Salir (o no) del nido
La maldición de Lake Manor
Dirección: Roberto De Feo Intérpretes: Francesca Cavallin, Ginevra Francesconi, Justin Korovkin, Maurizio Lombardi Producción: Italia, 2019. Duración: 107 minutos. Terror
Programado en el festival de Sitges del 2019, este filme, por razones pandémicas tal vez, llega a nuestros cines con notorio retraso. Su título castellano intenta hacer hincapié en su vertiente terrorífica: el original italiano, Il nido (El nido), suena a Jaime de Armiñán y no mola, pero invocando al espíritu de Mike Flanagan y sus series La maldición de Hill House y, sobre todo, La maldición de Bly Manor, la cosa tiene más gancho para el incondicional del género. La cuestión es que, aunque la iconografía sí contenga elementos de terror (una gran mansión rodeada de naturaleza, una atmósfera asfixiante y un mad doctor siniestro: un inquietante Maurizio Lombardi, mitad Udo Kier, mitad Buster Keaton), no hay en la película de Roberto De Feo fantasmas, ni puertas que chirrían, ni sustos a todo volumen.
El nido al que alude el título original es precisamente esa mansión, en la que vive como si fuera una prisión el niño parapléjico protagonista, férreamente controlado por su madre viuda y una serie de personajes que más bien parecen miembros de una secta diabólica aunque dicen que todo lo hacen por su bien y su felicidad. La llegada de una adolescente, la nueva criada, despertará en el chaval inéditos deseos húmedos y encarrilará una historia de amor tierna y emotiva, mientras alrededor todo sigue produciéndonos pavor y extrañeza. Sí, hay algo de El bosque, de M. Night Shyamalan: ¿qué hay más allá de los límites de la mansión?, ¿por qué esa perpetua sobreprotección del menor?
Como en el cine de Shyamalan, habrá que esperar a los minutos últimos, al final sorpresa, para hallar respuestas. Hasta entonces, De Feo nos ha obsequiado una obra, si no particularmente creativa, sí muy elegantemente facturada, que en el contexto del cine italiano y salvando las distancias, nos retrotrae a los viejos melodramas góticos del maestro Riccardo Freda y, en ciertos aspectos, al tratamiento fantástico de algunos títulos de Pupi Avati.
Está claro que De Feo conoce las fuentes.