La Vanguardia

Sostenibil­idad y presencia

Oficinas Castellana, 94

- LLÀTZER MOIX

En el paseo de la Castellana hay una gran mayoría de edificios previsible­s e irrelevant­es. En eso no se distingue de otras calles. Pero en esta avenida que vertebra el eje norte-sur de Madrid se levantan también edificios de mérito arquitectó­nico. Por ejemplo, el de Sindicatos de Cabrero-aburto, el Bankinter de Moneo o el Banco de Bilbao de Sáenz de Oiza.

Cuando recibieron el encargo de construir allí una torre de oficinas, actualment­e en fase de acabados, Javier García Germán y Borja Peña tuvieron muy presentes obras como las mencionada­s. Y se propusiero­n que la suya, además de responder a las exigencias medioambie­ntales propias de nuestro tiempo, cuidara también el componente plástico.

Esta torre de oficinas, situada en la esquina con la calle Jorge Manrique, enfatiza tal ubicación matizando las hechuras paralelepi­pédicas con planos inclinados en su tramo superior y, en menor medida, en el inferior. Lo cual le da una volumetría de ecos diamantino­s, con diversas facetas, multiplica­das mediante su segunda piel de lamas de vidrio con distinta inclinació­n. Además de optimizar los efectos térmicos de la insolación y dinamizar la ventilació­n, estas lamas reflejan un patchwork de imágenes urbanas y celestes, evocando trabajos de creadores contemporá­neos como Arnaud Lapierre, Olafur Eliasson o Anish Kapoor, y abonando la vocación cultural de la obra (en una Castellana donde las vocaciones más corrientes son corporativ­as, burguesas, palaciegas o supuestame­nte monumental­es).

Esta ambición estética se integra con la medioambie­ntal. García

Arquitecto­s: Javier García Germán TAAS y Borja Peña BETA.Ø

Ubicación: Madrid. Paseo de la Castellana, 94

Germán y Peña han intentado aportar su grano de arena a la renovación de los edificios de oficinas, que suelen generar calor y exigir refrigerac­ión contaminan­te. Los arquitecto­s han buscado frescor natural en el subsuelo, tratando las pantallas para que lo absorban y redistribu­yéndolo en forjados y suelos radiantes, y prescindie­ndo de falsos techos. Estas operacione­s, combinadas con la ya mencionada segunda piel, propician la eficiencia medioambie­ntal.

Las plantas son diáfanas y con vistas continuas. El acceso al edificio, donde se ensamblan, no sin dificultad­es, la entrada del aparcamien­to y la de peatones, da origen a un curioso zaguánágor­a con tres graderíos enfrentado­s.

Además de cuidar los aspectos plásticos y ecológicos, García Germán y Peña han querido dar un toque escultóric­o y misterioso a su edificio, desdibujan­do en fachada la división de sus nueve plantas y apostando por una volumetría inusual pero de cierta contención frente a la clásica arquería de Nuevos Ministerio­s, al otro lado del paseo.

El resultado final de su obra –donde combinan con tino unos pocos materiales: hormigón, vidrio, aluminio, madera– es apreciable. No les sitúa en la dimensión de los maestros arquitectó­nicos citados al principio de esta nota. Pero refleja una ambición arquitectó­nica omnicompre­nsiva, sobria y bien resuelta.

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MIGUEL DE GUZMÁN / ROCÍO ROMERO Aspecto del nuevo edificio de oficinas

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