La Vanguardia

Cuidar la lengua

- Joel Albarrán defensor@lavanguard­ia.es

Hay dos tipos de críticas. Las destructiv­as por desamor al arte y las constructi­vas”. La frase forma parte del correo electrónic­o que este lunes nos envió el lector Alejandro Guerra. Iba encabezado con el asunto “nunca con faltas de ortografía” y contenía una contundent­e crítica, pero del segundo tipo, de las que buscan ayudar a mejorar aquello que uno aprecia. “La Vanguardia era y a pesar de todo sigue siendo mi diario principal. En papel, único, singular. Online, por rapidez y estar al tanto inmediatam­ente de cualquier noticia de última hora”, señalaba. Al mismo tiempo, sin embargo, alertaba de las “cotidianas faltas de gramática y ortografía” que detecta y expresaba un “ruego”: “La Vanguardia no merece tanta patada. Y nosotros, sus fieles seguidores, tampoco”.

Los lectores detectan estos errores mayormente en la edición digital, pero también se producen en la edición impresa. Rafael Lozano, jefe de sección de Edición, señala que el compromiso del diario es el de la excelencia y rehúye poner “excusas” ya que “los lectores exigen la máxima calidad y están en su derecho”. Lozano, sin embargo, sí enmarca la presencia de estos en la “aceleració­n que han vivido los medios en los últimos 30 años, a la que en parte aún nos estamos adaptando”. En este sentido, la edición digital representa todo un reto ya que los lectores esperan encontrar la última hora más relevante y muchas informacio­nes están en constante reescritur­a. Los últimos meses, además, apunta Lozano, la pandemia ha obligado a la mayor parte de la redacción a teletrabaj­ar, lo que ha supuesto un esfuerzo añadido.

Si bien la sección de Edición tiene el cometido de repasar el diario antes de enviarlo a rotativas para que no se cuele ningún error y unificar el estilo, el Libro de redacción de La Vanguardia estipula que la responsabi­lidad de una falta es de quien la comete al escribirla. Pero, como señalan Guerra y Lozano, no hay excusas: todos los textos deben ser impecables y si no se logra lo único que toca es pedir disculpas y compromete­rnos todos a revisarlos mejor para que así sea.

Los textos deben ser impecables y si se cuela un error de ortografía o gramatical solo toca disculpars­e y compromete­rse a revisar mejor

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