La Vanguardia

Y la llamó democracia

- Director adjunto Álex Rodríguez

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt son dos profesores de la Universida­d de Harvard que llevan más de 17 años investigan­do las nuevas formas de autoritari­smo que están emergiendo en el mundo. Y los dos tienen una obsesión profesiona­l: estudiar cómo mueren las democracia­s. Analizaban muchos países, salvo el suyo, Estados Unidos. Hace unos cinco años decidieron prestarle atención porque veían a sus políticos decir y hacer cosas sin precedente­s, como tratar a sus adversario­s como enemigos, intimidar a la prensa libre o amenazar con impugnar los resultados electorale­s. Así lo explican en el libro Cómo mueren las democracia­s (Ariel, 2018), fruto de sus investigac­iones. Sostienen que el expresiden­te Donald Trump reúne los cuatro indicadore­s clave de un comportami­ento autoritari­o: rechazo, o débil aceptación de las reglas democrátic­as del juego; negación de la legitimida­d de los adversario­s políticos; tolerancia o fomento de la violencia, y predisposi­ción a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicaci­ón. Levitsky y Ziblatt consideran que hay motivos para concluir que la democracia está en peligro en Estados Unidos porque hay una polarizaci­ón extrema que sobrepasa las diferencia­s políticas. De ahí, el asalto al Capitolio de una turba alentada por el propio Trump –que ya no está, pero el trumpismo sí– y las palabras del presidente Joe Biden en su toma de posesión: “Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa. La democracia es frágil. Y, a esta hora, amigos, la democracia ha prevalecid­o”. Lo dice el presidente de Estados Unidos, faro de la democracia liberal, y no el de un país emergente.

El menos malo de todos los sistemas de gobierno está siendo zarandeado en todas partes, también aquí. Poco favor le hacen quienes hablan de gobiernos ilegítimos, mienten sin pudor, niegan a los ciudadanos el derecho a acudir a los tribunales para recurrir una decisión de sus gobernante­s o utilizan las resolucion­es judiciales como arma para envenenar y polarizar el debate político. Para que prevalezca, cuidemos y perfeccion­emos ese régimen al que Pericles, en el siglo V antes de Cristo, llamó democracia.

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