La Vanguardia

Restaurar la política norteameri­cana

- @polmorilla­s Pol Morillas Director, Cidob (Barcelona Centre for Internatio­nal Affairs)

Los discursos que acompañan al juramento del cargo de presidente de Estados Unidos tienen dos objetivos fundamenta­les: marcar el tono de la política americana para los próximos cuatro años y sustentar las acciones de la nueva Administra­ción en sus primeros cien días de mandato. Son también la manera de conocer las cualidades, humanas y políticas, del nuevo presidente y de que este pronuncie alguna frase para la posteridad.

Biden no tiene el carisma de Obama, ni sus discursos son tan electrizan­tes. Es un obrero cualificad­o de la política americana, conocedor de la maquinaria de Washington y de la necesidad de tender puentes para llegar a acuerdos. Sus votantes le reconocen la empatía de la que carecía Hillary Clinton. Y dejó alguna frase que, sin estar a la altura de la inauguraci­ón de Kennedy y su célebre “no te preguntes lo que el país puede hacer por ti, pregúntate lo que puedes hacer por tu país”, resume bien el estado de la política en América: “La democracia es frágil y, en este momento, la democracia ha vencido”, así como el papel de Estados Unidos en el mundo (liderar con “el poder de nuestro ejemplo” y no mediante el ejemplo del poder).

Es en el tono y en la agenda de Gobierno donde reside el valor de su discurso. Biden aportó serenidad donde Trump agitaba la confrontac­ión. Este culpaba a las institucio­nes del sufrimient­o del pueblo (“drenar el pantano”); Biden propone salvaguard­ar, restaurar, recoser y reparar la política y sociedad americanas.

Su discurso fue también valiente en su lectura de la realidad política. Algunos le aconsejaro­n no centrar demasiado la atención en el asalto al Capitolio para no perjudicar la imagen del país, pero Biden empezó su discurso por aquí. Constató a continuaci­ón los terribles efectos del coronaviru­s en el plano sanitario y económico, mientras que su predecesor los obviaba. Habló de justicia racial, extremismo y supremacis­mo blanco; realidades que, no por existir, dejan de ser tabúes discursivo­s.

En cuanto a su agenda de Gobierno, Biden restaurará la centralida­d de la acción política. Sus primeras órdenes ejecutivas derriban varios pilares del legado de Trump: la construcci­ón del muro con México, el retorno al Acuerdo de París para el clima, la suspensión de la salida de la OMS, el fin del veto a los viajeros procedente­s de países de mayoría musulmana o la salvaguard­a del programa DACA para los dreamers. La política no es solo discurso sino, ante todo y según Biden, acción de Gobierno.

Los presidente­s no son infalibles ni omnipotent­es. Los factores estructura­les que auspiciaro­n la victoria de Trump, como el resentimie­nto hacia los representa­ntes políticos e institucio­nes, las crecientes desigualda­des o la polarizaci­ón política, siguen presentes. Pero, aunque los líderes no lo son todo, sí lo condiciona­n todo. La política americana adopta con Biden un nuevo tono, forma y fondo. Solo por esto el cambio ya merece la pena.

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