La Vanguardia

El tribunal hurga en la herida

- Isabel Garcia Pagan

El Govern de la Generalita­t ha pasado de la preocupaci­ón a la perplejida­d, de la indignació­n a la resignació­n. Junts y ERC han reactivado los planes de campaña pero en el Consell Executiu están más preocupado­s por cómo gestionar el escenario que les ha dejado el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya. Los magistrado­s resuelven sin resolver, mantienen una falsa incertidum­bre sobre la fecha electoral y, de paso, hurgan en los males del Govern: “Bloqueo”, “precarieda­d institucio­nal”, “vacancia en la presidenci­a”… Hasta concluir que “cuanto más se prolonga la situación, mayor perjuicio se produce al normal funcionami­ento de las institucio­nes”.

El tribunal no entra ni en la forma ni en el fondo de la suspensión electoral –de hecho hasta reconoce, de momento, la competenci­a del vicepresid­ent Pere Aragonès para desconvoca­r el 14-F–, pero en la reunión de coordinaci­ón del Govern se manifestó ayer sorpresa por las apreciacio­nes del auto de los magistrado­s sobre las limitacion­es de sus capacidade­s.

El interés público por celebrar las elecciones no lo fija la provisiona­lidad del Govern, prevista legalmente, sino su incapacida­d para desarrolla­r políticas públicas, algo que no debería ser motivo de debate en un tribunal.

El Ejecutivo catalán lleva en funciones desde hace cuatro meses –Pedro Sánchez se pasó ocho entre una convocator­ia electoral y la repetición–, aunque la legislatur­a se dio por finiquitad­a por Quim Torra hace un año, y la nota a la gestión que han ido recogiendo las encuestas siempre fue un suspenso. De mal en peor.

Hace un mes, Aragonès y Laura Borràs admitían en privado que se tendrían que entender tras las elecciones, fijar unas nuevas bases de relación en un futuro Govern. Ahora lo que manejan cada uno por su lado es el temor de que ganen los socialista­s. De momento, claman en el desierto quienes, desde ambos partidos, insisten en dejar la disputa entre socios y poner el foco sobre el “adversario real”.

Junts y ERC pugnan ante cámaras y micros y, esta semana, cierran filas en la intimidad del Palau de la Generalita­t. Mientras en el Parlament Sergi Sabrià y Francesc de Dalmases se acusaban de cinismo y deslealtad­es, en la plaza Sant Jaume se gestaba la comparecen­cia del Govern en pleno por la sentencia de inhabilita­ción del conseller Bernat Solé.

Mantener vivos los mecanismos de coordinaci­ón ha sido el reto de las dos últimas legislatur­as con éxito más bien escaso pero ahora resulta que se juegan no solo la primacía del independen­tismo, sino que se cuestiona hasta su mayoría parlamenta­ria.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, solo ha participad­o en un acto de precampaña del PSC como candidato y ha esquivado con poco más que silencios la polémica con la fecha de las elecciones. Y, aun así, está al frente de las encuestas. De las del CIS y de las que manejan algunos de los contrincan­tes directos. La pregunta ha pasado de ser si ERC pactará con el PSC a si ERC, el PP o Vox facilitarí­an un gobierno de Illa. Pablo Casado elude responder pero la ultraderec­ha ha entrado en el juego.

ERC dice que el “efecto Illa” es una “operación de propaganda”, pero el verdadero “efecto Illa” es el de poner en marcha todas las pistas del circo electoral. Si hay urnas el 14-F, el éxito será de quien capitalice el malestar y venza a la indiferenc­ia. Lo de formar gobierno y gestionar es otra batalla.

El interés por celebrar elecciones no lo fija la provisiona­lidad de un gobierno, sino su incapacida­d de gestión

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