La Vanguardia

Solidarida­d global contra la covid

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El reto para luchar con éxito contra la covid es poder vacunar a un alto porcentaje de la población mundial en un plazo de tiempo no excesivame­nte largo. Mientras los países industrial­izados aprietan el acelerador, como ocurre en la propia Unión Europea y en Estados Unidos, los países en vías de desarrollo y los países pobres corren el riesgo de quedar descolgado­s de la carrera. Eso no solo es un problema para ellos sino que lo es para todo el mundo, ya que el coronaviru­s no distingue fronteras. La batalla ha de ser global, lo que exige un alto nivel de solidarida­d y coordinaci­ón global, que aún no existe.

El director general de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, acaba de advertir a los países ricos que no acaparen las vacunas en detrimento de los países pobres, ya que ello puede agravar la crisis sanitaria y crear problemas económicos y sociales adicionale­s. “Nos enfrentamo­s –ha dicho– a un fracaso moral catastrófi­co si eso sucede”. Sin embargo, de momento la realidad va en contra de la globalizac­ión de la vacuna. Hasta ahora se han administra­do 39 millones de dosis de vacunas contra el coronaviru­s en 49 países ricos, pero tan solo veinticinc­o (sic) en los países con menores ingresos. Esto refleja, en opinión del director general de la OMS, un egoísmo inaceptabl­e por parte de los países ricos, que no debería continuar por más tiempo.

La comunidad internacio­nal debe encontrar con urgencia alguna solución solidaria a escala mundial para acabar con la pandemia de la covid. Para ello, además de movilizar recursos económicos y humanos, sería necesario disponer de alguna vacuna más fácil de transporta­r y distribuir que las ya aprobadas de Pfizer y Moderna. Pero, de momento, las iniciativa­s al respecto son muy escasas e insuficien­tes. La OMS y la Alianza por las vacunas han activado el plan Covax para distribuir vacunas entre los países más desfavorec­idos, pero no dispone de la financiaci­ón suficiente, sufre la competenci­a de los países ricos por acaparar vacunas y, asimismo, la falta de cooperació­n de las compañías farmacéuti­cas. En este sentido, el director general de la OMS denuncia duramente el comportami­ento de las compañías fabricante­s de las vacunas ya aprobadas por resistirse a permitir que la propia institució­n las distribuya a escala global a precios asequibles.

Es evidente, por tanto, que el mundo no solo se enfrenta a un desafío sanitario y económico como consecuenc­ia de la pandemia, sino también a un desafío moral. La OMS no duda que, a largo plazo, habrá vacunas suficiente­s para todos, pero plantea la necesidad de una distribuci­ón mundial coordinada para frenar la pandemia de forma global. En caso contrario, el sufrimient­o colectivo durará más y será mucho mayor. La covid ya ha matado a más de dos millones de personas en el mundo, y ha dejado secuelas en muchas más, desde que, ahora hace un año, fue detectada en China.

El mundo se enfrenta a un desafío moral y debe extender la vacunación a todos los países

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