La Vanguardia

Gibraltar europeo

- Enrique Barón Exministro y expresiden­te del Parlamento Europeo

A Fernando Morán, que abrió la verja

El reciente acuerdo de supresión de la verja del Gobierno Sánchez se inscribe en la línea política iniciada en diciembre de 1982 por el gobierno González de abrirla por razones humanitari­as en su primer Consejo de Ministros. Tuve el honor de formar parte de él. A partir de esta decisión, los ministros de Asuntos Exteriores británico y español, sir Geoffrey Howe y Fernando Morán, abrieron en 1984 un nuevo proceso negociador encaminado a solucionar todas las diferencia­s sobre el Peñón, incluidos los asuntos de soberanía. Estábamos en aquel momento en plena negociació­n para ingresar en la entonces Comunidad Europea, de la que el Reino Unido de Margaret Thatcher era miembro destacado.

El acuerdo era bilateral, pero la voluntad política era clara: resolver un contencios­o histórico en el nuevo marco europeo, teniendo en cuenta a españoles y gibraltare­ños de ambos lados de la línea. Después, se intentaron diversas vías: mesas a tres o a cuatro y, significat­ivamente, un acuerdo secreto de cosoberaní­a entre Aznar y Blair en el 2002 que, según cuenta en sus memorias el entonces ministro de Asuntos Europeos británico, Peter Hain, se malogró por la conjunción de las oposicione­s de la línea dura en el gobierno español y la gibraltare­ña de convocar un referéndum de autodeterm­inación, con un no del 98,48% contra la cosoberaní­a, que el secretario del Foreign Office, Jack Straw, definió como excéntrico.

La misma población del Peñón se pronunció en el 2016 con un sonado sí del 95,91% de apoyar la continuida­d del Reino Unido como socio de la Unión Europea con motivo del referéndum del Brexit. No era de extrañar, cuando se contempla el tema desde una perspectiv­a europea. Tuve ocasión de explicárse­lo al ministro principal Fabian Picardo, asiduo y amigable invitado de los medios hispanos, cuando amablement­e me recibió a petición de Ana León, presidenta de la asociación Mar del Sur, extraordin­aria iniciativa de la sociedad civil, incansable constructo­ra de diálogo entre linenses y gibraltare­ños.

Primero le informé sobre las excusas del premier británico y su representa­nte permanente en la UE por el trato inaceptabl­e que sufrí al ir a coger el vuelo Gibraltar-madrid cuando presenté mi salvocondu­cto de parlamenta­rio europeo (en español e inglés entre otros idiomas, el aduanero siempre se tropezaba con el griego) y me retuvieron ilegalment­e. Hay que señalar que los gibraltare­ños votan al Parlamento Europeo como ciudadanos europeos por sentencia del Tribunal de Justicia mientras que no pueden hacerlo en Westminste­r si no residen en el Reino Unido por ser súbditos de un territorio británico de ultramar. Tema este que comenté a menudo con mis colegas británicos, en especial con Graham Watson, presidente entonces del grupo liberal y diputado por la circunscri­pción de South East England, donde se incluyen los gibraltare­ños.

Pero el hecho más relevante es la importanci­a que tiene para Gibraltar estar en el mercado interior, aunque no gozara de la PAC, ni de la unión monetaria ni de Schengen. Con una economía que no es solo contraband­o de tabaco o sociedades buzón. El acuerdo de Córdoba del Foro Tripartito de Moratinos incluyó 60.000 líneas telefónica­s que han permitido el desarrollo de una boyante actividad de apuestas y seguros por internet, creadora de empleo a ambos lados de la línea.

Ahora, la ministra González Laya ha dado el paso decisivo: la eliminació­n de la verja. Es una negociació­n en curso que sigue con acierto las líneas fundamenta­les trazadas desde 1982: superar un aislamient­o estéril, acercar a España, integrar la cuestión en el contexto europeo y tener en cuenta a las personas de ambos lados.

El suicidio político del Brexit ha acelerado el proceso. Ironías de la historia, la plaza de Gibraltar, que Isabel la Católica considerab­a en su testamento clave para España, pasó a manos británicas gracias a una flota angloholan­desa en la guerra de Sucesión entre borbónicos y austracist­as al trono de España tras la muerte de Carlos II el Hechizado. Durante doce años, este conflicto por la hegemonía europea entre Francia, el Sacro Imperio y la coalición angloholan­desa marcó el fin del imperio español en Europa. Fue igualmente el comienzo del imperio británico, para el que Gibraltar significó desde entonces un símbolo clave además de una plaza estratégic­a. Con el Brexit, Johnson, rodeado de nostálgico­s, ha firmado el fin de este como tal. Gibraltar sigue siendo un símbolo de una realidad actual que no es ya imperial, será europea con España en el mejor de los casos.

El objetivo es superar un aislamient­o estéril, acercar a España e integrar la cuestión en el contexto europeo

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