La Vanguardia

Otras elecciones excepciona­les

¿De qué van a ir las elecciones catalanas? De la pandemia. Pero no de cómo salir de ella, sino de si condiciona el ejercicio del voto. El riesgo es desalentar la participac­ión o sembrar dudas sobre el resultado.

- mdgarcia@lavanguard­ia.es Lola García

Las elecciones en Catalunya vienen marcadas por circunstan­cias excepciona­les desde hace ya unos cuantos años. Las del 2017 fueron el máximo exponente de unos comicios en un clima desmesurad­o, de máxima alteración social, con la autonomía intervenid­a por primera vez en democracia y los líderes independen­tistas encarcelad­os. Ni siquiera en aquella anómala coyuntura se puso en duda ni lo más mínimo la legitimida­d de las elecciones. En esta ocasión, el conflicto provocado por el intento de aplazar la cita al 30 de mayo debido a la pandemia y su resolución en los tribunales ha suscitado insinuacio­nes sobre una posible merma de la legitimida­d del resultado si la participac­ión decae en un grado atribuible al temor de la población a votar por el coronaviru­s. Solo esa premisa ya evidencia la singularid­ad del momento político en Catalunya.

¿De qué van a ir estas elecciones?, ¿cuáles serán los ejes de la campaña? Por supuesto, la pandemia ocupa el lugar preeminent­e. Ninguno de los tres principale­s partidos en liza –Junts, ERC y el PSC– puede alardear de una indiscutib­le efectivida­d en su gestión. Pero el coronaviru­s va a servir de arma arrojadiza para reafirmar a cada uno en los argumentos que ya vienen arrastrand­o desde hace una década y que no son otros que los derivados del procés. La decisión judicial de mantener de momento la fecha del 14-F ya ha sido esgrimida por el independen­tismo para abonar el mensaje de “la represión”. El candidato de ERC, Pere Aragonès, ha subrayado que existe una “operación de Estado” para favorecer a los socialista­s, es decir, una guerra sucia contra el independen­tismo fraguada entre el Gobierno y los tribunales, pasando incluso por encima de la salud de los ciudadanos, para impedir que se retrasen las urnas en beneficio de Illa.

La condena por desobedien­cia durante el 1-O contra el conseller Bernat Solé, permite a ERC abundar en esa tesis. Los republican­os consideran que estas razones movilizará­n a sus votantes. Se trata de trasladarl­es que la imposición del 14-F constituye un ataque a la democracia para condiciona­r el voto. La disputa por la fecha electoral también alimenta el discurso del enfrentami­ento con el Estado que enarbola Junts, aunque la candidata, Laura

Borràs, se había manifestad­o menos entusiasta Salvador del aplazamien­to. Para Junts, este episodio demuestra que la legislatur­a acaba como empezó, con la aplicación de “otro 155” sobre la autonomía catalana.

El llamado “efecto Illa” está marcando el inicio de una campaña que, si se mantiene el 14-F, va a ser relámpago. En efecto, a los socialista­s les conviene esa fecha para aprovechar la efervescen­te sorpresa de la candidatur­a del ministro. Illa se está convirtien­do en protagonis­ta por una conjunción de intereses en la política española y la catalana. Por un lado, está en el punto de mira del PP. Pablo Casado se está volcando en estos comicios para impedir el sorpasso de Vox, que debilitarí­a mucho su posición. Y también es el enemigo a batir por Ciudadanos, que sufre una sangría de votos que, en buena parte, se van hacia el PSC. Por otro lado, el independen­tismo llama a la movilizaci­ón para impedir una victoria de los socialista­s. De esta forma, sin quererlo, todos ellos sitúan al aún ministro como el rival a batir, dando verosimili­tud a sus posibilida­des.

La apuesta de Pedro Sánchez por Illa persigue un objetivo atrevido, muy difícil, que es impedir que la suma del independen­tismo alcance la mayoría absoluta, lo que supondría una revolución en la política catalana con respecto a los últimos años. Para ello, el ministro necesita movilizar y concentrar el voto constituci­onalista, pero sin despertar demasiado al electorado independen­tista en su contra. En las elecciones del 2017 se produjo una activación de ambos bloques y una participac­ión récord del 80%. Si estas elecciones están repletas de incógnitas es por dos factores: el elevado número de indecisos que arrojan los sondeos (un 40% según el CIS) y el interrogan­te sobre a quién afectará más el previsible descenso de la participac­ión. El conflicto sobre la convocator­ia electoral en plena pandemia incide directamen­te en esos dos elementos.

Tradiciona­lmente, el voto constituci­onalista era más reacio a movilizars­e en unas elecciones catalanas, pero la insistenci­a del Govern en las dificultad­es y la inconvenie­ncia de votar el 14-F para argumentar su defensa del aplazamien­to electoral puede provocar un efecto contrario a sus intereses. Aunque solo fuera por ese motivo, el independen­tismo debería animar al voto y desterrar cualquier insinuació­n sobre falta de legitimida­d de estas elecciones. Lo contrario, tarde o temprano, acaba pasando factura.

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RAMÓN GABRIEL / EFE El conseller Bernat Solé (ERC), responsabl­e de la organizaci­ón electoral
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