Perdidos en el laberinto
La concreción de la fecha definitiva de las elecciones catalanas sigue en el aire, pero lo más grave es que todo parece indicar que el próximo 29 de enero puede comenzar la campaña electoral y todavía no se sabrá si el 14 de febrero se podrá votar o no. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) emitió ayer una resolución donde mantiene provisionalmente la fecha del 14-F, pero anuncia que su decisión definitiva no la tomará enseguida, sino que se da de plazo varios días antes del 8 de febrero. Es decir que, si no ocurre ninguna variación, los partidos políticos comenzarán la campaña el citado día 29 sin saber la fecha de la votación. Podría suceder que hubiera ciudadanos que votaran por correo en unas elecciones que finalmente no se celebrarían.
De hecho, las distintas formaciones están actuando ya como si el 14-F fuera la fecha definitiva y mantienen sus actos electorales, la cartelería propia de una campaña o los tradicionales debates. Nadie tiene claro cómo se solucionará este conflicto, pero, por si acaso, la maquinaria electoral ya ha empezado a funcionar. El propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, dimitirá de su cargo cuando empiece la campaña tal y como anunció, aunque no esté asegurado cuando se votará.
Realmente es una situación inaudita con muy pocos precedentes en la historia electoral, no tan solo española, sino mundial. Una concatenación de hechos (cese del president, incapacidad de los partidos del Govern de encontrar un candidato que lo sustituyera, la pandemia, un decreto de aplazamiento de elecciones discutible y, finalmente, las resoluciones del TSJC) ha llevado a este punto tan insólito. Todos parecen perdidos en el laberinto.
Es difícil adivinar qué es lo que pasará finalmente pero parece muy complicado que una vez iniciada la campaña, esta se pueda detener. Parece que vamos abocados al 14-F. Por eso, sin más tardanza, es bueno que el Govern habilite todas las medidas a su disposición para garantizar la seguridad de los miembros de las mesas, así como la de los electores. Catalunya se juega mucho en estas elecciones y la participación debe seguir siendo muy alta, como en el 2017.