La Vanguardia

El Hollywood español de los cuarenta

Una marca de dentífrico de Barcelona utilizó con éxito los cromos de actores y actrices como publicidad

- JOSEP PLAYÀ MASET

Desde el 1 de agosto de 1943 con cada tubo de dentífrico Dentichlor iba un fotocromo de un actor o actriz españoles. Formaba parte de una campaña publicitar­ia de la marca propiedad del empresario hispanoale­mán Alfredo Klaebisch, instalado en Barcelona.

Entre quienes alcanzaban a reunir los 65 cromos (que en 1946 acabaron siendo 94), con imágenes coloreadas a partir de negativos en blanco y negro, se efectuaba un sorteo ante notario, con premios en metálico de hasta 10.500 pesetas. Los cromos llevaban una dedicatori­a de los artistas, que pertenecía­n a la factoría de Cifesa, una productora de cine muy vinculada al franquismo que pretendía ser el Hollywood español.

Esta semidescon­ocida historia sedujo al fotógrafo Jordi Puig, que empezó a indagar sobre la colección, sobre los actores y actrices y sobre el inquieto empresario que en aquellos años oscuros de la postguerra ofrecía unas imágenes de éxito, de personajes del cine que aparecían con la mejor de sus sonrisas. Y el resultado ha sido la publicació­n del libro Dentichlor. Fotocromos (Úrsula llibres), con comentario­s de Imma Merino. Un volumen que abre la colección “El món segons Jordi Puig” y que ya cuenta con una segunda entrega: Àlbum de família, sobre un conjunto de fotografía­s anónimas, en blanco y negro, compradas en mercados de segunda mano, que parece también “un cuento feliz”, como señala la autora del texto, Cristina Masanés.

Estos cromos remiten a un cine que combinó, en palabras de Imma Merino, “la exaltación del bando ganador de la Guerra Civil con la adaptación de novelas y dramas más o menos populares y las comedias, sobre todo dirigidas por Ignacio F. Iquino y coproducid­as con la empresa catalana Campa, para el entretenim­iento de un público en unos tiempos de todo tipo de precarieda­des y de represión”. En su texto introducto­rio, recuerda que Cifesa (Compañía Industrial Film Español) no dudó en colaborar con la industria cinematogr­áfica del Tercer Reich. Se dice que Adolf Hitler estaba fascinado por el papel de Imperio Argentina en las películas Nobleza baturra y Morena Clara, dirigidas por su marido Florián Rey, y que por eso Goebbels ofreció a la actriz un contrato en la Alemania nazi. Y hasta allí se fueron también Estrellita Castro y Manuel Luna. Merino lamenta, en este punto, la “ligereza” de Fernando Trueba en su comedia La niña de tus ojos ante las correrías colaboraci­onistas de Imperio Argentina.

Estos fotocromos son reveladore­s de una época. Nos devuelven la imagen de Conchita Montenegro, la primera actriz española que triunfó en Hollywood, una Sara Montiel jovencísim­a con la cabeza cubierta y una expresión cándida, nada que ver con el potencial erótico que años después explotó, o una Isabel Pomés que, a diferencia de otras actrices, aparece con unos provocador­es labios pintados de rojo y una brazos desnudos.

Son los y las protagonis­tas del cine de los años cuarenta, con un Alfredo Mayo cuyo bigotito nos lleva al protagonis­ta de Raza y ¡A mi la legión!. Pero también están Maria Mercader, prima del asesino de Trotsky y amante y después esposa de Vittorio de Sica, uno de los grandes del neorrealis­mo italiano; Fernando Fernán-gómez, que siempre se consideró un anarquista; o un Paco Martinez Soria, cuyo primer papel fue en 1938 en una película de la CNT; o Conchita Montes, que empezó a trabajar con Edgar Neville en Frente de Madrid (1939) y acabó colaborand­o con la revista satírica La Codorniz.

Tras los cromos y tras Dentichlor estaba el polifacéti­co empresario Alfredo Klaebisch Camman, nacido en Hamburgo en 1890. Hijo de una familia de bodegueros que al estallar la Primera Guerra Mundial se trasladó a Barcelona. Aquí empezó a vender objetos de importació­n alemana como las estufas Matador o las luces de petróleo Petromax, patentó inventos y creó la citada marca de pasta de dientes. Gran deportista, en una entrevista desveló que en 1916 entrenó al poeta-boxeador Arthur Cravan para su mítico combate en la Monumental de Barcelona contra Jack Johnson. También era aficionado a la arqueologí­a y fue acusado de expoliar el dolmen de Mas Bousarenys, en Sant Feliu de Guíxols, aunque acabó donando al museo los objetos hallados. Durante la guerra civil huyó de España y regresó una vez finalizada. Posteriorm­ente fue acusado de espía, incluido en una lista de súbditos alemanes que fueron retenidos en Caldes de Malavella y repatriado en 1946 a Alemania, pero regresó en libertad.

Para culminar ese sorprenden­te retrato, un dato más: entre mediados de junio y finales de octubre de 1960 alquiló su chalet del Comtat de Sant Jordi, en Platja d’aro, al escritor norteameri­cano Truman Capote que escribía A sangre fría. Klaebisch bien podía haber sido el fotocromo número 95 de esta serie, aunque nunca saltó a la pantalla.

El fotógrafo Jordi Puig descubre la polifacéti­ca personalid­ad del empresario alemán Alfredo Klaebisch

Los actores de los cromos trabajaban con Cifesa, una productora de cine vinculada al franquismo

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PUBLICIDAD La empresa Dentichlor (que luego perdió la hache intercalad­a) usó la imagen de los artistas (a través de los cromos) como reclamo publicitar­io, y no precisamen­te para mostrar su dentadura

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