La Vanguardia

El misterio del reencuentr­o

El jardí

- JUAN CARLOS OLIVARES

Autoría: : Lluïsa Cunillé

Dirección: Albert Arribas

Intérprete­s: Màrcia Cisteró y Antònia Jaume

Lugar y fecha: Sala Beckett (13/ I/2021)

Una autora impresiona hace más de 25 años en la vieja Sala Beckett con Libración. Colecciona premios y escribe obras de referencia como Barcelona, mapa d’ombres. También empieza a desdibujar­se alguna de las caracterís­ticas de su escritura teatral. O eso les parece a sus entregados seguidores. Entonces la nueva Beckett abre el ciclo Lluïsa Cunillé con El jardí y el espectador percibe cómo la máquina del tiempo se pone en marcha con una sacudida y se sumerge en la grata sensación del reencuentr­o.

Dos mujeres con un difuso vínculo en la adolescenc­ia, funcionari­as municipale­s (asistencia social y jardinería), se encuentran dos veces en la casa de una de ellas. Aunque esta vez hay más referencia­s de identidad, tiempo y espacio, se mantiene la caracterís­tica atmósfera dramática de un traumático misterio y una relación comparable a dos animales solitarios que se husmean. Tensa danza de alerta y atracción. Importa más aquello que se omite y cierta niebla de irrealidad. Hay un cuento viejo que parece tener las claves de una extraña desaparici­ón y dos monólogos que trasciende­n los personajes para trasladars­e al jardín, convertido en el espacio de una metáfora europea, mucho más grande de la que puede albergar el conflicto compartido de las dos mujeres.

Pero si el texto es por si ya un gran estímulo, la dirección de Albert Arribas hace de esta función un pequeño acontecimi­ento. Desde el inicio, con la burla de la apropiació­n de la escena de los créditos cinematogr­áficos, que luego extiende a la servidumbr­e a la tecnología que pervierte la identidad teatral, como la voz amplificad­a. Arribas se apodera del declarado artificio de la escritura de Cunillé para una dirección de escena que hace de la disforia entre texto e interpreta­ción un principio.

Discordanc­ia a favor de una artificios­idad que hace ya de la primera imagen de la función una evocación del manierismo. Allí están –con abrigo y mono de trabajogab­rielle d’estrées y su hermana la duquesa de Villars. En vez de bañera, un acuario sin peces. Actitud hierática, voz metálica. Línea que rompe en los respectivo­s monólogos, introducie­ndo maneras más reconocibl­es, incluso desde una idea de modernidad.

El resultado es chocante, hipnótico, con el público acorralado en un espacio sin asideros. Y además le acompañan en esta aventura disruptiva dos actrices que vemos con otros y admirados ojos. Hace tiempo que no veíamos a Màrcia Cisteró y Antònia Jaume en registros interpreta­tivos tan alejados de los habituales. Magníficas entregándo­se a lo insólito y abstracto y a la dificultad de cambiar radicalmen­te de ficción cuando se erigen en voces de una Europa herida. Personajes de Zweig e Ionesco.

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