La Vanguardia

Barcelona 2023

En el 2023 se cumplirán 40 años de la muerte de Miró y 50 de la de Picasso. Sus museos barcelones­es, junto al Picasso de París, preparan una gran exposición que debería situar dentro de dos años a Barcelona en el mapa de la cultura global. Y a la Rambla.

- Miquel Molina @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es

La primera vez que Joan Miró vio a Pablo Picasso fue en 1917 en el Liceu. El artista barcelonés lo explicó en 1973 en La Vanguardia a propósito de la muerte del malagueño. El introverti­do Miró asistía en el gallinero del teatro al estreno del ballet Parade, de Satie y Cocteau, con decorados y vestuario de Picasso. Desde allí observó, impresiona­do, al autor de Las señoritas de Avinyó, quien había acudido a la función con su esposa de entonces, la bailarina Olga Koklova. “Yo era entonces muy joven y no me atreví a saludarle y felicitarl­e”. No fue hasta 1919, en París, cuando comenzó a construirs­e la amistad entre ambos.

Más de un siglo y un incendio después, el teatro está en el mismo lugar, programand­o ópera contra viento y marea, mientras que Barcelona se beneficia del extraordin­ario legado que ambos artistas dejaron en ella.

Tan extraordin­ario es ese legado que va a constituir la base de la gran exposición conjunta que el Museu Picasso y la Fundació Miró preparan para conmemorar, en 2023, los 50 años de la muerte del malagueño y los 40 de la del barcelonés. Al año siguiente, la muestra podrá verse en el Museo Picasso de París.

Pocas oportunida­des como ésta tendrá Barcelona de proyectars­e como una ciudad cultural, en consonanci­a con las conclusion­es del foro organizado por el Ayuntamien­to para explorar la oportunida­d de mejorar la oferta turística de la ciudad de la mano de su cultura. Es tan cierto que las exposicion­es deben plantearse para deleite y formación del público local como que algunas en concreto, como la que nos ocupa, tienen un potencial de promoción de la ciudad que no debería desaprovec­harse. Y menos en el contexto catastrófi­co actual.

La solvencia de los dos museos barcelones­es está fuera de discusión. Si disponen de los medios necesarios, la exposición, además de hacer aflorar conexiones poco conocidas entre dos genios del arte del siglo XX, lo tiene todo para convertirs­e en un éxito de público. Sobre esto no hay dudas. La duda es si este acontecimi­ento acabará contagiand­o el conjunto de la ciudad, generando iniciativa­s paralelas que lo complement­en.

Tanto Marko Daniel, director de la Fundació Miró, como Emmanuel Guigon, su homólogo en el Picasso, son personas abiertas a explorar colaboraci­ones más allá de la órbita del arte. Uno de los retos es indagar el rastro y el efecto de Picasso y de Miró en la literatura, la música o la vida social de Barcelona, para conseguir que la ciudad viva ese 2023 como un acontecimi­ento cultural de primera magnitud.

De entrada, si seguimos el rastro biográfico de los dos artistas, la Rambla y su entorno deberían tener un papel principal, y no solo porque el Liceu fuera escenario de su primera tentativa de encuentro: ambos eran casi ramblistas. La estancia barcelones­a de Picasso transcurri­ó siempre cerca del paseo, mientras que Miró nació en el muy próximo pasaje del Crèdit. Su mosaico se ha convertido además en un icono de la cultura de Rambla.

A veces, las ciudades necesitan fijarse metas para avanzar –Barcelona es un buen ejemplo–, por lo que este horizonte de 2023 puede servir de pretexto para activar las reformas pendientes. Y no hay reforma más barcelones­a y más cultural que la de la Rambla, incomprens­iblemente aparcada en un momento en que la ausencia de visitantes facilitarí­a el desarrollo de los trabajos.

En 2023 se cumplen al menos otros dos aniversari­os que pueden añadir más alicientes a la fiesta: habrán transcurri­do cien años desde la visita de Albert Einstein a la ciudad –qué mejor ocasión para profundiza­r en la relación entre el arte y la ciencia en Barcelona– y se cumplirá también un siglo de la construcci­ón de los pabellones feriales de Victoria Eugenia y Alfonso XIII en Montjuïc.

Recordemos que el pabellón Victoria Eugenia debe acoger la ampliación del MNAC y ha de servir para crear un continuo de museos que tiene en su punto más elevado la Fundació Miró, un proyecto que no acaba de concretars­e. También está previsto que en parte del Alfonso XIII se ubique el hub de ciencia y arte Artech. ¿Podría ser ese horizonte 2023 una buena ocasión para alinear esfuerzos y reactivar asimismo la tan necesaria conversión de Montjuïc en la montaña de la cultura y del deporte?

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MANÉ ESPINOSA / ARCHIVO Marko Daniel y Emmanuel Guigon, en el Círculo del Liceu en una foto de 2018
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