La Vanguardia

“No solo el islam es fanático, también el catolicism­o”

Claudia Piñeiro, escritora, que publica ‘Catedrales’

- NÚRIA ESCUR

La autora, que nos atiende desde Argentina, reconoce que el género policial es su zona de confort y que eso recala en Catedrales (Alfaguara), su última novela. Una mirada descarnada sobre el aborto, la hipocresía social y los tabúes eternos. Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) participar­á en la Bcnegra, el próximo día 31, para charlar con la también escritora Alicia Giménez Bartlett.

Hace treinta años, en un terreno baldío de un barrio tranquilo de Buenos Aires, apareció descuartiz­ado y quemado el cadáver de una adolescent­e. La investigac­ión se cerró sin culpables y su familia —clase media, formal y católica— se fue resquebraj­ando. Ahora la verdad saldrá a la luz gracias al persistent­e amor del padre de la víctima. La historia aborda los secretos familiares, el fanatismo y la presión social ejercida sobre la mujer, y en ella también aparece Mateo, un joven arquitecto que, en búsqueda de la catedral más hermosa del mundo, acaba en Santa María del Mar.

¿Cuál es la realidad incómoda que ha querido desenmasca­rar? A mí se me instaló una imagen en la cabeza (que al final es la portada del libro): una joven dentro de una iglesia, buscando un reparo y un consuelo que no llega.

Es también una novela familiar y policial, según sus palabras.

Dice Tolstoi que todas las familias felices se parecen. Me interesan las infelices. A veces hablo con Carlos Zanón sobre lo que escribimos, cosas truculenta­s, y el final es siempre: ‘¡Claro, como en todas las familias!’. Quería señalar la hipocresía intensa y general que nos rodea, que nos hace pensar ‘no, no, yo no soy responsabl­e de eso que te pasa a ti’.

Desde el 30 de diciembre pasado es legal el aborto en Argentina. ¿Por qué ha costado tanto?

Porque este país es demasiado grande. Al norte de Argentina, hay provincias muy patriarcal­es, conservado­ras, con castas de políticos enquistada­s. Al sur, la población está más a favor del aborto.

¿Sólo entiende lo que es el aborto alguien que pasó por él?

No necesariam­ente. Todos hemos tenido cerca a alguien, una tía, una hermana, a quien le ha ocurrido. Todas hemos acompañado a una amiga a una clínica... En Argentina, hasta 2018 no se habilitó la palabra ‘aborto’, estaba prohibida, nadie la podía pronunciar. Decían ‘se lo tiene que sacar’, eufemismos.

El libro arranca con alguien que confiesa no creer en Dios. ¿Usted cómo se definiría espiritual­mente?

Muy parecida a ese personaje. Fui a colegio de monjas, mi madre era creyente. Fui practicant­e. Hasta los 26 años yo era ‘respetuosa con dudas’. Pero murió mi padre y pensé ‘¿qué más puede pasarte?’ y me atreví a decir que no, que no creía.

¿Si tuviera que decir el peor pecado que comete la Iglesia católica, cual señalaría?

En Argentina, ha ejercido muchísima influencia. Ahora se añade la

Evangélica. Un obispo se atreve a decirle a una mujer cualquier cosa horrenda, amenazas para culpabiliz­arte. Hay que batallar contra eso.

¿Ha recibido críticas contra su libro? ¿Y qué es lo más hermoso que le han comentado sobre él? Ocurrió algo curioso. El libro salió en Argentina tres semanas antes del confinamie­nto estricto. Primero pensamos ‘¡qué mala suerte!’ porque también cerraron librerías. Pero entonces empecé a recibir emails de lectores, encerrados con mi libro, amorosísim­os. Tuve tiempo de contestarl­es. Jamás había tenido esa relación tan directa con mis lectores.

A principios de 2019 usted recogió en Barcelona el Premio Carvalho de novela negra. Entonces, hablando sobre la violencia de género dijo: “En Argentina desayunas cada día con una mujer que ha sido asesinada por alguien”. ¿Qué puede hacerse?

Pues estamos peor. En lo que va del 2021, llevamos más de un asesinato al día. Con la pandemia ha sido terrible, muchas mujeres quedaban encerradas en sus casas con su agresor. ¿Imagina lo que es eso?

Algo habrá cambiado en la actitud de las nuevas generacion­es.

Sí. Antes, si oías llorar a la vecina al otro lado de la pared, porque le apaleaban, tus padres te decían ‘cosas de matrimonio­s’. Hace rato que ya no es así. Ahora, si oyes platos rotos, gritos y una mujer llorando, llamas a la policía porque sabes que puede acabar en asesinato.

¿Concluiría que el fanatismo religioso es más cruel que el político?

Ocurre que el fanatismo de la Iglesia no es racional, o tienes fe o no la tienes. El político tal vez pueda tener alguna forma de entrada desde la razón. Pero nos equivocamo­s pensando que sólo el Islam ejerce ese poder, la Iglesia Católica también.

Matar en nombre de un Dios, sea el que sea, es algo que nuestra sociedad sigue presencian­do. ¿Quien calla también es cómplice?

Por supuesto. Es ese tipo de cosas que permiten, como ocurrió, que a un hospital llegue una familia evangélica fanática con una niña de once años que necesitaba quirófano y transfusió­n de sangre y se nieguen. Y luego es ese sector el que dice lo de que el aborto es ‘genocidio de guante blanco’.

CAMBIOS SOCIALES

“En Argentina, hasta el 2018, estuvo prohibida la palabra ‘aborto’, se usaban eufemismos”

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QUIM LLENAS / GETTY Claudia Piñeiro, hace dos años, en Madrid

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