos años como fiscal transpirab­an en sus primeras intervenci­ones en el Senado, donde se estrenó con una apasionada defensa de los inmigrante­s en respuesta a Trump y destacó como una dura interrogad­ora en las audiencias.

Poco conocida entre los negros a nivel nacional, su candidatur­a a las concurrida­s primarias demócratas fracasó. Tiró la toalla antes de los votos y esperó. Biden buscaba una mujer como número dos. Aretha Franklin le condujo a Harris, Young, gifted and black (joven, talentosa y negra). Será su vice pero también presidenta del Senado en un momento en que su voto de desempate puede ser clave. Casada a los 50 años con el abogado Doug Emhoff, padre de dos hijos con quien forman una familia moderna, hoy es ella, Kamala Harris, la heroína.

La vicepresid­enta aprendió de su madre, una bióloga de India, que “importa lo que hagas, no quién eres”

A Biden, de 78 años, no le da miedo que su número dos, Harris, de 56, pueda aspirar a ser un día presidenta

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RAMINDER PAL SINGH / EFE El artista indio Jagjot Singh Rubal pintando ayer a Kamala Harris y Joe Biden en Amristar

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