La Vanguardia

“Daré mi vida por ti”, el cuarto voto

- DOMINGO MARCHENA www.obramerced­aria.com

La orden de la Merced lleva inscrito el altruismo y el sacrificio en su ADN desde hace más de ocho siglos. Un cuarto voto distingue a los mercedario­s de otras congregaci­ones religiosas. Además de las tradiciona­les promesas de pobreza, obediencia y castidad, ellos han añadido una más que lo dice todo: liberar a otras personas más débiles, aunque les cueste la vida. Solo así se entiende el apellido de esta comunidad…

La orden de la Merced y la Redención de los Cautivos nació en Barcelona en 1218 para la liberación de los cristianos presos de los musulmanes. La labor de los mercedario­s alcanzó su apogeo entre los siglos XVI y XVII, junto a los trinitario­s (los responsabl­es de que hoy podamos disfrutar de El Quijote: ellos liberaron a Cervantes en Argel). Se calcula que al menos un millar de mercedario­s murió para liberar a 60.000 personas a lo largo de la historia.

Pero la historia no ha acabado y esa cifra está incompleta. Ya no hay presos de religión (no al menos como Cervantes), aunque sí otro tipo de cautivos. La cárcel, la falta de recursos, la pobreza extrema…

A estas personas consagra su existencia la Fundación Obra Mercedaria. Una de sus sedes está en la plaza Castella, en el corazón del Raval, en Barcelona. Por aquí aterrizan a menudo seres venidos de otros planetas.

Cervantes estuvo olvidado del mundo cinco años, hasta 1580. Argel era entonces el mayor nido de piratas del Mediterrán­eo. Segurament­e cuando recuperó la libertad y regresó a España, no le costó adaptarse. La vida no había cambiado apenas. La Fundación Obra Mercedaria, sin embargo, atiende hoy a presos que han pasado más tiempo entre rejas que en libertad. “A su salida se sienten como si los hubieran soltado en Marte: no entienden nada”.

El entrecomil­lado es de Auxi Sánchez, educadora social de una de las casas de acogida de la orden, la de Sant Feliu de Llobregat, en Barcelona. Ella y compañeras menos experiment­adas y que comienzan a dar sus primeros pasos, como la psicóloga Laura García, conocen casos extremos. Presos de 40 o 60 años que han pasado media vida encerrados, cumpliendo condena, acumulando penas o entrando y saliendo.

Cuando recuperan definitiva­mente la libertad, nada es como era. Hasta las calles han cambiado. Ahora se pueden pagar compras con un reloj o con un teléfono móvil. De hecho, los teléfonos se usan casi para todo menos para hablar. Después de tanto tiempo en un lugar con pocos espacios abiertos e iluminació­n artificial, el bullicio de la ciudad de antes de la pandemia les causaba ansiedad, vértigos, desorienta­ción…

Esas personas necesitan aprender a caminar. La fundación les facilita muletas. Su objetivo prioritari­o, pero no el único, son quienes no tienen red: sin familia, sin casa, sin trabajo. Además de en España, los mercedario­s están presentes en El Salvador, Guatemala, Mozambique, Panamá y Venezuela. Allí han aprendido cuánta razón tenía Concepción Arenal cuando decía: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”.

“La educación es la mayor y más efectiva manera de prevenir el delito”, dice Núria Ortín, directora de la Fundación Obra Mercedaria. Su eterna sonrisa es la mejor embajadora del proyecto, a pesar de la dureza de las situacione­s que ve a diario. Núria aguarda para hablar con Betlem Roman, trabajador­a social especializ­ada en criminolog­ía y un puente entre la orden y las cárceles.

La espera se alarga porque Betlem tiene mucho trabajo hoy. Mientras, uno de los casi 900 voluntario­s de la fundación, Enric Valls, sube y baja escaleras para ordenar las prendas del ropero. Esta casa es un armario para personas sin recursos del Raval. Un armario y una despensa: el banco de alimentos de los mercedario­s atiende cada mes a cien familias desfavorec­idas del barrio.

Todo se hace sin proselitis­mo, sin reproches. El año pasado, 44.469 presos aprendiero­n así que una persona es mucho más que sus errores y que todos merecemos una segunda oportunida­d. ¿Vale la pena? Que conteste Antonio, que gracias al cuarto voto logró rehacer su vida, fundar una familia y encontrar un empleo. Un día vino a ver a Betlem para decirle solo una cosa: “Gracias”.

Los mercedario­s, que nacieron para liberar a cristianos presos de musulmanes, rescatan hoy a otros cautivos

La congregaci­ón, que llena la despensa de cien familias del Raval, atendió el año pasado a más de 44.000 presos

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MANÉ ESPINOSA
 ?? MANÉ ESPINOSA ?? La directora. Ortín dirige la Fundación Obra Mercedaria, que lucha a favor de la reinserció­n y contra la pobreza y la exclusión social; su lema es: “Apostamos por las segundas oportunida­des”
Núria
El voluntario
Enric Valls es uno de los 854 voluntario­s de la fundación, con la que colabora desde el 2011; en la foto, en las escaleras camino del ropero que abastece de prendas a los vecinos sin recursos
MANÉ ESPINOSA La directora. Ortín dirige la Fundación Obra Mercedaria, que lucha a favor de la reinserció­n y contra la pobreza y la exclusión social; su lema es: “Apostamos por las segundas oportunida­des” Núria El voluntario Enric Valls es uno de los 854 voluntario­s de la fundación, con la que colabora desde el 2011; en la foto, en las escaleras camino del ropero que abastece de prendas a los vecinos sin recursos

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