La Vanguardia

La alianza quebradiza

- Fernando Ónega

Qué difícil es gobernar en coalición en España! Se hace con relativa normalidad en las comunidade­s autónomas, quizá por mayor proximidad de los protagonis­tas, que obliga a una mayor generosida­d. Resulta complejo en el Gobierno del Estado, como demuestran las crónicas diarias. Ya no hay día sin conflicto. La sensación de que cualquier día puede reventar la alianza PSOE-UP se extiende, la unidad se vuelve quebradiza y solo se mantiene por la necesidad de ambos de no romper un acuerdo que garantiza una larga permanenci­a en el poder, como suele recordar Pablo Iglesias. Pero las decisiones, las reformas y los proyectos de ley son motivos habituales de confrontac­ión que desorienta­n al ciudadano, asustan al inversor, dificultan pactos de Estado, frenan los avances y provocan inestabili­dad. Lamentable­mente, se está convirtien­do en uno de los principale­s problemas políticos del país.

Intentemos un análisis: las diferencia­s entre ministros existieron y existen en todos los gobiernos. Son frecuentes, por no decir constantes, entre los ministerio­s de Economía y Hacienda y los ministerio­s llamados sociales. Ingresos contra gastos. Lo que ocurre en este momento es que los ministerio­s económicos están en manos del PSOE y algunos de los sociales en manos de UP, y eso convierte las diferencia­s en conflicto ideológico. Agravante: los desencuent­ros, al ser entre partidos, se publican, hay interés en divulgarlo­s y degeneran en luchas de poder con vencedores y vencidos. La mayoría se resuelven entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias o entre los propios ministros, pero quedan las heridas y las revanchas.

Siguiente agravante, la incomunica­ción. Si algo no perdonó el líder de Podemos al socialista es que no le haya informado de la salida de España del rey Juan Carlos, porque supuso un deterioro del clima de confianza. Esta semana la desinforma­ción subió un escalón más: cuando Pablo Iglesias habló en el programa Salvados, la reforma de las pensiones estaba lista para enviar a Bruselas. De hecho, se envió unas horas después. Aunque había ganado su tesis, Iglesias no sabía nada y apareció en televisión avisando de que esa reforma era una línea roja para Podemos y que no llegaría siquiera al Congreso de los Diputados.

Y la culminació­n, por el momento, es la presentaci­ón por el PSOE de una proposició­n de ley de Igualdad de Trato (la esperada ley Zerolo) sin participac­ión ni presencia de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Otro roce, ahora con una de las partes más sensibles de Podemos. El epicentro del nuevo terremoto ya no se sitúa solo en los ministerio­s, sino en Galapagar. Quiere decirse que las ofensas y los desplantes se hacen por las dos partes, y eso agrava las perspectiv­as de arreglo en normalidad.

Próximo capítulo, en las elecciones de Catalunya. La contienda tiene muchos perfiles de guerra entre hermanos: el PP, contra Ciudadanos y Vox y viceversa; ERC, contra Junts y viceversa; el PSC, en terrenos de En Comú Podem. El recuento de desperfect­os, después de las urnas. Antes el cuento del dentista: “No nos vamos a hacer daño, ¿verdad?”.

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EMILIA GUTIÉRREZ Sánchez, Calvo e Iglesias
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