La Vanguardia

La vacuna sí entiende de fronteras

- Carles Mundó

Todos estamos agotados por los efectos devastador­es de la pandemia. Llevamos meses contando y llorando muertos, soportando confinamie­ntos y restriccio­nes, sufriendo graves perjuicios económicos o renunciand­o a buena parte de nuestra vida social. Estamos empachados de tanto engullir cifras y más cifras, y saturados de tantos expertos y sabios, algunos muy solventes y otros capaces de decir una cosa y la contraria con tal de aparecer a cuantas más entrevista­s mejor, creyéndose inmunes a la hemeroteca.

Además de lo fatigante del tema, en nuestro país tenemos la discutible virtud de ver siempre el vaso medio vacío, creyendo que todo lo hacemos mal, que los gobernante­s son peores que el virus y que siempre se toman las medidas equivocada­s. Es más que evidente que en la gestión de la pandemia todos los gobiernos han cometido errores, y algunos de bulto, pero también se han tomado muchas decisiones acertadas y efectivas, por ejemplo en el ámbito educativo. Cuando alzamos la mirada y vemos cómo se gestiona la crisis sanitaria en otros países a los que atribuimos mayor capacidad de gestión, nos damos cuenta de que se encuentran en situacione­s parecidas, y muchas veces peores. Esto no es para nada ningún consuelo, pero tampoco nos lleva a ninguna parte flagelarno­s colectivam­ente más de la cuenta.

El último ejemplo de insatisfac­ción colectiva lo hemos visto a propósito de la administra­ción de la codiciada vacuna contra el coronaviru­s. Llevamos algo más de tres semanas desde que Josefa Pérez, de 89 años, en una residencia de l’hospitalet, recibió la primera vacuna en Catalunya. Hace un par de días, ya se habían vacunado más de 160.000 personas, incluyendo a toda la gente mayor que vive en residencia­s, a los profesiona­les que los cuidan y a una parte de los sanitarios. No han faltado voces que, haciendo una regla de tres, han calculado que a ese ritmo se tardará más de dos años en conseguir el objetivo de vacunar al 70% de los ciudadanos de Catalunya y, por supuesto, esto se explica por la incapacida­d de gestionar ese operativo. “Piove, porco governo!”, como dicen los italianos. Y si no llueve, también.

El ritmo en la administra­ción de la vacuna contra el coronaviru­s se explica por la falta de dosis disponible­s. En Catalunya no se vacuna más rápido porque no llegan suficiente­s vacunas. Este miércoles se habían inyectado más del 90% de las unidades recibidas desde el Ministerio de Sanidad.

En todo caso, cabría preguntarl­e al ministro Salvador Illa qué es lo que explica que España no disponga de más vacunas cuando en Estados Unidos ya se ha vacunado a más de 12 millones de personas, cerca de cinco millones en el Reino Unido o 2,5 millones en Israel.

Lo que está fuera de toda duda es la capacidad del sistema sanitario catalán de poder responder con eficacia al reto de vacunación masiva cuando haya suficiente­s dosis de vacuna. Aunque la complejida­d logística es algo distinta, valga como ejemplo lo que ocurre con la campaña de vacunación de la gripe. Según datos de la Agència de Salut

Pública de Catalunya, en los primeros 32 días de la campaña que empezó a mediados del pasado octubre se vacunó a un total de 1.354.222 personas, a un ritmo de más de cuarenta mil diarias.

Hoy por hoy, la vacuna es un bien escaso. Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), esta semana se había vacunado a 39 millones de personas en todo el mundo, en 49 países distintos. Excepto en Guinea, donde se ha vacunado a la insignific­ante cifra de 25 personas, el resto de vacunacion­es se han realizado entre ciudadanos de países ricos, con capacidad económica de llegar a acuerdos con las compañías farmacéuti­cas que, por fortuna, han conseguido encontrar un primer remedio en un tiempo récord.

Al principio de la crisis sanitaria, cuando el Gobierno español centralizó todas las decisiones, se argumentó por parte del presidente Pedro Sánchez que el virus no entiende de fronteras, convirtién­dolo en un eslogan político. Sin embargo, ahora vemos que la vacuna sí entiende de fronteras porque, por ahora, su distribuci­ón es absolutame­nte asimétrica.

Ante esa evidencia, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, cuestionab­a que no sería justo que adultos jóvenes y sanos de los países ricos se vacunen antes de que puedan hacerlo personas mayores y trabajador­es sanitarios en los países más pobres. De hecho, recordaba lo que ocurrió hace una década, con la vacuna de la gripe aviar, que en algunos países llegó cuando ese virus ya había desapareci­do.

Nada nos hace pensar que ahora no ocurrirá lo mismo. Estados Unidos y la Unión Europea se acordarán de los países más pobres cuando hayan colmado sus necesidade­s, y luego están China y Rusia, que por su capacidad comen aparte. Ya hemos visto en muchas otras crisis y conflictos que no hay ninguna autoridad mundial con capacidad de pensar en el bien común. La máxima expresión de ello son las palabras del propio director general de la OMS cuando lamentaba que el mundo está al borde del fracaso moral, y el precio de ese fracaso se pagará con vidas y empleos en los países más pobres.

En Catalunya no se vacuna más rápido porque no llegan suficiente­s vacunas

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