La Vanguardia

‘Carolina, c’est moi’

La princesa de Hannover cumple 64 años, casada pero cual viuda blanca de su irascible tercer marido

- Mariángel Alcázar

¿Quién no ha querido alguna vez parecerse a Carolina de Mónaco? La princesa de Hannover cumple hoy 64 años y, además, se cumplen 22 de su boda con Ernesto de Hannover de quien sacó una hija, Alejandra, y el título de alteza real, un rango superior al de alteza serenísima que poseía en su condición de princesa de Mónaco. Divorciada de

Phlippe Junot, con quien se empeñó en casarse cuando solo tenía 21 años, y viuda, a los 33, de

Stéfano Casiraghi, padre de sus hijos Andrea, Carlota y Pierre, ya es abuela de siete nietos: Sasha, India y Max; Raphäel y Balthazar ,y Stéfano y Francesco.

Un misterio rodea los últimos doce años de su vida; el que encierra el por qué de su estado civil: casada pero sin convivir, ni, al parecer relacionar­se, con su tercer marido, un príncipe que le salió rana y al que, sin embargo, sigue atada legalmente. Ernesto de Hannover, primo hermano de la reina Sofía, andaba oculto en las páginas del Gotha hasta que se casó con Carolina. Poco tiempo después, los focos revelaron su carácter irascible y sus mutis por el foro, como el que protagoniz­ó el día de la boda de los entonces príncipes Felipe y Letizia, cuando un resacón le impidió acompañar a la nunca más desvalida Carolina en la ceremonia de La Almudena. Hacía solo cinco años que se habían casado y desde entonces todo fue cuesta abajo en la rodada. A partir del 2009 ya no hay fotos de Carolina y Ernesto juntos y, ni las sucesivas parejas del príncipe alemán, entre ellas una rumana que conoció en un club de señoritas, han sido suficiente motivo para que el matrimonio se separe legalmente. Cuentan que no lo hacen porque firmaron un acuerdo prematrimo­nial que ligaba la fortuna de los Hannover a la princesa monegasca y que, en caso de divorcio, la bella Carolina se quedaba con parte del patrimonio. Ernesto está peleado con sus hijos, sobre todo con el heredero, del mismo nombre, que gestiona la fortuna familiar y Carolina, que se lleva bien con los dos hijos mayores de su marido, no quiere desligar a su hija Alejandra del árbol de los Hannover. Sea cual sea la razón, lo cierto es que a Carolina de Mónaco no se le conoce ningún acompañant­e masculino desde su boda con Hannover. Veintidós se cumplen hoy y la mayor parte de ellos los ha pasado cual viuda blanca.

Elegante, discreta, heredera de la belleza y estilo de su madre, Grace Kelly, pero con un toque mediterrán­eo que suma calidez a la imagen etérea de la fallecida actriz y princesa. A Carolina Grimaldi no se le puede sacar un pero ni reducir su biografía a la ausencia de un hombre en su vida que, además, quién lo sabe. Si fue, y sigue siendo, el espejo de muchas de sus coetáneas es porque en todas las etapa de su vida ha hecho lo que tenía que hacer; se ha reinventad­o sin perder el estilo ni aún en los momentos más trágicos. Que desde hace años prefiera el sosiego y la paz y sea de las pocas que no exhiben sus tormentos aún la hacen más referente.

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