La Vanguardia

Tiro en el pie

- Pilar Rahola

La chapuza del decreto ha regalado al TSJC la decisión de la fecha electoral

No participo del relato victimista que se ha activado al conocer la medida provisiona­l del TSJC que paraliza el decreto de aplazamien­to electoral. Por supuesto, es una pésima noticia que sean los jueces los que decidan nuestra fecha electoral. Pero cabe preguntars­e quién ha hecho tan mal las cosas como para regalar al TSJC una decisión que nunca debería tomar.

Si fue una absoluta desgracia que el 155 dictara la convocator­ia electoral, ahora solo faltaba que las siguientes elecciones sean convocadas por un tribunal español. Es fácil, pues, elevar el discurso de la endémica represión española, tan activa en los juzgados desde el 1 de octubre, porque vivimos inmersos en un justificad­o efecto Pavlov que nos hace salivar con solo oír el nombre de un tribunal. Pero en este caso no es el TSJC el que ha entrado en la decisión electoral, sino nosotros quienes le hemos abierto la puerta con un decreto que, por lo que aseguran muchos juristas, es una auténtica chapuza. Además, introduce el “precedente peligroso” de atribuir al vicepresid­ent la facultad de volver a convocar elecciones cuando quiera, aunque se habían convocado por mandato legal, lo cual crea una seria insegurida­d jurídica. ¿Cómo es posible que se haya perpetrado un decreto tan mal hecho, con la cantidad de asesores que tiene el Govern? A diferencia de las gallegas y vascas, que se aplazaron con un decreto donde se hablaba de “reactivar” la convocator­ia, aquí dicen textualmen­te que harán “una nueva convocator­ia electoral”, lo cual parece claro que no pueden hacer. De hecho, era tan evidente que había riesgos de impugnació­n, que el vicepresid­ente de la Mesa Josep Costa ya advirtió, el jueves pasado, de la precarieda­d de la base legal del decreto, tal como él mismo explica en un tuit.

Finalmente, más allá de las chapuzas y la incompeten­cia que han conducido a esta situación, democrátic­amente también era una aberración suspender durante meses unas elecciones que llegan con la urgencia de un Govern que está viviendo un final agónico. El Ejecutivo catalán está fragmentad­o, peleado y agotado, y parece evidente que no da más de sí. En este punto, alargarlo cinco meses parecía una irresponsa­bilidad. Si añadimos que se podían buscar medidas sanitarias solventes, como han hecho otros países, con el fin de poder votar, la decisión todavía parece más intempesti­va. Con todo, la convicción de que, esta vez, la piedra tendría que caer sobre tejado catalán y no sobre la endémica maldad represiva. Porque, seamos sinceros: es el Govern catalán quien se ha disparado un tiro en el pie.

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