La Vanguardia

‘El Rubio’ no quiere saber nada de Anglés MIGUEL RICART

El único condenado por el triple crimen de Alcàsser reapareció la semana pasada en Madrid tras siete años desapareci­do

- MAYKA NAVARRO

El fantasma de Miguel Ricart Tàrrega, el Rubio, único condenado por el triple crimen de las niñas de Alcàsser, reapareció la semana pasada en un narcopiso del barrio madrileño de Carabanche­l donde acudió en compañía de Saray, la Pelirroja, una toxicómana habitual de la zona. El hombre de 51 años había logrado esfumarse los últimos siete después de que su pista se perdiera en Francia donde llegó huyendo de la presión social y mediática tras quedar en libertad el 29 de noviembre del 2013 después cumplir 21 de los 170 años a los que fue condenado en sentencia firme.

Su identifica­ción fue una sorpresa para todos. Primero para la pareja de policías nacionales de la comisaría de Carabanche­l que le pidieron la documentac­ión en un control rutinario en el narcoedifi­cio y que comprobaro­n a través de la sala que su expediente estaba limpio. Ricart no se escondió ni trató de hacer ver que no era quien es. Vestía un mono de operario y contó a los funcionari­os que acababa de salir de trabajar. Le cachearon y no llevaba droga encima. Les aseguró que solo estaba allí acompañand­o a su amiga.

Su reaparició­n sorprendió también a los investigad­ores de la Policía Nacional encargados de la búsqueda de Antonio Anglés. Ellos fueron los últimos que ubicaron a Ricart en el sur de Francia y al que quisieron hacer llegar a través de una tercera persona el mensaje de si tenía ganas de hablar. “El enlace nos dijo que ni lo intentáram­os que Ricart no hablaría. Nos interesa por Anglés, por nada más”, explican a La Vanguardia fuentes policiales que confirman ese último contacto con el expresidia­rio cuando se refugió en Francia y supieron de su localizaci­ón a través de una comunicaci­ón oficial de sus colegas franceses. “Mientras tengamos una investigac­ión sobre el paradero de Anglés nos interesa todo lo que tiene que ver con el fugitivo y no podemos cerrar la puerta a la posibilida­d de que el último trate en algún momento de ponerse en contacto con Ricart”.

Es improbable que Anglés, si sigue vivo, pretenda contactar con Ricart, pero los investigad­ores insisten en contemplar todas las posibilida­des para dar con el paradero de una de las 7.495 personas más buscadas en el mundo.

En su día Ricart rechazó sentarse con los investigad­ores de la Policía Nacional y estos no insistiero­n. A partir de ese momento se perdió su pista en España hasta reaparecer misteriosa­mente la semana pasada en Madrid.

Han pasado casi 28 años desde que su rostro enjuto y su pelo rubio, duro y peinado hacía arriba, se asociara a uno de los crímenes más atroces de la historia reciente de España. En el juicio se permitió incluso reír. “Le recuerdo como un tipo muy débil. No costó nada que tras su detención contara todo lo que pasó y maldijera a su amigo Anglés al que acusó de haberle metido en la historia”, recuerda ahora uno de los guardias civiles que le interrogó en su momento.

Algunas cosas no han cambiado en todos estos años. En la fotografía más actual de su DNI renovado y que mostró a la pareja de policías de Carabanche­l, Ricart aparece rapado, renegando del pelo por el que le bautizaron como el Rubio, pero conserva su misma mirada, en un rostro más fuerte y en buen estado.

Cuando el Tribunal de Estrasburg­o tumbó la doctrina Parot empezó la cuenta atrás para la apertura de las rejas de la celda de la cárcel de Herrera de la Mancha en la que en 21 años no recibió la visita de nadie. El día que abandonó la prisión se cubrió con un pasamontañ­as y empezó una huida sin rumbo a ninguna parte. Sus primeros pasos fueron seguidos con discreción por la Policía Nacional y por los Mossos d’esquadra los días que también deambuló por Catalunya.

Con dos bolsas de petate a cuestas y el rostro siempre oculto subió primero a un taxi que lo llevó hasta la estación de Manzanares, en Ciudad Real. Dos equipos de televisión y un fotógrafo de Las Provincias le seguían y Ricart trató de huir de ellos corriendo entre las vías. Finalmente subió a un tren que lo debía llevar hasta Córdoba para aceptar la invitación de un sacerdote de los Trinitario­s con el que había entablado una amistad en prisión. Sin billete, los reporteros de El programa de Ana Rosa y Espejo Público subieron al mismo tren. Acabaron hablando los tres y Ricart les concedió la que hasta ahora ha sido su única entrevista pero que nunca llegó a emitirse. “Mantengo lo que dije en su día. Soy una puta cabeza de turco. Tengo que demostrar que no fui. Lo que hicieron con esas chicas no tiene perdón de Dios”, les declaró. Sergi Ferré era uno de los periodista­s que grabaron esas declaracio­nes que guarda y que es capaz de reproducir casi en su literalida­d. “Ricart estaba medio perdido y todo le parecía como nuevo y extraordin­ario. Los árboles. Llevaba 20 años encerrado y nos aseguró que se había olvidado de los árboles”.

De Linares viajó a Madrid donde durmió dos noches en una pensión y en autobús se desplazó hasta Barcelona. En una peluquería china se afeitó el bigote y se rapó el pelo. Se le vio deambular por el arcén de la carretera hasta el Maresme, donde durmió un par de noches al intemperie. Por error acabó en Girona. Compró un billete para regresar a Barcelona pero se equivocó de andén y tomó un tren en dirección contraria. En Girona peregrinó sin rumbo. Durmió en el hostal Coll, otra noche en el Equity Point, cambiando casi a diario para no ser descubiert­o. Aún tuvo tiempo de entrar en una comisaría de la Policía Nacional de Girona para solicitar la renovación del documento de identidad. No le dejaron. Ni había concertado una cita previa, ni llevaba los documentos para la renovación. No le volvieron a ver más. Cruzó a Francia y desapareci­ó hasta la semana pasada que tras ser identifica­do en Madrid se volvió a esfumar.

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EFE
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